La semana pasada asistimos a un espectáculo, que solo se nos ocurre calificar de bochornoso, aunque habrá gente que la alabe diciendo que ha sido un acto político con grandes miras.
Nos referimos lógicamente a la rendición, por parte de “cum fraude”, con la aquiescencia del populismo progre, de la España que conocemos ante el racista catalán y sus secuaces separatistas.
Analicemos a los protagonistas, porque son tal para cual, dos okupas sin escrúpulos.
Por una parte tenemos al de La Moncloa, apelativo que se ha ganado a pulso, pues ha llegado a ella gracias a prometer una cosa y hacer la contraria; asegurar que es blanco, cuando en realidad es negro; mentir cuando le conviene sin ningún pudor. En actos institucionales ha intentado varias veces equipararse, cuando no suplantar al Jefe del Estado. Su objetivo es ser la primera figura. Todo un poema.
El otro es el nazi catalán, que ha escrito verdaderas estupideces sobre la supremacía de la raza catalana respecto del resto de los españoles, del que de entrada podemos decir que al igual que su modelo, el alemán del pasado siglo, el no es precisamente un ejemplo de raza superior. Resulta que está inhabilitado como diputado, como ha reconocido el mismo Parlament, pero a pesar de lo que dice la Constitución e incluso el propio el Estatuto de Autonomía de Cataluña, en su art. 67.2 “El Presidente o Presidenta de la Generalitat es elegido por el Parlamento de entre sus miembros…”, se ha pasado, y le han consentido pasarse, toda la legislación por el arco del triunfo y sigue auto titulándose y ejerciendo como Presidente de la Generalitat. ¡Bravo, olé tus….!
Para empezar, el de La Moncloa fue a ver al otro, cuando debía de haber sido al revés, el inferior acude a la cita que le hace el superior. Hay que dialogar para intentar solucionar los problemas, pero sin perder la dignidad, cada uno en su sitio.
Según algunos comentaristas apuntaron, el recibimiento que le hicieron en la esquina noreste, fue el propio que hacen a un Jefe de Estado extranjero; no sería de extrañar que tengan razón, pues para los independentistas lo es, y él encantado.
Por otra parte algún miembro de la comitiva del Gobierno tuvo una actuación humillante para todos los españoles. Como tales nos dieron vergüenza ajena, por ridículas, las inclinaciones de cabeza, solo faltaron genuflexiones, con que el director del gabinete del Jefe del Gobierno, saludó repetidamente al separatista. Suponemos que éste se hincharía como un pavo. ¡Qué importante soy! Mirad como me adulan los extranjeros de Madrid.
A nosotros la escena nos recordó a la del famoso cuadro “La rendición de Breda”, en el que el perdedor inclina la cabeza ante el vencedor. Esta es la razón del título del comentario, pues sin lugar a dudas, han rendido a España a los separatistas catalanes en esa reunión.
El camino iniciado seguramente continuará, pues ambos okupas se necesitan mutuamente. Sin embargo hay una diferencia, al catalán ciertamente lo apoya parte de su población, ante lo que el de Madrid solo puede oponer sus ansias desmesuradas, rayando en lo enfermizo, de ser el primero, de figurar ante todo. ¿Se estará entrenando porque en su egocentrismo aspira a ser el primer Presidente de una hipotética III República Española?
El conversar está muy bien, pero debe hacerse con dignidad, respetando la ley, dentro de ella. El catalán no puede legalmente seguir ostentando el cargo. Aplicar seriamente el 155, no descafeinado como el anterior gobierno, es necesario para abrir una vía de solución, pero claro, el de La Moncloa no tiene lo que hay que tener para hacerlo, pues perdería su sillón, que para él es sagrado.