El totalitarismo del lobby LGTBI es ya insoportable, pero es un tema tabú

El totalitarismo del lobby LGTBI es ya insoportable, pero es un tema tabú

El lobby gay, aparte de ser una apisonadora que arrasa con todo lo que encuentra en cuanto a valores y sentido común se refiere, ha llegado a unas cotas que lo hacen insoportable, insostenible y disparatado. De víctimas, han pasado en poco tiempo a victimarios, acosadores y perseguidores de todo aquel que ose ir a la contra de sus errados y anticientíficos postulados. No entran en este juicio los homosexuales y lesbianas que viven como ciudadanos normales sin hacer aspavientos o apología de su sexualidad. Esto debería seguir siendo un tema privado. Dejó de serlo cuando la élite del Nuevo Orden Mundial decidió incorporar todo lo relacionado con el sexo a la esfera política, y lo político es público. He dicho NOM no por error. En realidad, tanto la ideología de género como el movimiento “queer” o el lobby rosa forman un poderosísimo clúster de manipulación, al que la sociedad está siendo inmisericordemente sometida, a la que no le ha quedado más remedio que entrar por el aro, a fuerza del bombardeo subliminal y explícito que trufa absolutamente cada estímulo que entra por nuestros sentidos. Lo lamentable es que los políticos de todos los colores se han ido rindiendo ante los nuevos sacramentos laicistas, a la vez que entregan ingentes cantidades de dinero público para mantener los variados  chiringuitos de adoctrinamiento.

Estos lobbies de presión, que funcionan a manera de secta, están haciendo tambalear la libertad de los ciudadanos, libertad de expresión, de educación y de acción en estos puntos mencionados. Son los nuevos tabúes. En nuestra sociedad se puede robar, plagiar, mentir, calumniar, injuriar, cometer perjurio, asesinar bebés en gestación, agredir, poner bombas, hacer estriptis en las capillas, cortar autopistas, pintarrajear las casas de los jueces, okupar viviendas de otros, amenazar de muerte, y varias cosas más, sin consecuencias penales la mayor parte de las veces, y con el aplauso mediático en la mayoría. Pero si a alguien se le ocurre decir que una señora es gorda, o golfa, o que entre los homosexuales existe promiscuidad, enseguida se ponen los chiringuitos en acción y denuncia al canto. La libertad de expresión en esta era de buenismo destructivo ampara todo tipo de desmanes siempre que se cumpla con el requisito de militar en la izquierda radical con todo su cuerpo de doctrina laicista.

LOS LOBBIES LGTBI NO PERMITEN QUE UN HOMOSEXUAL RECIBA TERAPIA PARA DEJAR DE SERLO

Ahora bien, si una persona homosexual quiere dejar de serlo no puede porque la ley prohíbe tratar a estas personas. Si tenemos hijos pequeños o adolescentes que sienten atracción por el mismo sexo, se nos niega el derecho a indagar por qué manifiestan este comportamiento, de la misma manera que tratamos de encontrar la causa de determinadas fobias, manías o actitudes, como mentir, morderse las uñas, hacerse nudos en el pelo u otras reacciones anómalas. Es decir, se nos abren las puertas para entrar en uno de estos lobbies homosexuales y se nos facilita toda la infraestructura social, médica y mediática para llevar adelante nuestra erróneamente llamada opción sexual, incluido el cambio de sexo, pero si queremos abandonar y hacernos heterosexuales, no podemos porque la ley prohíbe las terapias para encontrar la causa de la homosexualidad y dejar de serlo. Parece increíble, pero es tal y como se lo cuento.

A Elena Lorenzo, una terapeuta especialista en tratar a personas que sienten atracción por el mismo sexo y quieren ser heterosexuales, le ha caído una sanción de la Comunidad de Madrid, de 20.001 euros. Por extraño que parezca, es una ley del 2016 del Partido Popular, en concreto de la inefable Cifuentes, aquella señora rubia que se dedicaba a robar cremas, a comprar masters y a hacer seguidismo de la izquierda a cuyos periodistas alababa y entregó Telemadrid. Muy progre ella, empeñada en eliminar de los estatutos del PP la alusión al humanismo cristiano.

La ley en cuestión, con el absurdo título “Ley de protección integral contra la LGTBIfobia”, en su artículo 70 establece como infracción muy grave la “promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias”. Esto es, si eres homosexual te fastidias porque está prohibido que te ayuden. En este caso, el denunciante es el colectivo LGTB de Madrid, Arcópoli, quien pide más sanciones y más duras.

Es una barbaridad como quiera que se mire e indica una gravísima enfermedad en las instituciones. Ignacio Aguado, otro progre a quien  podíamos enviar a Siberia y nadie lo vería de falta, salvo por la ausencia de sus gansadas, enseguida ha dicho “ni un paso atrás” y no descarta próximas sanciones. Tienen que hacer méritos para que los del orgullo les quiten el veto y les permitan el año que viene llevar su carroza y, de paso, nombren a Arrimadas pregonera. ¡Algo tendrá que hacer en Madrid esta chica! Con lo bien que estaba en Barcelona mostrándole a Torra los cartelitos.

La sanción aún no le ha sido notificada a la interesada, que tuvo que enterarse por la prensa. ¿Quién filtró la noticia a los medios y con qué fin? ¿Ciudadanos para tener un momento de protagonismo en un tema por el que la prensa progre babea? ¿Qué hemos adelantado con el partido naranja en la Comunidad de Madrid si apenas se diferencia de Podemos? ¿Se sabe lo que piensa al respecto Díaz Ayuso? Sabemos del tesón de Rocío Monasterio y del resto del equipo de VOX, pero la metástasis es tan grande y el sistema inmunitario político está tan debilitado que caben pocas esperanzas.

La Asociación Española de Abogados Cristianos (AEAC) recurrirá la sentencia impuesta a Elena Lorenzo y pedirá a la Asamblea de Madrid que derogue esta ley que vulnera principios fundamentales de las personas. Díaz Ayuso debe, cuando menos, modificar esta ley injusta, que atenta contra la libertad. Una ley, además, estúpida y errónea en el enunciado. ¿Quién ha dicho que por querer ser heterosexual se odie a los homosexuales? Esa es una deducción propia del cerebro de la mosca del vinagre.

Yo no odio a nadie, pero si fuera lesbiana y me enterara de que alguien podía revertir mi inclinación, haría lo posible por recibir esa terapia. Y cuando sé de una familia con algún hijo menor, con inclinación hacia el mismo sexo no tengo inconveniente en hablarle de otras opciones y  ponerla en contacto con los terapeutas formados por Richard Cohen. En su libertad está contemplar otras alternativas. Llámese sanar, curar, cambiar o renacer, lo importante es el resultado y cubrir las expectativas de la persona que necesita ayuda. Las palabras importan, pero solo si son bien utilizadas.

Al principio, aludí al Nuevo Orden Mundial porque detrás de todo el montaje LGTBI subyace el proyecto de controlar la población y otras cuestiones mucho más sutiles, entre ellas la animalización del ser humano. El sexo mal entendido y sin control lleva a ello, y si se adereza con drogas para desinhibir y romper todas las fronteras de la conciencia, surge el monstruo. Por eso pasa lo que pasa. Por eso hay manadas. Y los políticos, en Babia. Creen que con bajar impuestos y hacer casas ya se arregla el mundo. Y no.

 

 

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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