José Luis Suárez Rodríguez: «El no al olvido como manteca electoral de Pedro Sánchez»

José Luis Suárez Rodríguez: "El no al olvido como manteca electoral de Pedro Sánchez"

El Presidente en funciones Pedro Sánchez, tras la exhumación del General Franco, salió en el Telediario de las 15 horas del día 24 y, electoralmente dijo, entre otras cosas: “La España actual es fruto del perdón, pero no puede ser producto del olvido”.

Mal que le pese al socialista Sánchez, existe la Ley de Amnistía, de 15 de Octubre de 1977, clave del espíritu de la Transición, con significado de reconciliación para la convivencia democrática para los españoles, que el, como toda la izquierda cainita, quiere olvidar.

Aquel acuerdo histórico forma parte de la auténtica memoria histórica, y se consagró, cívica y amicalmente, con el abrazo entre el franquista Manuel Fraga y el comunista Santiago Carrillo.

En el debate de la Ley intervinieron, entre otros, el sindicalista -portavoz del grupo comunista del Congreso Marcelino Camacho y el nacionalista Xabier Arzalluz. Ambos apelaron al olvido. Camacho dijo entonces que la amnistía era la única forma consecuente de “cerrar una etapa de guerras civiles y cruzadas suicidas” … “¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando “los unos con los otros” si no borramos este pasado de una vez para siempre?”. Arzalluz afirmó que la amnistía “es el olvido de todos y para todos”, y que los diputados debían “dar ejemplo de dicho olvido mutuo”.

El socialista José María Benegas, en el debate de la Ley, la definió como “una ley de punto final”. “Renunciamos -dijo- a revisar el pasado y exigir las responsabilidades generadas durante cuarenta años de dictadura”. “La Ley de amnistía de Octubre de 1977 -confirmó Benegas en otra ocasión- fue una ley de punto final, en virtud de la cual nada de lo ocurrido entre el 18 de Julio de 1936 y el 15 de Junio de 1977 podría ser objeto de reclamación”.

Santiago Carrillo, en un mitin por entonces, dijo que los comunistas “quieren hacer cruz y raya sobre la Guerra Civil de una vez para siempre”; que ya era hora de “superar definitivamente la división de la ciudadanía española en vencedores y vencidos de la Guerra Civil”.

La Transición democrática, iniciada en el año 1977, tuvo como principales protagonistas a los políticos de izquierda, que confirmaron la Amnistía, e impulsó una política de consenso para el perdón y el olvido, acordando la superación del pasado, decidiendo no exigir ningún rendimiento de cuentas, ningún revanchismo, ningún revisionismo interesado, con ausencia de juicios ni de condenas, en un estado de amnistía general para los crímenes de guerra, a cargo del republicanismo radical y anarquista y de la dictadura franquista. Había que pasar página: a los crímenes del “Terror rojo” sobre Iglesias, clérigos, monjas, laicos católicos y políticos derechistas significados, y también a la represión del franquismo durante y después de la Guerra.

La Amnistía del 77 significó una ley del olvido al odio entre españoles, un no al triunfalismo y al revanchismo, al guerracivilismo. Un acuerdo de no hacer menciones al pasado traumático del conflicto para evitar que se repitiera el enfrentamiento fratricida.

La voluntad de olvido contribuyó a la instauración de una democracia pluralista y reformista, ajena a los modelos rupturistas y radicales, para conseguir en España un cambio político, que supuso un arquetipo de transición en momentos de conflicto, y este modelo español de transición fue tomado como ejemplo en otras latitudes.

El Rey Juan Carlos I fue entonces el piloto del cambio; la Monarquía, considerada como instrumento de una transición a la democracia de corte europeo. En Noviembre de 1978, el joven Rey de España se reunía, en compañía de Doña Sofia, en México, con la viuda de Azaña, Doña Dolores Rivas Cherif, para honrar la memoria de su marido. Y ésta le dijo a Don Juan Carlos: “Cuanto le hubiera gustado a Don Manuel Azaña vivir este día, porque él quería la reconciliación de todos los españoles”.

Efectivamente, Azaña hizo alegatos a favor de la reconciliación de todos los españoles. En 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona, afirmaba entre otras cosas: “Todos los españoles tenemos el mismo destino. Un destino común, en la próspera y en la adversa fortuna. Cualquiera que sea la profesión religiosa, el credo político, el trabajo y el acento”.

El desmemoriado Pedro Sánchez, que rehúye el olvido, recordando así a su jefe Rodríguez Zapatero, el propulsor de la “Memoria histórica” para aventar el estercolero de la guerra, en recuerdo, con mala saña de su abuelo, apela ahora al rechazo del olvido como necesidad política: es la vía del conflicto permanente, que para la izquierda mezquina es una mina de obtención de los votos del rencor y la revancha.

Cuando Pedro Sánchez afirma que “España no es producto del olvido”, quiere producir manteca electoral. Pero esa manteca puede producirle resbalones y planchazos.

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