“El único pecado que no puede perdonarse es la hipocresía. El arrepentimiento del hipócrita es, en sí mismo, una hipocresía” Henry Hazlitt, filósofo, economista y periodista estadounidense.
Pedro Sánchez ha demostrado ser un hipócrita en un asunto tan delicado como la acogida de inmigrantes. Lo ha demostrado en otros muchos asuntos, pero este es el más diáfano, el que lo destapa brutalmente. Pedro Sánchez ha perfilado un abismo de hipocresía entre su comportamiento ante el Aquarius y su comportamiento ante el Open Arm, ofreciendo uno de los ejemplos más ruines y mezquinos de hipocresía. No ha sido con el Open Arm donde ha mostrado su hipocresía, no. Precisamente es ahí donde ha mostrado su verdadero talante, el talante de una persona a la que le importa un pimiento los inmigrantes y sus penurias. Fue con el Aquarius cuando, revestido de toda su impostura, de su falta de escrúpulos, mostró su hipocresía de forma exponencial mostrándose en sus declaraciones como un arcangélico ser bajado de los cielos que, con los brazos abiertos, sonrisa meliflua y talante suave, abría las puertas de España a los inmigrantes. En esos momentos, haciendo alarde de su hipócrita buenismo, Sánchez utilizó a los inmigrantes con fines electorales, de propaganda personal y para embaucar a unos ciudadanos idiotizados haciéndole ver su imagen como la de un ser celestial compendio de todas las virtudes. No se puede ser más hipócrita, no se puede ser más calculador, no se puede engañar más miserablemente a los ciudadanos, y todo por lo que en ese momento le beneficiaba políticamente.
No hay ni un solo gesto, ni una sola palabra, ni un solo tic, ni una sola pose, ni una sola foto, ni una sola presencia ante los medios de Pedro Sánchez que no obedezca a elevar a su persona y a su imagen por encima de los demás mortales, sobre todo de sus enemigos políticos. Ahora a estas cosas se las llaman “relato”, yo las llamo impostura; una impostura que, en el caso de Sánchez, consiste fundamentalmente en apagar todas las luces de quienes pueden hacerle sombra y envolverse él en el halo luminoso del foco, de forma que la ciudadanía, cegada por tanta luz, quede estuporizada, sin capacidad de análisis y entregada estúpidamente al líder de la “secta”
Apúntese esto, señor Sánchez: “Usted es un farsante de libro, que se mantiene bajo el hielo de su hipocresía”