En estos días de Brazos Abiertos («OPEN ARMS») me acuerdo de una obra de teatro, “Panorama desde el puente”, llevada al cine por Sidney Lumet.
El argumento se basa en una familia de emigrantes italianos, ya legalizados y residentes que tienen acogido a un ilegal, llegado de Italia.
Este joven y una muchacha, hija o hermana de la esposa del jefe de familia, se enamoran, y dado que el padre político –Raf Vallone está formidable- la malquiere, los celos de éste le empujan a denunciar al ilegal a la Oficina de Emigración.
Recuerdo este magnífico drama de Arthur Miller porque muestra la dura y rigurosísima política de búsqueda y deportación de los inmigrantes furtivos de aquellos años. Y más en paralelo de estos tiempos nuestros de politicastros inmorales, leyes espurias, contrahechas a lo loco por Zapatero y emborronadas ahora con falsas caridades.
Trump, el feo y malo.
Es curioso, por ridículo, que cada día los noticieros nos pongan a Mr. Trump como no imaginarían brujas, por su clara y decidida defensa del pueblo estadounidense y, sobre todo, por la buena salud de su economía. Su “¡America first!” mantiene las cifras de paro más bajas de los últimos 50 años, cincuenta, sobre una población activa que, para más éxito de índices, se ha incrementado en el último semestre. Estos datos, para un país de más de 300 millones de habitantes, son algo fortalecedor hasta cotas de casi ciencia ficción.
A lo dicho se añade que negocia y obtiene lo increíble con la Reserva Federal, increíble con semejante entidad; que coloca en su sitio a Irán sin permitirle desvío de sus programas nucleares; que despliega su flota en el Pacífico y negocia con perspectivas de entendimiento con Corea del Norte y el gigante chino, algo a todas luces inimaginable para la Clinton y el “elegantísimo” Obama, su supuesto jefe. Y es a este hombre, Donald Trump, al que nuestros periódicos y emisoras seudo-gubernamentales tachan de bruto, de incivil y retahíla de piropos parecidos. Ya nos gustaría un Trump “haciendo a España grande otra vez…”
Se dice del señor Trump que ha provocado el rechazo del emigrante, incluso de fomentar el odio del sajón contra el latino… Lo que para algunos justificaría ciertos episodios deplorables. Pero eso no es verdad. Ni Trump ni ningún empresario grande o pequeño de los EE.UU., o de cualquier otro país, desprecia a un emigrante que llegue con el honrado propósito de trabajar. El extranjero cualificado que va a los Estados Unidos –lo mismo el que viene a España-, un médico, un ingeniero, un albañil cualificado, un bodeguero, un buen mecánico, etc., alguien que se ha ocupado en tener un oficio, o una titulación, en saber el idioma, es y será siempre acogido con los brazos abiertos.
Las noticias de recientes atentados, tristes por sus víctimas, respecto a la supuesta o aparente animadversión al inmigrante, están, a mi juicio, torcidas por periodistas paniaguados y por partidos que se benefician de esa población de inmigrantes ilegales. ¿Cómo…? Por la idea de que cuantos más ilegales haya, más parientes con ciudadanía votarán al partido que prometa legalizar a todos los ‘simpapeles’. Los votos de los internados amigos irán con toda lógica hacia el partido que prometa admitirlos y legalizarlos.
Una Iglesia fullera
El argumento caritativo, humanitario, es aquí esencialmente hipócrita y farisaico. Lo es porque esos ilegales, que entran en los USA –como en España o Italia- están dispuestos a robar puesto y sueldo del inmigrante legal. Y con ello diseminar un sustrato de empresarios sinvergüenzas que no solo les explotan sino que, encima, evaden impuestos. Este cuadro de trileros es el que los partidos populistas –antes llamados comunistas- desean multiplicar para capitalizar a los emigrantes que habiendo logrado la ciudadanía voten a las opciones de izquierda que prometen entrada a los ilegales, familia o amigos de los ya ciudadanos con derecho a voto.
En esta Iglesia de nuevas misericordias, tal que el Superior de los jesuitas, Arturo Sosa Abascal, diciendo que el Evangelio es el mejor soporte vehicular para la revolución marxista; o de un Papa que llama conejas a las madres cristianas, en directa promoción del aborto, no podía faltar en este asunto de los “sin-papeles”.
Así, por un lado tenemos los curas- menos hijos de Dios que de las Conferencias Episcopales-, que nos proponen demos, nosotros y no ellos, a los inmigrantes ilegales toda la ayuda que de nuestra enorme opulencia pueda beneficiarles. No debemos limitarnos a los de nuestra religión sino atenderlos a todos aun si son ateos o contrarios a nuestra fe. Es la nueva caridad * en que ya no importa si Cristo es arrinconado. Tampoco si el Jefe del Estado Vaticano, que se tiene por Papa, visita a ilustres autoridades de los hijos de Alá y les besa los pies.
Mas, por fortuna, aunque sin relevancia en los medios, todavía quedan obispos que se enfrentan a estos disparates. Entre ellos el Cardenal Robert Sarah, Prefecto para el Culto Divino, subsahariano como tantos de esos pasajeros de patera. Doy fin a este post con algunas de sus advertencias recogidas por Infovaticana:
«La Iglesia no puede colaborar en esta nueva forma de esclavitud en que se ha convertido la emigración de masas. » (…) «Esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total. » (…) «Si Occidente continúa por este funesto camino hay un gran riesgo de que debido a la falta de natalidad desaparezca invadido por los extranjeros, como Roma fue invadida por los bárbaros.» (Y añade): «Hablo como africano. Mi país es mayoritariamente musulmán, creo saber de qué realidad estoy hablando. » (…) «Dios ha dado una misión a Europa, que acogió al cristianismo. Y los misioneros europeos han proclamado a Cristo hasta los confines de la tierra. Y no fue una casualidad, era el plan de Dios. » (…) «Si Europa desaparece, y con ella los valores imponderables del viejo continente, el Islam invadirá el mundo, y nuestra cultura, nuestra antropología y nuestra visión moral cambiarán totalmente. »
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* “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.” (Catecismo).