Manuel del Rosal: «Andoni Ortuzar, presidente del PNV, y las cocinas inclusivas»

Manuel del Rosal: "Andoni Ortuzar, presidente del PNV, y las cocinas inclusivas"

Aquí en España, incluidos los vascos, se prefiere el tonto al inteligente, el envilecido al irreprochable, el ruin al selecto”

A esto hemos llegado por la manipulación obscena e indecente de los partidos políticos y de sus mamporreros medios de comunicación. El último ejemplo de ruindad y de estupidez étnica lo ha protagonizado Andoni Ortuzar que, sin el más mínimo empacho, ha dicho: “Los políticos españoles tienen menos diálogo que una película porno” y “Luego querrán que los vascos se sientan españoles”. “Ni por el forro” El señor Ortuzar debe de haber visionado muchas películas porno, pero no se ha dado cuenta que en ellas prima el sexo oral, es por eso por lo que el señor Ortuzar cree que en esas películas no existe diálogo ¿Es que acaso existe más diálogo entre dos personas que el “oral”? Y toda esa gilipollezca argumentación para acabar con la cantinela de siempre: que los vascos son el pueblo elegido, el pueblo superior; en una demostración más de supremacía tontuna y ridícula. Pero resulta que, mira por donde, los vascos acaban de demostrar que son tan tontos como los demás y que su superioridad mental es solo una pesadilla de Sabino Arana que tuvo durante su adolescencia. Los listísimos, superiores y superdotados vascos van a sacar adelante una ley que obligue a todos los constructores de viviendas a dotar a la vivienda de una cocina de, al menos, siete metros cuadrados a la que llaman “cocina inclusiva”. ¿Que para qué? “Para que el hombre pueda entrar también en la cocina” (literal). Como podrán ver es una muestra más de la superioridad moral, intelectual, física y mental de los vascos. ¡Esto solo puede ocurrírsele a un pueblo superdotado como el vasco!

¿Pero cocina alguien hoy aquí en España? Nadie, basta comprobar el número de empresas dedicadas a distribuir comida en España, un mercado que mueve 1.500 millones de euros al año. Hoy las cocinas de los pisos y las casas son un espacio inútil que para nada sirve, salvo para recalentar en el microondas lo pedido por teléfono. Una vez llegado a casa el cocido que se ha pedido por teléfono, este se recalienta una vez más en el microondas y se sirve llegando a la boca apelmazado, seco y falto de sabor, pero, eso sí, ni se ha tenido que guisar – ¡menuda molestia! – ni se ha tenido que limpiar la cocina que, desde que la familia se asentó en la vivienda, jamás ha sido utilizada ni para bocadillos y permanece impoluta.
En los años 50 Pepe Blanco recorría España cantando “Cocidito Madrileño”. Una copla de alabanza al cocido, a la madre a la hermana y a la esposa que lo habían preparado con todo su amor. Unos versos decían así: “Cuando el querer / de la mujer le dice al dueño / de su hermosura y su pasión: / Toma, mi bien, / tu cocidito madrileño, / que dentro va mi corazón”. Hoy es imposible que una mujer le muestre su amor al hombre poniendo su corazón en el plato que le está preparando, porque es imposible que, dentro de unos canelones recalentados al microondas, vaya el amor de esa mujer. Los hombres y las mujeres de hoy han olvidado que, en muchas, muchísimas ocasiones, el amor entra por el estómago. Y claro…luego pasa lo que pasa.

Y estando en esas, los superdotados vascos, en una muestra más de superioridad étnica, van a sacar una ley sobre cocinas inclusivas, para que pueda entrar en ella el hombre. ¡Pero si hoy la que menos entra en la cocina es la mujer!

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