Terminado por fin el juicio contra los presuntos golpistas, mientras no los condene un tribunal no se puede afirmar que lo sean, nos queda la sensación de que los citados y sus seguidores independentistas viven mentalmente en un mundo distinto al de los restantes españoles.
Un mundo en el que se han inventado prácticamente todo lo que dicen ser, desde su historia, a su cultura y acabando con su raza (recuerden manifestaciones del actual presidente del gobierno autonómico).
Esta confusión mental en la que están felizmente sumergidos, les lleva a querer justificarse y tratarnos de convencer con planteamientos difíciles, por no decir imposibles de mantener, de la bondad democrática de lo que pretenden.
Tanto es así, que solo podemos considerar dos opciones. O bien tienen unas mentes privilegiadas, por lo que no podemos entender los razonamientos que salen de ellas, o bien son unos caraduras que se creen que el resto de ciudadanos somos tontos. Cualquiera de las dos es posible, pues no olvidemos que ellos son una raza superior.
Según los susodichos, todo lo que pasó en su tierra fue pacífico y espontaneo, por lo que tenemos que suponer que los videos vistos fueron un montaje con ánimo de culparles. Igualmente los cortes de carreteras, la paralización del metro, etc., fueron acciones destinadas a proteger a la ciudadanía de posibles accidentes.
Mantienen que la democracia, la voluntad popular, está por encima de la ley, de la legalidad. Este es el craso error en que se amparan y del que no renuncian. Prueba de ello es que terminado el juicio, el estudioso del ADN ha dicho en la cámara catalana, que lo volverán a hacer.
Veamos, la democracia es la forma de gobierno en que el poder político es ejercido por los ciudadanos o sus representantes, pero de acuerdo con unas normas, una legalidad, que han pactado previa y mayoritariamente. Si en un momento determinado consideran que hay que modificar dicho pacto, lo hacen, pero del modo contenido en el mismo.
En consecuencia la democracia no justifica el saltarse la legalidad, lo que se tiene que hacer es cambiarla, de acuerdo con la misma, si considera que es preciso. No puede hacerse, como dijo una política catalana al poco de acceder al puesto, no obedeceremos las leyes que nos parezcan injustas, pues como todos tenemos los mismos derechos, si todos hacemos lo mismo, el país se convertirá en un nuevo “far west”, donde revólver al cinturón y el más rápido gana. Un buen consejo. Piénselo bien antes, pues si resulta que ustedes no son los más rápidos, luego no vengan lamentándose.
Del desarrollo del juicio sacamos la impresión que la mayor parte de los presuntos golpistas no sabían nada, el dinero para financiar el referéndum debió de caer del cielo, etc.
Una queja bastante común es que podrían verse separados de sus familias por años. Cierto, y humanamente muy triste, pero eso debían de haberlo pensado antes de hacer lo que hicieron.
Otro aspecto a resaltar es la frecuente acusación de judicializar un tema político, cosa totalmente falsa, hasta el punto de parecer muchas veces que ellos eran el tribunal, y los magistrados los acusados.
Ellos se saltaron la legalidad que no les gustaba, en vez de intentar modificarla democráticamente, quizás por ser conscientes de no tener mayoría suficiente.
En definitiva, la cuestión es muy simple, la democracia puede cambiar la legalidad establecida democráticamente, pero no puede saltársela alegremente