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Alfonso Ussía: «He visto con creciente gozo la demostración hortera de altanería y chulesca arrogancia del matrimonio Sánchez»

Alfonso Ussía: "He visto con creciente gozo la demostración hortera de altanería y chulesca arrogancia del matrimonio Sánchez"
Pedro Sánchez y Begoña Gómez llegaron con esta cara a ver al Rey Juan Carlos. PD

Cuando no es el Falcón, que pagamos todos, es la tesis ‘fake’ y cuando no es el doctorado es alguna salida de pata de banco. La última de Pedro Sánchez ha sido la visita al Rey Juan Carlos en el Hospital, donde se llevó pareja, como si fuera un baile.

Y este 3 de septiembre de 2019, con cierto retraso pero enorme alegría, entra al tema Alfonso Ussía, en una de esas ‘homilías’ tan divertidas que publica en ‘La Razón’.

Ussía no tiene clemencia con Sánchez y su esposa Begoña Gómez:

«He visto repetidamente y con creciente gozo la demostración hortera de altanería y chulesca arrogancia del matrimonio Sánchez cuando acudió a visitar al Rey Juan Carlos a la clínica Quirón. Tuvo mala suerte. Pocos minutos antes que ellos llegó el Rey Felipe VI acompañado de la Reina. El Rey conducía y la Reina ocupaba el asiento del copiloto. Nadie les abrió las puertas del coche. El Rey se dirigió sonriente a los periodistas y reporteros gráficos allí presentes y la Reina aguardó junto al coche. Saludaron a la directora del hospital y el Rey, cedió el paso a la Reina y la directora y se perdieron por el vestíbulo de la Quirón en busca de los ascensores».

«Sin escoltas ni servicio de seguridad. Todo sencillo, cordial y discreto».

El Rey Felipe VI y Pedro Sánchez.

Eso repite Ussía, a modo de mantra, para hacer hincapié en las diferencias:

«Se acercó el coche de Sánchez a la clínica. Cuatro escoltas aguardaban la llegada de los inseguros horteras. Dos guardaespaldas más surgieron para abrir las puertas de los desdeñosos ocupantes. Ella no miró a la mujer policía que le abrió la puerta. No le dio ni las gracias, que es un reflejo natural que nada cuesta desde la buena educación. El presuntuoso tampoco agradeció el gesto. Sin mirar a los periodistas, se dirigieron a la puerta, donde aguardaba su llegada la misma directora que recibió a los Reyes. Un fotógrafo de La Moncloa les seguía a pocos metros, y con el fotógrafo, se acumularon en la comitiva ocho miembros más del servicio de seguridad del acobardado presidente en funciones y de su simpática y trabajadora esposa. El presidente no cedió el paso a su mujer y la directora, y sus fuerzas policiales tomaron el vestíbulo».

«Nada sencillo, cordial ni discreto. Una demostración de envarada y fachosa prepotencia».

El periodista, que tiene muy buena memoria, lamenta que este tipo de episodios no son nuevos y echa mano de su hemeroteca particular de «recuerdos comparables».

El Rey Juan Carlos, de copiloto en el coche.

Como cuando operaron a Don Juan de Borbón de un desprendimiento de retina en Barcelona y le visitó su nuera, la Reina Sofía:

«sola, acompañada por el doctor Joaquín Barraquer y el doctor Alfredo Muiños».

Sin embargo, al día siguiente recibió otra visita:

«Y el pasillo de la planta donde se alojaba Don Juan recordaba a una estación de metro. En cada habitación, un Mozo de Escuadra con atuendo civil, impidiendo la entrada o salida de los pacientes y visitantes de cada cuarto. Y a las 11 en punto, surgió de la nada el Muy Honorable Pujol, acompañado de su jefe de gabinete, de un señor con barbas que nadie averiguó su cargo ni cometido y de un miembro de la familia Vilallonga. Lo que quedó en el vestíbulo no lo vimos, pero calculamos que al menos veinte escoltas ocuparon la entrada y los entornos de la clínica».

«Estoy seguro de que Pujol daba las gracias, cedía el paso a las mujeres, y sabía mantener las formas. Con Don Juan lo demostró. Otras cosas son sus otras cosas. Pero esa chulería de nuevos ricos, esa arrogancia digna de urgente visita al psiquiatra o el psicólogo, esa antipatía y desdén con las personas a su servicio, esa altanería hortera de los Sánchez, se me antojan impresentables».

«¿Qué se han creído? ¿Unos pocos meses en La Moncloa han disparado sus egos hasta nubes falconianas?».

Y para concluir, la puntilla para Begoña Gómez:

«Al menos él, el vencedor en la derrota, es el presidente del Gobierno en funciones. Pero lo de ella carece de justificación, siempre que la altanería impostora necesite de justificaciones o disculpas. Ese desdén ineducado hacia los demás, es prueba irrefutable de peligrosidad social».

 

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