Francisco J. Carrillo: «La gestión de las incertidumbres de la globalización del COVID-19»

Francisco J. Carrillo: "La gestión de las incertidumbres de la globalización del COVID-19"

Cabría preguntarse si la aparición sobre la superficie terrenal del coronavirus COVID-19 es un resultado de la globalización de la especie humana y de sus herramientas de comunicación e intercambios o es una consecuencia «natural» de evolución de la humanidad en transformación y sinergia con la naturaleza. Ello no quiere decir que el COVID-19 sea una especificidad que surge de entre las estructuras de la revolución tecnológica. La OMS declaró pandemia a causa de su extensión geográfica. Hoy la circulación de la información se da en tiempo real y las redes cubren el planeta. ¿Qué ocurrió con la bíblica enfermedad, la lepra? ¿Se redujo al territorio de los tiempos bíblicos o simultáneamente estaba presente en otras zonas de aquel mundo? La misma pregunta podríamos formular con la peste bubónica, la sífilis, la tuberculosis, que con anterioridad a la penicilina, las sulfonas y la vacuna, eran de evolución mortal en mayor o menor tiempo.

Conocimos su existencia por relatos evangélicos, por la Montaña Mágica, el Decamerón y los libros de historia. Se recluían, como hoy, a los infectados que se contagiaban por promiscuidad y cercanía. Algo semejante ocurre en nuestros días con el COVID-19. La única diferencia es que la investigación fundamental lo ha identificado pero aún no logró el antídoto ni la vacuna preventiva. Y que teóricamente las personas tienen mayor conciencia de la higiene, aunque se nos esté dando saludables y necesarias lecciones de cómo lavarse las manos o limpiar el móvil y el ordenador. Y, sobre todo, el contagio exponencial.

Hay incertidumbre ante lo que no es inmediatamente controlable a corto plazo que es el plazo al que nos había habituado la globalización. Y en el caso del COVID-19, el corto plazo se impone con medidas drásticas de confinamiento y sin un tratamiento específico, aunque la vacuna preventiva necesita otro plazo en los laboratorios de investigación y en la experimentación clínica para evitar efectos secundarios.

El 4 de marzo, consulté a una fuente médica de primera línea en la investigación en USA. Me dijo sin dudarlo que si el Estado (los Estados) quisieran, prohibiría todo tipo de aglomeraciones (lo que se ha hecho en España el 15 de marzo) por dos semanas y la epidemia desaparecería. Pero esta medida hay que tomarla cuando se conoce el primer o los primeros contagiados. Para algunos científicos, la gestión de esta incertidumbre estaba clara. Pero para otros decidores esta opción radical no estaba clara, máxime ante la ausencia de directrices centralizadas de la Unión Europea y ante la prudencia en exceso de la OMS/ONU. Mi amigo añadía median otros intereses que a veces están por encima de las vidas humanas. Y afirmaba que mientras los meses que dure esta nueva modalidad de gripe, habrá que usar el sentido común en reclusión y evitando todo contacto directo. Teniendo bien presente las medidas de higiene personal y del entorno. Y precisaba con rigor que no veía motivos para la alarma social si se ve en el contexto de la gripe común, aunque -añadía- parece ser el COVID-19 más contagioso que la gripe y, por tanto, más lavado de manos. Y medidas radicales a nivel de sociedad para detener el contagio. Declarar el Estado de Alarma tiene varios objetivos fundamentales: Uno de ellos, unificar a nivel central la política de emergencia sanitaria y la distribución equilibrada de los recursos sanitarios que sean necesarios y prioritarios. Otro, no menos importante, disciplinar a toda la población del país. El ciudadano que frívolamente rompa con las estrictas medidas decretadas, puede ser transmisor o receptor del virus invisible y contribuir de esta manera a su multiplicación exponencial. A veces en sociedades muy individualistas, es inapelable la imposición de la conciencia de la solidaridad.

Mi buen amigo me anexó los resultados de un modelo matemático utilizado en Estados Unidos por el Center for Disease Control and Prevention (CDC), que estimaba que la gripe (enfermedad de NOTIFICACIÓN NO OBLIGATORIA en USA). Entre el 1 de octubre 2019 al 7 de marzo 2020, la carga de la influenza (modalidad de gripe) incidió en los EE.UU. de la siguiente manera:
Entre 36 y 51 millones de infectados; entre 17 y 24 millones de consultas médicas; entre 370 y 670 mil hospitalizacione

s (con síntomas asociados a la gripe); entre 22 y 55 mil muertes. Estos datos de la influenza(gripe) quizá le hacía afirmar a mi amigo (probablemente comparando con los estudios de caso de la lucha contra el COVID-19 en China y en Corea del Sur), que consideraba al COVID-19 en el contexto de una gripe más contagiosa con un coronavirus más agresivo por su complejidad. En el momento de escribir estas notas, China acaba de declarar que ya no se constata contagio alguno. China se cerró durante 4 meses. Europa ahora está más o menos cerrada, según los países que la integran. Creo que las medidas drásticas hay que aplicarlas para toda la Unión de inmediato. China es la referencia y Corea del Sur también.

La investigación fundamental no puede prever ni prevenir todo lo que la interacción entre la población y la naturaleza pueda ocasionar. La gran pregunta sobrevuela la humanidad expectante: ¿Están prevaleciendo las leyes de la libre competencia globalizada en la búsqueda (quizás ya se encontró) del tratamiento y la vacuna del COVID-19 sobre las leyes no escritas de la solidaridad humana? ¿Qué precio -incluso en vidas- se habrá que pagar por el tratamiento y por la vacuna a la productora industrial de los eventuales fármacos y vacunas cuyas cadenas de producción tendrán como objetivos fabricar miles de millones? ¿Juega en este proceso la estrategia de las grandes potencias que buscan la hegemonía comercial y la del poder? El COVID-19 plantea serios interrogantes de fondo y no deja de abrir nuevas perspectivas a nuevas formas de organización mundial, de sus prioridades y del estilo de sus intercambios, así como en la forma en que hasta ahora se han desarrollado las relaciones internacionales. Más que nunca, el COVID-19 requiere una respuesta urgente (y sin secretos industriales) de la cooperación multilateral. ¿Cómo atajar el inicio de este coronavirus en África y en América Latina? Un parón mundial con reclusión casera es un desafío indudable a la razón; una demostración de la fragilidad de la especie que hoy conocemos mejor en tiempo real. Ese parón es una llamada sin equívoco a la necesidad de un considerable incremento de los recursos para investigación fundamental y un toque de atención a la unión y solidaridad de la especie humana. En asuntos vitales que conciernen a todos los habitantes del Planeta no es ético, ni debería ser lícito, que cada cual haga la guerra por su cuenta.

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