Va a ser como un tsunami. Para imaginar el efecto económico que el coronavirus va a tener en la atribulada economía española, sirve un ejemplo doméstico: imagine que se pone seriamente enfermo, tiene que quedarse en su casa y mientras tanto, sin percibir ingreso alguno, sin seguro, sin paro, sin rentas y mientras sus jefes se tiran a la bartola o los trastos, tiene que mantener durante meses a su familia, pagar el alquiler, los estudios de los hijos, la comida, la luz, los impuestos y una hipoteca sobre la casa.
Pues esa es la situación de España, cuyo malhadado presidente see nsta peleando con el vicepresidente y no ha sido capaz, ni será de arbitrar solución alguna.
Y mientras Pedro Sánchez sigue tumbado a la bartola, se esta produciendo una una avalancha de despidos colectivos (ERES) y temporales (ERTES).
No sólo es la cancelación de la Semana Santa o la Feria de Sevilla o el desastre del turismo. Afecta a todo y a todos.
El pronóstico de todos los expertos es que el desplome laboral será tremendo y ha empezado ya con la liquidación de los temporales en sectores como el turístico u hostelería y la marcha a casa de miles de trabajadores del automóvil.
No sólo es la cancelación de la Semana Santa o la Feria de Sevilla o el desastre del turismo. Afecta a todo y a todos.
Las tímidas medidas económicas adoptadas hasta por el Gobierno socialcomunista han sido un parche que no resuelve, en absoluto, el problema de fondo.
La solución no puede centrarse exclusivamente en permitir el aplazamiento de impuestos -faltaría más-, porque lo que reclaman los autónomos forzados estos días a tener que quedarse en casa y, por lo tanto, a paralizar por completo su vía de ingresos, es prestaciones por desempleo; o sea, cobertura por despido.
Es imposible paliar el brutal impacto negativo para las empresas con las «ayudas» lanzadas por el Gobierno de Sánchez.
O el Ejecutivo socialcomunista toma medidas adicionales o el destrozo tendrá consecuencias incalculables para el tejido empresarial.
Porque el problema está en que miles de pequeñas y medianas empresas, un rosario interminable de comercios, han visto cortada en seco su facturación y, lo que es peor, no saben aún cuándo volverán a ingresar.
