No te va a gustar – Algún día, Rajoy tendrá que actuar.


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

Dejar las cosas en manos de los jueces tiene sus cosas buenas, como por ejemplo que ellos carguen con la responsabilidad de lo actuado; pero tiene sus cosas malas, claro, como que, con la ley en la mano, tomen decisiones que causan más daño político que el bien que aportan. La detención por la juez de la Audiencia Nacional de los «dos Jordis», el responsable de la Assemblea Nacional y el de Omnium Cultural, ha agradado, sin duda, a amplias capas de la ciudadanía. Y puede que también a la propia noción de la justicia, que es siempre evanescente y mudable, sujeta a circunstancias imprevisibles e inaprehensibles. Pero, desde luego, el encarcelamiento de ambos «agitadores sociales» está destinado a provocar disturbios sin cuento en las calles y en las conciencias de Cataluña, que ya se sabe que se rigen por criterios distintos a los del resto de los españoles.
Ignoro si el insensato Puigdemont y sus aún más enloquecidos asesores y «coaccionadores» harán ahora sonar (más aún, quiero decir) los clarines de guerra. Una guerra que están destinados a perder los independentistas, pero que sin duda dejará muertos entre los vencedores, en el campo de batalla. Nadie gana en las contiendas, porque los vencidos se recuperan de las heridas y vuelven a la carga si no han sido, además, convencidos. Y lo que escucho en las calles de Barcelona -no quiero ni pensar en otras localidades más arriscadas y monolíticas- me tranquiliza muy poco al respecto, la verdad: oigo hablar de «presos políticos», de «jueces vendidos al Ejecutivo» y de que «no nos rendiremos». Mal lenguaje y peor concepto cuando no se respeta la separación de poderes, cuando se instaura la inseguridad jurídica y cuando la Justicia deja de ser un valladar y se convierte más bien en gasolina para los incendios.
Pienso que habría que tomar nuevos derroteros. Sé que hay que hacer cumplir la ley, pero si eso fuese siempre así y la Justicia fuese igual para todos ¿cómo explicar la impunidad hasta ahora del jefe de los sediciosos, es decir, el molt honorable Puigdemont y sus más inmediatos colaboradores? Y conste que no quiero la encarcelación de nadie, sino, más bien, la excarcelación de los dos agitadores de las masas. Y que prevalezca el diálogo en torno a lo posible, es decir, no en torno a lo imposible, que es la independencia unilateral de Cataluña. Pero pretender que prevalezca el «palo» sobre «la zanahoria» es también, pienso, ya del todo imposible.
Me encantaría, a fuer de periodista, poder leer en el cerebro de Rajoy estos días. Pero sospecho que sabe que algo diferente a lo que viene haciendo tendrá que hacer. No comparto las acusaciones de perezoso que a veces se lanzan contra el inquilino de La Moncloa; pero sí pienso que podría hacer mucho más, un esfuerzo por encontrarse con los que ya sé que son unos perfectos irresponsables e insensatos, pero que, lamentablemente, ahí están. Tiene que volver a tomar personalmente el timón Rajoy, dejando de escudarse en el Judicial y en el Legislativo -si hay negociación, que sea en el Parlamento nacional, dicen. Y creo que no es así: tiene que ser en La Moncloa; hay que abrir nuevamente el palacio presidencial a otros que no sean Sánchez y Rivera solamente–.
Comprendo perfectamente que Rajoy no es el principal culpable de la situación, ni mucho menos; creo que, hasta cierto punto, ha tenido una actuación modélica en algunos momentos, en los que ha sabido, al menos, mantener la calma. Pero hay que cambiar de velocidad y quizá también de rumbo. No es el momento -solamente- del rigor judicial, sino el de las ideas e iniciativas nuevas. Puigdemont ha perdido; Rajoy tiene que saber ganar sin hacernos perder a nosotros, comenzando por los catalanes.

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