Antonio Sánchez-Cervera: «En Madrid, en los jardines del Almirante Pascual Cervera»

Antonio Sánchez-Cervera: "En Madrid, en los jardines del Almirante Pascual Cervera"

Madrid, siempre Madrid, honra a sus héroes de una u otra forma y en representación del resto de regiones y comunidades que conforman nuestra amada y respetada España.

Ahora, frente a la mezquindad e intencionada ignorancia histórica de una pseudopolitica llamada Ada Colau que pretendió, torpe y groseramente, agraviar la figura del Almirante Cervera, despojando a Barcelona de una calle con su nombre, la zona ajardinada de la Plaza del Conde del Valle de Suchil, en el distrito de Chamberí de Madrid, ha sido oficialmente renombrada como Jardines del Almirante Cervera, en honor al marino español que mandó la escuadra en la Guerra de Cuba, que luchó por su país en un tiempo de desorden y en el que el fascismo no existía ni como ideología, ni como movimiento político ni como tipo de Estado totalitario y antidemocrático. De ahí la necia mediocridad charlatana de una alcaldesa que intenta borrar la Historia.

Ada Colau, de un plumazo, sin previa consulta alguna a la ciudadanía de la que tanto dice que forma parte como una más, tergiversa la historia y pensando que la ignorancia se admite en Barcelona, se exhibe con mayor pompa y circunstancia llamando “facha” al marino, al que Cuba respeta y ella desprecia. Nunca estuvo Barcelona tan mal representada.

Cuando Boccherini compuso su “Música nocturna en las calles de Madrid”, sublime, pura armonía cuando rasgan los violoncellos, además de inspirarse en la sobria e imperial ciudad de Madrid, miraba con nostalgia la alegría y el bullicio de esa ciudad en la que los jóvenes representaban la frescura de las almas sin rencores, sin revanchismos sociales, sin esas actitudes políticas de quienes mantienen un espíritu de venganza desechando, entre otras cosas, la Historia.

Vivimos unos momentos que se prolongan ya desmesuradamente en el tiempo, en los que el empeño y el ahínco de muchos que tocan poder es traslucir su odio y hasta su frustración en detrimento del respeto y del cariño que la sociedad exige.

Cervera no fue comunista ni un hombre de izquierdas ni de derechas, fue un patriota que tenía a España metida por las venas, que asumió, con ejemplar obediencia cuando lo de Cuba, el compromiso de la decencia y el heroísmo de sus mayores.

Cuando la alcaldesa venida a menos dijo que el amado público del cómico de pésimo gusto y payasadas insolentes, Pepe Rubianes, se había reunido para quitarle el nombre de esta calle a un facha, estaba no solo insultando a un marino, deformando coloquialmente el término fascista, sino pisoteando el altar de la decencia y el patriotismo, del sacrificio y del honor cuando Cervera acató las ordenes de un Gobierno mediocre, cuando precisamente la industria catalana y la prensa de aquellos días incendiaban los ánimos de la población para defender sus propios intereses (algodón cubano, principalmente), empujando a la nación hacia una guerra que solo podía perder. Las palabras de la entonces regidora de la bella ciudad de Barcelona no solo fueron manifestación de una irresponsable indigencia intelectual sino la proyección de la aversión a cualquier persona que por encima incluso del uniforme represente y ame a España.

Escribíamos en abril de 2018 que el Almirante Cervera se quedaba sin calle en Barcelona, pero no se borraba de la Memoria de la Historia de España (https://www.periodistadigital.com/politica/opinion/columnistas/20180419/almirante-cervera-queda-calle-borra-memoria-historia-espana-noticia-689400842401/).Con la instalación de la placa en Madrid, su memoria quedará gráficamente perenne, excepto que otro alcalde o alcaldesa al gusto opte de nuevo por quitarla. Hay que acordarse que a la muy veterana en edad, Manuela Carmena, se le “olvidó” poner la placa al Almirante Cervera, después de que la iniciativa del PP, que salió adelante con el apoyo del POSE y Ciudadanos, fuese aprobado en un pleno de Chamberí con la expresa oposición de la alcaldesa y su grupo de Ahora Madrid.

Mejor, váyase, señora Carmena, su tiempo, si lo tuvo, ha pasado, el del Almirante quedará imborrable para siempre.

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