Mientras la votación no sea secreta
en Senado, Congreso o Ministerio,
y no sea un absoluto misterio
lo que dice cualquier papeleta,
la democracia será cuchufleta,
y este sistema será un putiferio,
y estaremos siempre bajo el imperio
de cualquier sinvergüenza con gran jeta.
El congresista no vota, obedece,
y en su sillón hace igual el senador,
y lo mismo hace el juez prevaricador
que a su amigo político favorece,
mientras que el presidente aviador
fabrica leyes como le apetece.
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Por Salvador Freixedo
Último libro del autor:
«IGLESIA, ¡DESPIERTA!»
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