La manifestación del 8M y el sectarismo en tiempos de pandemia llevará a medio gobierno a la UCI y a todo él a la oposición

La manifestación del 8M y el sectarismo en tiempos de pandemia llevará a medio gobierno a la UCI y a todo él a la oposición

La gestión de la pandemia y la irresponsabilidad del Gobierno feminista y de progreso atropando gente a las manifestaciones del 8M, cuando sabía a ciencia cierta que el virus estaba con nosotros, llevará a medio Ejecutivo a cuidados por coronavirus y a todo él a la oposición cuando Pedro Sánchez Pérez-Castejón convoque elecciones, aunque sea al final de esta colérica legislatura y sin el intermedio de un gobierno de salvación nacional.

No es fácil olvidar su sectarismo en tiempos de pandemia. No es fácil olvidar que el CSIC alertó al Gobierno en enero de la gravedad del virus, sin que este moviese una ceja. No es fácil olvidar que el Gobierno hizo el avestruz entre esa alerta y el 25 de febrero, cuando se conocieron los primeros casos locales. No es fácil olvidar que el Gobierno siguió con la cabeza en el hoyo entre el 25 de febrero y el 14 de marzo, día en que decretó la alerta, coincidiendo con el fin del trabajo de campo (entre el 1 y el 13 de marzo) del barómetro del CIS de Tezanos, en el que un 65,2% de los preguntados estaba de acuerdo en que se adoptasen medidas urgentes, “aunque fueran impopulares”. No es fácil olvidar que en todo ese tiempo el Gobierno no buscó, compró y almacenó medicamentos, test, batas, gafas, trajes, guantes, soluciones hidroalcohólicas, mascarillas y respiradores con los que dotar a los colectivos que lo necesitarían y a los ciudadanos que los buscarían. No es fácil olvidar que durante esos meses el Gobierno sólo se preocupó de elaborar y aprobar el 3 de marzo un bodrio de propaganda y marketing denominado anteproyecto de Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. No es fácil olvidar que este caramelo quiso enseñarlo y pasearlo irresponsablemente en las manifestaciones radicalfeministas del 8 de marzo: “Solas y borrachas”. No es fácil olvidar las declaraciones del insensato podemita que tenía a su empleado cobrando en negro y sin Seguridad Social ocultando la pandemia y declarando que eran inventos de la derecha y sus medios afines porque “en el mundo real el coronavirus está absolutamente controlado en España”. No es fácil olvidar que se celebraron acontecimientos deportivos con miles de aficionados. No es fácil olvidar que Vox mantuvo su mitin de Vistalegre. No es fácil olvidar que los rufianes del grupo ERC-EH Bildu en el Senado registraron el 24 de marzo una proposición de ley pidiendo modificar el Código Penal para despenalizar los delitos de injurias a la Corona y los ultrajes a España, como la quema de la bandera nacional. ¡En pleno estado de alarma! Hay que ser miserables. No es fácil olvidar que, como los comunistas en Chernóbil, el Gobierno escondió la situación y animó a la población a salir a la calle el 8M y manifestarse en masa para hacer a las mujeres enemigas de los hombres. No es fácil olvidar que la gran mayoría de los sindicalistas liberados de la sanidad pública y de otros servicios fundamentales hicieron oídos sordos a la petición de las autoridades para reincorporarse al trabajo. No es fácil olvidar la traición a la CEOE y a la empresa privada de CC.OO, UGT y la parte podemita del Gobierno. No es fácil olvidar las horas de autocomplaciente matraca, propaganda y marketing político que el jefe de todo este dislate, D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, distribuye por arrobas en los medios audiovisuales. No es fácil olvidar que el Gobierno del mentiroso ha vuelto a mentir, esta vez a la OTAN, declarando que la pandemia empezó en España el 9 de marzo, un día después del día de la infamia: el 8M. No es fácil olvidar que China tuvo el primer contagio el 17 de noviembre, que hasta el 31 de diciembre no lo notificó a la OMS y que con el bicho al hombro sus ciudadanos viajaban por todo el mundo. No, no es fácil olvidar. No.

Como no es fácil olvidar la debilidad del Estado para luchar contra la pandemia con un solo mando y una sola voz. Sí, señores Sánchez e Iglesias Turrión, una sola voz y no esa frasecita de la factoría monclovita del desgobierno de coalición: “varias voces pero una misma palabra”. Una debilidad del Estado representada en ese cascarón vacío de ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, descoyuntado en tres cortezas, para más inri, que por no tener no tenía ni lista de suministradores del material necesario para luchar contra el virus y evitar contagios. Una debilidad del Estado manifestada, en fin, en los hechos y silencios acobardados de Sánchez frente a las palabras desafiantes de Joaquín Torra i Pla, las más taimadas de Iñigo Urkullu Rentería (ambos poniendo zancadillas por debajo de la mesa de crisis) y las desesperadas de otros presidentes de Comunidades Autónomas del PP y del PSOE haciendo la guerra por su cuenta ante la falta de coraje y eficacia del Gobierno de España.

Como no es fácil olvidar, pero esta vez para ejemplo perenne, al colectivo sanitario, público y privado, entregado abnegadamente a su labor en primera línea de contención en la batalla; a farmacéuticos, personal de residencias de mayores, servicios funerarios, servicios legales, de Justicia de banca y de seguros; limpiadoras, agricultores, ganaderos, pescadores, tiendas de alimentos y de otros bienes de primera necesidad, transportistas, gasolineras, lavanderías industriales, servicios de limpieza de calles y de recogida de basuras,…Y a los alcaldes, sí a la mayoría de corregidores, que, sin distinción de colores, han sabido trabajar con sus vecinos. Y al sector privado, a la iniciativa privada, que demostró su formidable solidaridad y capacidad de respuesta en todos los sectores de la economía de mercado, desde el financiero al de otros servicios esenciales; desde el de producción de bienes al de distribución; desde el logístico al cultural, con periodistas y medios de comunicación contrastando, evaluando, valorando, difundiendo certezas, informando, resolviendo dudas, opinando y criticando con solvencia, aunque también tengan que hacer crítica de sus primeros días.

Sí hubo firmeza, ¡menos mal!, en quienes se pusieron al frente de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. En todos: policía nacional, guardia civil, mossos de escuadra, ertzaintza, miñones y policías locales, y en el Ejército, ese que el 4 de octubre de 2014 quería suprimir Sánchez porque cuesta dinero: ¿Qué Ministerio sobra y qué presupuesto falta?, le preguntó el periodista de El Mundo Rafael J. Álvarez. “Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género…Y sobra el Ministerio de Defensa”. Ese Ejército al que se ha encomendado el Gobierno para evitar el naufragio logístico en la guerra contra el coronavirus. Ese Ejército que obedece, cumple órdenes y resuelve en todos los lugares de España, aunque se le frene en horas decisivas porque algún reyezuelo independentista de taifa se opone a que entre en “mi” territorio y un presidente acojonado se arredra. Ese Ejército, en fin, que devuelve el mil por cien de los céntimos que le asignan en los Presupuestos Generales del Estado (PGE).

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Autor

Jorge del Corral

Hijo, hermano y padre de periodistas, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Ha trabajado en cabeceras destacadas como ABC y Ya. Fue uno de los fundadores de Antena 3 TV. Miembro fundador de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y del Grupo Crónica, creador de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) y fundador de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA). Un histórico de la agencia EFE, donde fue subdirector y corresponsal en Roma.

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