Victor Entrialgo De Castro: «Rembrandt, Velázquez, Vermeer»

Victor Entrialgo De Castro: "Rembrandt, Velázquez, Vermeer"

No sé si fue una estupidez o un heroicidad. Yo estaba en el norte, donde había una fresca maravillosa, la única del pais. En concreto en Oviedo. Y harto de las cansinas bagatelas políticas durante meses, de los hippies sin desodorante mezclados con unos cuantos señores en las bagatelas políticas y de los «vengaydales» de los medios, me lié la manta a la cabeza, alquilé un vehículo automático para mi actual lesión y en medio del hartazgo y en el afán de moverme, me fui a Madrid a ver a una amiga y a ver las «Miradas afines» de Reembrandt, Velazquez y Veermeer.

Arranqué bien dispuesto, puse el aire acondiciopnado y cuando me bajé del coche por primera vez en un área de servicio en Adanero, recibí una bocanada de fuego que creí que habia llegado al infierno.

Las primeras míradas afines fueron la de María y la mia cuando fuimos a cenar en un lugar muy bonito, pero al día siguiente ante un calor tórrido desconocido, dudé seriamente en acercarme a ver a mis tres pintores preferidos Rembrandt, Velazquez, Veermeer, que sin conocerse personalmente pintaron en el siglo XVII, con características, tema y técnicas comunes.

El valor que le tuve que echar, con esa temperatura y un coche alquilado por estacionar junto al Prado sabiendo que durante los dos últimos años los políticos de «verano azul» han convertido Madrid en una selva indescifrable. Pero con un Madrid desierto de domingo y treinta y cuantísimos grados, conseguí aparcar junto a los Jerónimos, en una zona marcada en verde que me hizo pensar que al volver me encontraría el sitio. Pero la ocasión y la aventura lo merecían.

«Miradas afines» la exposición estelar del Museo del Prado trata justamente de explicar que por encima de la guerra de los 100 años con loa Países bajos que con la derrota de Munster obtuvieron su independencia y con la paz de Westaflia y los Pirineos comienza el declive del Imperio Español, por encima de todo ello está el genio de los artistas, la búsqueda de la belleza, la forma, el estilo, por encima de los nacionalismos que provenientes del romanticismo, que como nuestros separatistas, valoraban la pintura y los pintores sólo y exclusivamente en función de la nacionalidad. Por supuesto que había pintura propaganda encargada por Guillermo de Orange.

Pero mientras Velazquez pintaba Villa Boghese, Vermeer pintaba el callejón de ladrillo rojo.

Mientras Vermeer pintaba la bordadora y la minuciosidad de su labor, Velazquez hacía lo propio con su costurera.

Mientras el, propio Frans Halls, una personalidad clave en su tiempo por sus relaciones, viajes, etc… pinta un miliciano de luces, ocres y amarillas sosteniendo un vaso de vino y un hombre con gola, que podría se nuestro Presidente, engolado, Velazquez mientras pinta un bufón.

El sindico de los pañeros de Rembrandt y Las Meninas de Velazquez coinciden en que los personajes levantan curiosamente la cabeza sorprendidos en el mismo instante que los capta el pintor, lo que añade vida y movimiento al cuadro y parece un precedente de la fotografía.

Otra lección de anatomía, de autor holandés, plagada de rostros de alumnos. Y donde Reembrandt pinta una persona mayor, sorprende el parecido temático con un magnífico cuadro anónimo español, «Las lágrimas de San Pedro».

Fue aquella época de grandes genios, Ribera, Murillo, Reembrandt, Velazquez, Vermeer, Frans Halls, que trabajando cada uno por su cuenta, hoy podemos reconocer miradas afines.

Carrera de San Jerónimo arriba, los mallamados representantes políticos de los españoles, llevan 3 meses para identificar las miradas afines. Y no las han encontrado, ni tienen pinta de que las vayan a encontrar.

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