Victor Entrialgo De Castro: «Tiemblan las libertades»

Victor Entrialgo De Castro: "Tiemblan las libertades"

Cuentan que durante la guerra del Vietnam, en el arreón final que dió por sorpresa el Vietcong durante la batalla de Saigón contra los americanos y los survietnamitas, el general americano al mando llegó a decir “estos del Vietcong son unos hijos de puta”. Hay que hacerse cargo de la situación.

Esa justamente, es la expresión más usada por los españoles desde el siglo XVI ante la impotencia, el enemigo, el amigo, el rival deportivo, una situación límite o el mal, visto de cerca o cotidianamente.

En consecuencia, el español necesita llenarse la boca para liberar parte de la sangre que se apelotona en las venas de su cabeza ante la impotencia, la negligencia, la prepotencia, la pandemia o el desamparo de su gobierno.

No sé cuál es el motivo exacto o los mensajes en cadena que el Gobierno teme y quiere censurar, precisamente porque por haberlos utilizado el 15-M, durante los escraches mafiosos que “a tantos hacían gracia” conocen bien lo que ahora se han vuelto contra ellos. Nada de lo que han aducido ahora los atacantes de entonces es motivo suficiente para cercenar las libertades, censurar las redes sociales, como están intentado y se han propuesto con Newtral, Maldita, Ana Pastor, Ferreras, la sexta y otros inventos.

Una cosa es que el desahogo, -porque el virus causa el ahogo,- se haga de modo gratuito y otra pagando, o sea, con fundamento, como el general americano en Saigón ante aquella carnicería. En Vietnam pagó con la vida de 58.000 soldados muertos. Poco parece aquella expresión ante tamaño drama histórico.

En la vida cotidiana de nuestro país la referida expresión de Saigón cumple sin duda una función de liberación, catártica, que se reserva para ocasiones extremas y si es absolutamente gratuita y no tiene motivo suficiente resulta una grosería, una ordinariez. Pero al menos hoy día, resulta evidente que nadie tiene en cuenta el parentesco a la hora de defenderse con el improperio frente a una situación de alarma o un grave ataque.

El general americano en aquella emboscada de Saigón pudo decir “cáspita”, pero qué le vamos a hacer, le salió hijo de puta. Eso no es odio, para el que éste Gobierno de timoratos socialistas y niñatos podemitas henchidos de rencor heredado, que han hecho gala de tanta inquina, de tanto desprecio al pueblo español, creando incluso un ridículo laboratorio del odio que ellos determinan como jueces del bien y del mal montando estrategias y sociedades para controlar las redes sociales como “arma revolucionaria” frente al pueblo al que se deben.

Mientras luchamos contra la pandemia, algo nunca visto, ellos intentan cercenar las libertades con intereses partidistas. No sé en realidad si estamos en guerra contra un monstruo infernal, como ellos mismos se han empeñado en recordar para minimizar su responsabilidad en la previsión y contención del virus, tarea que no le deseo a nadie. Pero si a alguien le tenía que tocar el marrón era a un presidente engreído, narcisista y prepotente que nos ha traído a los españoles hasta aquí a través de la mentira, la ambición y la traición.

Un gobierno que no sólo no está acompañando a su pueblo, sino que dentro del golpe de estado continuado que Pedro Sánchez está llevando a cabo desde que accedió al poder y por el que está recibiendo palos presentes y pendientes, decide censurar los comentarios y decir lo que se puede y lo que no se puede decir ni reenviar. Dictaminar lo que es odio y lo que es bondad.

Los españoles deben darse cuenta de que esta “gente de confondimiento” en medio de una pandemia se está cargando las libertades. Ayer con la propiedad privada y hoy con la libertad de expresión. La pregunta que debemos hacernos los españoles es cual vulnerarán mañana.

No sé en realidad si estamos en guerra contra un monstruo infernal, o contra dos, porque cuando hayamos vencido al coronavirus, el dinosaurio aún seguirá allí.

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