Pedro Rizo: «La religión de la ONU»

Pedro Rizo: "La religión de la ONU"

Me escribe un veterano lector sus preocupaciones sobre la marcha de la Iglesia bajo el pontificado de Francisco. Muy en especial se refiere a la propuesta, publicada ‘en voz baja’, sobre una reunión de todas las religiones para pedirle a Dios que desaparezca el Covid-19.

Así, hoy tenemos que “el Obispo de Roma” y Papa Francisco, parece apoyar el proyecto de la ONU, según el cual los credos más extendidos se unirán en oración por el fin de la pandemia Covid-19, me atrevo a transmitirles algunas deducciones.

La primera es que los católicos nos hermanaríamos, o iríamos del brazo, con todos los credos que niegan a Nuestro Señor Jesucristo, bajo la doctrina de que en la práctica todos son válidos pues se orientan hacia, o proceden de, un único Dios de todos los hombres. No olvidemos que así lo sentó “doctrinalmente” el Santo Súbito Juan Pablo II en su visita pastoral a Casablanca (Marruecos). Cosa que, aún lógica, sólo se justificaría mediante la apostolicidad instruida por su Hijo, encarnado el Año Uno de nuestra era.  (Véase el articulo Luces de Navidad ).

Cosa no posible, desgraciadamente, bajo la iniciativa de la ONU, puesto que todas las religiones, en sus mutuas contradicciones se desautorizarán entre sí, instruyéndose de facto hacia una sola doctrina: la dictada por la nueva autoridad de la ONU. Veamos el porqué de tal ‘autoridad’.

La natural debilitación de la peste Coronavirus – como ocurrió con todas – dará fe de que “Dios nos ha oído” y que, por tanto, acepta la amalgama de religiones con sus contradicciones, símbolo de unión para una nueva religión mundial. Nueva fe que quedaría avalada por el cielo al debilitarse o desaparecer la peste de Wuhan. Dios habría oído a la ONU. Y la ONU, ya con la autoridad del Altísimo, promovería una nueva religión universal. Así, ahora se comprenda, tal vez, por qué el Papa Francisco desechó hospedarse en San Pedro y prefirió la más modesta residencia de Santa Marta: alguna voz le llegaría del cielo para ese cambio de domicilio. Ya lo dijo: “Sólo soy el Obispo de Roma”.

Y aquí me quedo. No sigo elucubrando cuando recuerdo que Benedicto XVI, para justificarse de su renuncia, afirmó estar muy débil ante “grandes acontecimientos que no se veía con fuerzas para enfrentar.”

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído