Los espíritus y la revisión del experimento de Zöllner

¿Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? He aquí los tres interrogantes más trascendentes que el ser humano tiene planteados. Sobre los dos primeros, a través del tiempo se han desarrollado variadas teorías científicas y filosóficas, más o menos demostrables, a las que acompañan buenas dosis de fe; fe en los dogmas científicos, que los hay, y muchos. La tercera pregunta, a dónde vamos, es la de mayor enjundia, dado que se refiere a nuestro futuro postmortem. Por naturaleza, y quizá por esa chispa divina a la que aluden todas las religiones y buena parte de las filosofías, el ser humano se resiste a ser unos cuantos átomos organizados temporalmente, y luego nada, simplemente polvo que vuelve al polvo. Por ello, desde que, como especie, tuvo conciencia de sí mismo, no dejó de indagar sobre el hecho de la muerte y su continuación en un más allá, que se sustancia en una vida espiritual en otros planos, con una vibración distinta, o una continuidad en otras dimensiones. Las diversas religiones, filosofías y escuelas de pensamiento, incluidas las de la New Age tienen para ello sobradas explicaciones, que sus adeptos siguen ciegamente.
Todas las culturas, desde las más primitivas a las más sofisticadas, han defendido la pervivencia del alma después de la vida y han elaborado rituales fara facilitar el tránsito; algunas, como la egipcia, tienen además elaboradas consignas para ese viaje a la otra vida, con claves para superar los diversos escollos, tal como leemos en “El libro de los muertos”.
Dando por hecho que el alma continúa su evolución, una vez desprendida del cuerpo, el ser humano siempre ha querido saber dónde está ese más allá misterioso, y si es posible la comunicación con los espíritus de los muertos. Esto hace eclosión en el siglo XIX, en Francia, en el que mentes inquietas, filósofos y científicos pretenden no solo demostrar la existencia y la comunicación con los espíritus, sino, además, su ubicación. Aparece la figura del médium y se conforman las doctrinas espiritistas, aunque enseguida surgen las diferencias de matiz entre los estudiosos. Conocidas son las experiencias de las hermanas Margaret y Kate Fox, en Estados Unidos, las de la italiana Eusapia Paladino e incluso el guiño de Charles Richet en su “Tratado de metapsíquica”. No obstante, la figura más representativa es Alan Kardec, prolífico escritor además de recopilador de escritos espíritas de otros lugares del mundo.
En el siglo XIX, el espiritismo hizo furor entre determinadas élites sociales, sobre todo, escritores, novelistas, filósofos, algunos científicos y médiums. Además del citado Alan Kardec, personalidades como Charles Dickens, Camille Flammarion, Oliver Lodge, Arthur Conan Doyle, Leon Denis, Charles Dickens, Victor Hugo, De Morgan, Russel Wallace y Florence Cook, en mayor o menor medida, militaron en las filas espíritas y casi todos eran masones.
España no era ajena a esta tendencia. El marqués Luis Francisco Benítez de Lugo fue uno de los pioneros de esta disciplina, al que siguieron Amalia Domingo Soler, Joaquín de Huelves Temprado y otros.
Como anécdota curiosa, hay que decir que los masones españoles de la I República impulsaron una proposición de Ley ante las Cortes Constituyentes, para incluir el espiritismo de Kardec como materia obligatoria en la Enseñanza Media, así como en la Facultad de Filosofía y Letras, y en la de Ciencias. El citado Luis Francisco Benítez de Lugo fue el encargado de leer la propuesta, el 26 de agosto de 1873, texto que no salió adelante debido al inicio de la Restauración.
En el siglo XX destacan las figuras de Antonia Tejera Reyes y Chico Xavier, autor de más de cien libros escritos mediante escritura automática. Y ya en nuestros días, vivo aún, no podemos olvidarnos de Divaldo Franco.
Las figuras de los médiums siempre han sido cuestionadas y muchos de ellos fueron acusados de fraude. Eso no quiere decir que los razonamientos y dictámenes fueran acertados. Ambos supuestos son posibles, es decir, un sujeto puede tener cualidades paranormales y, al mismo tiempo, cometer fraude en alguna ocasión. Se podrían poner varios ejemplos de auténticos paragnostas que, sin embargo, han recurrido al fraude, pero esto escapa a la pretensión de este artículo.
El caso de fraude más conocido –lo cual no quiere decir que lo fuera, vuelvo a decir—es del estadounidense, Henry Slade, que, entre otros fenómenos, practicaba la escritura automática, lo que en los albores del fenómeno se denominaba “escritura en pizarras”. Supuestamente, los espíritus escribían utilizando su mano. Slade fue acusado y juzgado en Londres por fraude. Lo que el científico, Karen Stollznow escribió sobre los fenómenos de Slade, en ánimo de ser benévolos, no deja de provocarnos una sonrisa burlona. Si bien la parapsicología aún está en mantillas, sabemos mucho más que aquellos sabios de la Society for Psychical Research del siglo XIX, que tuvieron incluso la osadía, diría yo, de acusar también a la gran papisa del esoterismo, H. P. Blavatsky, conocida y reconocida por su multiplicidad de fenómenos inexplicables. ¿Un hueso demasiado duro de roer? Siempre nos quedará la duda.

El profesor de Astronomía y Física de la Universidad de Leipzig, Johann Karl Friedrich Zöllner, que había conocido el espiritismo de la mano del científico inglés, William Crooks, sostenía que los espíritus eran tetradimensionales, es decir, se “movían” en la cuarta dimensión. Dado que Henry Slade se había especializado en un serie de fenómenos, como escribir a distancia en pizarras, atar nudos en una cuerda sin tocarla, recuperar monedas de cajas selladas e interconectar dos anillos de madera, Zöllner decidió hacer con él un experimento, en su propia casa y estando presentes, en varias sesiones, algunos científicos, entre ellos, Weber, Fechner y Wundt. Con este último tendría sus más y sus menos, que tampoco vienen ahora al caso. Zöllner publicó sus experiencias en un libro titulado “Física trascendental”, donde da por sentado el éxito del experimento, aunque reconocía que algunas pruebas no habían sido satisfactorias. Por ejemplo, Slade no pudo intercomunicar los dos anillos, en cambio sí se introdujeron en la pata de una mesa. Aparte de la oposición de algunos colegas, que cuestionaron el experimento, surgieron las voces de los magos, siempre dispuestos a repetir los trucos de parapsicología. Tenemos vivos ejemplos en nuestro tiempo.

El experimento Zöllner vuelve a ser noticia, porque el divulgador científico, Luis Dévora, hace una enmienda a la totalidad al cuestionar que los espíritus puedan “estar” en la cuarta dimensión. Dado que en su época (1877) aún no se había descubierto la radio y otros medios tecnológicos utilizados hoy en la investigación de esta disciplina, propone una repetición de las pruebas, a la luz de las tecnologías del momento presente.
El experimento tendría dos objetivos: 1) comprobar la relación directa o indirecta entre los espíritus y la cuarta dimensión, y 2) comprobar si pueden interactuar en nuestro plano tridimensional o si, simplemente, son meros observadores desde su cuarta dimensión.
Para el experimento se emplearán las vías utilizadas hoy en la transcomunicación: transradio, parafonías, mediumnidad.

PROPUESTA:
-Utilizar unas anillas de metal que deberían ser entrelazadas sin romperlas.
-Utilizar un billete de curso legal que debería cambiar su orientación y
tener una imagen especular.
-Introducir en una caja (Número 1) monedas. (El investigador conocerá el
número de ellas), con el objetivo de registrar con los medios tecnológicos
utilizados algún mensaje que determine el número exacto de ellas.
-Introducir en una caja (Número 2) monedas. (El investigador NO conocerá
el número de ellas) con el mismo objetivo que el caso anterior.

MEDIOS EMPLEADOS:
Todos los que ofrecen las nuevas tecnologías.

LAS PREGUNTAS SERÁN LAS SIGUIENTES:
-¿Puedes entrelazar las anillas de metal?
-¿Puedes dar la vuelta al billete en tu mundo tetradimensional y volver a
dejarlo en nuestro mundo tridimensional?
-¿Cuántas monedas hay en la caja número 1?
-¿Cuantas monedas hay en la caja número 2?

En los experimentos con parafonías y médiums, las preguntas serán las mismas; lo único que cambiará serán los medios tecnológicos utilizados.

Independientemente de los resultados de los modernos “Zöllners” –permítaseme llamar así a los investigadores de tan noble enigma— el interés por el más allá, el mundo de los muertos, la inmortalidad del alma, en definitiva, nuestro devenir evolutivo en otros planos de existencia, llámense dimensiones o lo que sea –estamos vacunados contra el síndrome adámico—continuará ocupando un lugar de honor en las mentes de los hombres pensantes.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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