¡Apretad el culo, que vienen los rusos!

¡Apretad el culo, que vienen los rusos!

Los viejos reporteros sostienen que, en política internacional, los pronósticos tienen tan escaso valor como los vaticinios de los astrólogos o las predicciones de los economistas, pero con las reacciones de Rusia hay escasas probabilidades de equivocarse.

Los analistas del Departamento de Estado y los gerifaltes de la CIA, que del Kremlin y sus aledaños esto deben saber mucho, debería haberle dado clases particulares a Donald Trump, quien lleva ya tres años en la Casa Blanca pero parece perdido en estos asuntos. Sino perdido, al menos un poco despistado como parece demostrar su escaso arte a la hora de camelar a Vladimir Putín para unificar fuerzas en Siria o Venezuela.

Los rusos siempre han sido una gente temible y con una capacidad de sufrimiento inaudita. En 1814, sólo dos años después de que Napoleón alcanzara Moscú, los cosacos del zar Alejandro I devolvieron la visita y se presentaron en París. En 1945, repitieron la «cortesía» con los alemanes, en Berlín. El 6 de julio de 1942, a los ocho meses exactos de que las huestes de Stalin pararan los pies a Hitler a las puertas de Moscú, el «Frankfurter Zeitung» reconoció que los nazis habían dado con un rival que no se dejaba anonadar por la Wehrmacht.

Técnica y tácticamente los hombres del Ejército Rojo eran inferiores a franceses y británicos pero reaccionaban con más entereza que ellos: «El soldado ruso sobrepasa a nuestros adversarios en el oeste en su desdén a la muerte; su aguante y fatalismo le hace resistir en la trinchera hasta que vuela en pedazos o cae perforado por la bayoneta». Esta despreocupación por el coste humano del combate, se hace extensible multiplicada por diez a los civiles pillados en medio. Y a los matices, sutilezas y balances y detalles de la democracia.

No hace tanto, con motivo de un discurso de Fin de Año, Putin afirmó sin sonrojarse: «Nuestro Estado tiene 1.000 años de historia, pero la Rusia democrática cuenta apenas con diez años, y ésa es una edad en la que una persona debe ir a la escuela y estudiar».

Está el nuevo zar en la tesis de que a los rusos les toca todavía «ir adquiriendo experiencia» y que Rusia, aunque no parezca lo que parecía en la etapa de la URSS, no es una nación que se pueda tomar a broma.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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