Más que del coronavirus, lo que verdaderamente le debería de preocupar al Gobierno Sánchez es la pandemia política que ha provocado su pacto secreto y repugnante con el partido de Arnaldo Otegi.
Ya empieza a cobrar fama y fortuna el término ‘CoronaBildu‘ para referirse a la crisis que amenaza con llevarse por delante a este Ejecutivo o, cuando menos, cobrarse unas cuantas víctimas en forma de dimisión.
A estas alturas de la película no hay que salve la cara al presidente del Gobierno. Todo son a exigirle responsabilidades por un absurdo e intolerable acuerdo con una formación a la que, además, no necesitaba para prorrogar el estado de alarma por quinta vez.
Evidentemente, la llegada de Sánchez a Otegi o viceversa tiene un nexo claro, el vicepresidente segundo del Ejecutivo socialcomunista, Pablo Iglesias. Es el líder de Unidas Podemos quien está propiciando este tipo de acuerdos que a él le vienen que ni pintados para intentar socavar el suelo del presidente e intentar escalar hasta la codiciada poltrona de La Moncloa.
Así las cosas, el editorial de El Mundo es taxativo a la hora de definir lo que ha supuesto el acuerdo de Sánchez con Bildu:
El pacto con los herederos de ETA para derogar la reforma laboral a cambio de su apoyo parlamentario –por si Cs y ERC decidían finalmente votar en contra– ha fracturado internamente el Gobierno, generando un poso de desolación y desconfianza con el presidente de los ministros de las áreas técnicas y económicas, que llevan semanas tejiendo cuidadosamente el diálogo social con empresarios y sindicatos.
El Gobierno, en apenas cinco meses de legislatura, está roto. Y no tiene fácil recomposición. Se ha puesto en evidencia el error de meter en el Consejo de Ministros a un grupo como Podemos que no se ha cansado de repetir que su objetivo pasa por acabar con la Constitución de 1978 y romper la convivencia entre españoles. Hipotecar la continuidad del Gobierno a proetarras y separatistas no es sostenible para la cuarta economía de la Unión Europea.
ABC tacha de indignidad ese pacto con el partido de Otegi:
Es indigno que Sánchez blanquee a un criminal para garantizarse triunfos en el Congreso. Iglesias está forzando a Sánchez a depender de Otegi, y el PSOE lo está aceptando con gusto y sin oposición real. No es una equivocación, sino una táctica meditada, aunque ello indigne al PNV –no siempre se puede ganar– y al propio socialismo vasco, al que Sánchez ha pisoteado con desprecio. Trapichear mayorías parlamentarias mientras nuevos borrokas atentan contra propiedades de dirigentes del PSE para exaltar a un etarra en huelga de hambre refleja dramáticamente quiénes son Sánchez e Iglesias.
Es lógico que Otegi se crezca, y más lógico aún que Iglesias pretenda convertir a Sánchez en un pirómano, porque así debilita a los socialistas. Es incomprensible que el PSOE sea tan miope y esté renegando de tanta sangre derramada, a no ser que eso ocurra porque realmente Sánchez confíe más en Otegi, Iglesias y en sediciosos como Oriol Junqueras que en la Constitución y la democracia. Eso es lo peligroso.