Los camareros que servían la cena en el Foro de Davos miraban el cerdo asado que llevaban en sus bandejas y, asombrados, pasaban sus miradas del cerdo a los hombres y mujeres más ricos y poderosos del planeta; y de los hombres y mujeres al cerdo; y nuevamente del cerdo a los hombres y mujeres, pero ya les era imposible distinguir quien eran los cerdos y quienes los hombres y mujeres (*)
Pierre Brochant y sus amigos organizan todos los miércoles una cena que es una especie de apuesta: el que invite al idiota más idiota gana. Este es el inicio de la película francesa “La cena de los idiotas”.
En Davos, ciudad suiza, los hombres y mujeres más ricos y poderosos del mundo, incluidos los políticos a su servicio, organizan todos los años en el mes de enero lo que se ha dado en llamar Foro de Davos. A cada nuevo Foro, nuevo lema; el de este año dice así: “Construir un mundo más sostenible e inclusivo” Suena bien que es lo que importa, luego…ya veremos. Naturalmente, estos señores organizan cenas de apertura y cierre del Foro que se supone serán cenas que respeten el lema, es decir, serán cenas “sostenibles e inclusivas”. Sin embargo, en estas cenas no están presentes los idiotas como en la cena de Pierre Brochant; los idiotas – los ciudadanos comunes del mundo – tan solo recibiremos las migajas de los acuerdos a los que lleguen para hacer un mundo “sostenible e inclusivo”, pero que aumente aún más sus riquezas y haga más profunda la sima que separa sus estatus socioeconómicos de los estatus de pobreza de los idiotas no invitados. Eso sí, las migajas que recibiremos serán “sostenibles e inclusivas”
(*) Entresacado de “La rebelión de la granja” de George Orwell