Es reconfortante encontrar un personaje público y famoso que no se muerde la lengua y que, lejos del veneno de lo “políticamente correcto”, habla claro, y da la cara al decir la verdad, triste verdad de esos políticos mediocres que nos ha tocado sufrir en los tiempos que corren. Gracias Sr. Caprile.
Si usted me lo permite Sr. Caprile, yo voy a añadir que también están mal diseñados. Lo puede usted confirmar desde su posición de diseñador de élite. El diseño de cada uno de ellos es tan burdo, tan basto, tan escamoso que hace daño a la vista. Ya lo dijo en una ocasión Giulio Andreotti en una de sus visitas a España al pedirle su opinión sobre la política española: “Manca fineza” (*) contestó. Uno se pregunta cómo se puede confiar en nuestros políticos. Cómo se puede hacer oídos a sus palabras, sus argumentos y sus tesis de patio de colegio durante el recreo. Permítame Sr. Caprile que la haga una pregunta: ¿Puede salir algo medianamente aceptable cuando ni el diseño, ni el corte, ni el cosido cumplen los mínimos estándar? Imposible ¿verdad? Si aplicamos esta norma a la política uno se pregunta ¿Puede salir un estadista de un político profesional que ha hecho de la política su modo de vida y del poder su ambición? ¿Puede un país avanzar cuando sus políticos son, en sí mismos, el problema y el origen de todos los males que aquejan al país?
Nuestros políticos carecen de todas las características que, de siempre, han distinguido a un hombre de Estado de un político mediocre y ambicioso. Realmente nuestros políticos solo tienen un traje pensado para su función: un traje diseñado, cortado y cosido con el único objetivo de alcanzar su bárbara ambición de poder y de privilegios.
(*) Falta finura, sutileza, clase, toque, estilo y sobran las formas groseras y paletas de la política.
