«Y después de la pandemia, ¿qué y cuánto cambiará en España y en el Mundo?»

"Y después de la pandemia, ¿qué y cuánto cambiará en España y en el Mundo?"

Cuando pase la pandemia, cuando el mundo supere sus secuelas físicas, psíquicas y económicas, ¿cuánto quedará de la sociedad actual?, ¿Qué cambiará en España, en la UE, en el planeta?

Ojala lleguen pronto verdaderos hombres de Estado: los que miran lejos y no sólo a un día y con la frasecita de marketing de la mayoría de nuestros políticos actuales: simples e ignorantes porque han perdido la noción del largo plazo y caminan de una elección a otra para mantener su poder y sin buscar el bien común. Y llegarán los hombres de Estado porque lo demandarán los españoles para la tarea de reconstrucción que nos espera: larga y dura; para fortalecer nuestro raquítico Estado, revisar la organización constitucional y la Nación de ciudadanos libres e iguales; nuestro modelo de vida, de desarrollo y de producción teniendo como norte el papel fundamental de un Estado: garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Esa misma sociedad española y europea que tiene que estar alerta para impedir que tras la pandemia cambie nuestro modelo occidental, basado en los valores de libertad, democracia y control sobre los gobiernos; del dominio del Derecho, de la privacidad, de la movilidad, del crecimiento económico y del libre mercado, por otra exaltadora del Estado como controlador de nuestras vidas, restricción de nuestras libertades y de la economía de mercado e imposición del colectivismo que tanto abunda en sociedades asiáticas y regímenes comunistas y populistas. Porque como pidió desde Roma, días antes de que la ciudad eterna se cerrase al mundo por la pandemia, el filósofo y profesor de Derecho Luigi Ferrajoli, hay que levantar un constitucionalismo planetario, “una conciencia general de nuestro común destino que, por ello mismo, requiere también de un sistema común de garantías de nuestros derechos y de nuestra pacífica y solidaria coexistencia”. Henry Kissinger (96 años) ha escrito en el Wall Street Journal que “de la actual atmósfera surrealista del Covid-19 emergerá un mundo diferente”, ha añadido que “Las naciones se unen y prosperan en la creencia de que sus instituciones pueden prever la calamidad, detener su impacto y restaurar estabilidad. Cuando la pandemia termine, las instituciones de muchos países se percibirán como un fracaso” y ha recetado un esfuerzo titánico en tres frentes: lucha contra las enfermedades infecciosas, reconstrucción de la economía mundial y salvaguarda del orden liberal internacional.

Y es que ya estamos viendo estas semanas cómo a medida que se cierran fronteras y se expulsa a los extranjeros hacia sus respectivos países porque son los nuevos apestados, crece el vitriólico nacionalismo, engendrador, como siempre, de sangrientos y devastadores conflictos, e incapaz de dar respuesta a problemas planetarios. Como incompetentes, también es verdad, están siendo estos meses muchos gobiernos que, ocupados en el día a día, desoyeron un documento de septiembre de 2019 del Banco Mundial y de Naciones Unidas que llamaba a prepararse para lo peor: una epidemia planetaria de una gripe especialmente letal transmitida por vía respiratoria que, además de cercenar vidas, destruiría las economías y provocaría un caos social. La presidenta del grupo que firmaba el informe, Gro Harlem Brundtland, antigua primera ministra de Noruega y exdirectora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), denunció que ningún Gobierno estaba preparado para la pandemia ni había implementado el Reglamento Sanitario Internacional, aunque todos lo habían aceptado (Lo clásico: bueno sí, pero al cajón de las cosas que no son urgentes). “Nos sorprende –dijo Harlem-que el mundo esté tan mal provisto ante una pandemia de avance rápido transmitida por el aire”. ¿Lo estaremos la próxima vez? ¿Lo estará la Unión Europea?, cuya Comisión, Consejo y Parlamento estuvieron silentes y ausentes cuando Europa era el nuevo foco mundial del coronavirus y constataban el sálvese quien pueda de sus Estados miembros. ¿Sobrevivirá a esta prueba?

China y Asia en general a lo mejor pasan a ser definitivamente el polo de atención mundial, aunque la primera, quizás, dejará de ser la fábrica global porque habrá muchas voces que pidan desengancharse de ella, alejarse de su dependencia productiva y logística, y porque ha manejado muy mal la crisis: primero tratando de ocultar el virus, luego negando su gravedad, más tarde culpando a otros y, por último, suministrando equipos sanitarios de baja calidad y con un sistema de subasta inhumano. Tendremos reservas estratégicas de más productos y no sólo de petróleo y gas; las residencias de mayores se rediseñarán, se dotarán de nuevos medios, funcionarán de otra manera y tendrán protocolos para actuar según qué problema; volveremos a ver almacenes de bienes esenciales, ahora suprimidos porque son caros, y fábricas de producción de todas las piezas necesarias para armar in situ el conjunto de un bien principal y no solo de montaje con componentes elaborados a cientos de miles de kilómetros en distintos países del mundo y con diferentes regímenes políticos. O al menos se recolocarán algunas industrias fuera de China, acortando el radio de intercambio intenso hasta hacerlo más regional. Los gobiernos centrales procurarán que el Estado sea autosuficiente en bienes de primera necesidad, entre los que se incluirán no sólo los alimentos, las telecomunicaciones, la energía y las infraestructuras críticas, sino también la salud, la logística, la seguridad… Tras el fracaso de la ONU y sus Agencias, quizás el poder se distribuya de forma distinta a como lo hemos conocido tras la II Guerra Mundial.
Y si seguimos la Teoría General de los Sistemas, del biólogo alemán Ludwig von Bertalanffy, el Mundo cambiará, el ser humano cambiará, “el núcleo relacional primario sobre el que se desarrollará la convivencia volverá a ser la familia -como ha declarado el psiquiatra Luis Ferrer y Balsebre-, las viviendas serán más para vivir y trabajar que para recibir; los niños volverán a ser niños y dejarán de ser proyectos de inversión o lujo, y los abuelos regresarán a casa porque recuperaremos tiempo, afectos y espacios disponibles”. Ojala acierte Ferrer, aunque antes y durante un tiempo pasemos por llevar todos mascarilla, suprimir besos, abrazos y apretones de manos, y hablar con un cristal por medio con todo el que dispense al público bienes y servicios.

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Autor

Jorge del Corral

Hijo, hermano y padre de periodistas, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Ha trabajado en cabeceras destacadas como ABC y Ya. Fue uno de los fundadores de Antena 3 TV. Miembro fundador de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y del Grupo Crónica, creador de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) y fundador de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA). Un histórico de la agencia EFE, donde fue subdirector y corresponsal en Roma.

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