Jesús Romero Guillén: «Un llamamiento a la responsabilidad y a la sensatez»

Jesús Romero Guillén: "Un llamamiento a la responsabilidad y a la sensatez"

La actual pandemia nos ha puesto cara a cara con determinadas entidades microbianas, seres vivos o no, los virus. Piratas celulares o parásitos obligados que lo mismo que poblaron nuestro planeta muchísimos antes que nosotros, seguramente nos sobrevivan y lo hereden cuando la humanidad desaparezca.
Estos microorganismos y cianobacterias fueron los primeros pobladores de nuestro planeta sumergidos en ese caldo probiótico fundacional o “sopa primigenia”, surgida por completo en este medio adecuado con suficientes nutrientes por si mismo, o con ayuda de las aportaciones que procedían desde el espacio a través de mensajeros de vida (meteoritos y cometas), según señalan los partidarios de la panspermia como Ester Lázaro entre nosotros. En realidad, homo sapiens es un recién llegado (250.000 a 300.000 años) si lo comparamos con las primitivas cianobacterias y fragmentos de ARN que habitaron los océanos primitivos hace unos 3.900 millones de años. Para Carl Sagan la naturaleza nos lleva una ventaja de casi 4.000 millones de años.

Ester Lázaro, es una de nuestras principales científicas expertas en microorganismos, defensora de la panspermia e investigadora del Centro de astrobiología (CSIC-INTA) que estudia la evolución experimental de los virus y microorganismos. Lázaro defiende que toda la vida que existe sobre el planeta ha sido moldeada por ellos, de una manera u otra. Los microorganismos contribuyeron -y lo siguen haciendo- a aumentar la diversidad y la complejidad de la Tierra, y se admite que constituyen el 85% de las especies conocidas.

Añade Lázaro que alrededor del 8% del genoma humano procede de virus que infectaron a nuestros ancestros hace miles de años; y cuyo material genético se ha mantenido al aportar alguna función beneficiosa. Por ejemplo, un trabajo reciente ha demostrado que en la aparición de la placenta -característica de los mamíferos- unos retrovirus jugaron un papel crucial. Por lo tanto fueron imprescindibles para que la vida diese ese salto genético en su filogenia y maduración, hacia seres más complejos y evolucionados (mamíferos). Estos virus determinaron modificaciones genómicas sobre el ADN, que dieron lugar a membranas tan necesarias para los seres más avanzados.

La OMS calcula que alrededor del 60% de los virus que afectan al ser humano proceden de los animales. Este fenómeno, al que llamamos zoonosis, es el responsable del 75% de las enfermedades infecciosas aparecidas en la última década. El coronavirus que ha causado el Covid-19 es un claro caso de salto de especie animal, lo mismo que ha sucedido con otros virus como el del SIDA o el Ébola.

En la prevención de un virus emergente hemos de tener en cuenta las complejas interconexiones entre las especies, los ecosistemas y la sociedad humana.

En nuestra relación con la vida silvestre influyen los cambios que ocasionamos en el uso y explotación de la tierra, actividades como la explotación maderera o la deforestación, la expansión de la agricultura, o el comercio de animales salvajes. Todo ello altera la normal circulación de los virus y modifica la abundancia y la conducta de las especies que hacen de reservorios víricos, con un incremento de los contactos entre los animales portadores del virus y las personas.

Lo mismo que virus que cohabitan con animales salvajes pueden infectar a animales domésticos, de manera similar, las enfermedades del ganado pueden diezmar las últimas poblaciones salvajes.

En buena parte del mundo no se aplican las normas sanitarias globales en la producción ganadera, ni en el comercio de animales o de sus productos. El consumo y comercio a gran escala de animales salvajes no conoce norma alguna o es excepcional.

En octubre pasado (2019), semanas antes de que se declarase la pandemia de Wuhan, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre y el Gobierno alemán recomendaron encarecidamente que se actuase vigorosamente para fortalecer la salud global. Los principios de Berlín enunciados para “un solo planeta, una sola salud, un solo futuro”, establecen diez prescripciones para lograr unas comunidades más sanas.

Las pandemias, y ésta de manera contundente, ha puesto en evidencia que es imposible (e insensato) desconocer el vínculo entre la salud humana y la salud ambiental; la naturaleza sana nos provee y devuelve salud a través de contribuciones materiales (espacios…), experiencias psicológicas y espirituales. Es necesario tener claro que los factores que generan muchas de estas pandemias son los mismos que causan la crisis medioambiental y climática. Es decir, tenemos una sola salud, que integra al ser humano con la naturaleza. Este término se introdujo a comienzos de los años 2000, y también se conoce como “medicina única” o One Health.

Debemos adelantarnos y actuar antes de que el virus salte a las personas: nuevos enfoques, prevenir la detección, prevención, seguimiento y mitigación de estos patógenos emergentes. Hacer más para adelantarnos al siguiente brote de cualquier enfermedad zoonótica. Es necesario que sean apoyadas medidas a escala internacional para el cierre de los mercados de animales salvajes destinados al consumo humano, o de aquellos mercados cuya salubridad sea más que cuestionable; así mismo dedicar los suficientes recursos económicos en la vigilancia de la vida silvestre mundial. Es decir, actuar para que sean mayores las inversiones destinadas a la infraestructura de la salud humana, del ganado, de los animales silvestres, de las plantas y de los ecosistemas.

La cuestión, como señala Josefa Antón, es que hay que estar preparados. “Sin embargo, la mayor parte de virus y microorganismos no son patógenos ni hay que defenderse de ellos. De hecho, el equilibrio del planeta y de sus habitantes superiores depende de ellos”.

Debemos reivindicar la Ciencia y la Investigación para aprender a convivir con estos potentes microorganismos y no destruir sus ambientes naturales. Aprovechar la biodiversidad para buscar terapias, invertir más en I +D.

Dice Ester Lázaro, “sólo conociendo cómo se multiplican estos agentes podremos diseñar estrategias de defensa”. Láraro reivindica la investigación como una forma de frenar las pandemias como la que estamos viviendo con el Sarc-CoV-2. El biólogo y Premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, Edward O. Wilson, en su libro “El sentido de la existencia humana”, expone el reto que tenemos como Humanidad. Más o menos viene a decir que las innovaciones evolutivas y tecnológicas que nos hicieron amos y señores del mundo viviente también nos convirtieron en minusválidos sensoriales. Por esta razón, ignoramos casi toda la vida de la biosfera que hemos estado destruyendo de forma descuidada. Estaría muy bien conocer mejor a los otros organismos; así podríamos salvarlos mejor, y salvar junto a ellos la mayor parte del medio ambiente del cual dependemos.

La veterana primatóloga Jane Goodall- que desde hace 6 décadas ha dedicado sus estudios a los chimpancés-, en estos días a sus 86 años ha alertado de la vinculación entre la pandemia global y la destrucción de los ecosistemas naturales. “Lo triste –dice sobre el Covid-19—es que lo trajimos nosotros. Hemos sido muy irrespetuosos con el medio ambiente y los animales. Hemos invadido su mundo y eso ha permitido que un virus cruce la barrera de las especies”.
Hace escasamente una semana, el Director General de la OMS anunció que la emergencia del COVID-19 se acelera a razón de 150.000 nuevos contagios al día. Casi la mitad de los casos reportados recientemente proceden de América, con una incidencia también significativa localizada en el sur de Asia y Medio Oriente. En algunos Estados de Norteamérica, como en Texas, la pandemia sigue una línea ascendente en estos días.

Sabemos cada vez más y mejor sobre el altísimo poder de propagación de este tipo de coronavirus gracias a razones epidemiológicas (es capaz de contagiar en fases muy iniciales -sin síntomas-), y a razones microbiológicas: en el genoma del nuevo virus se ha detectado una brevísima secuencia de 12 letras (bases) sospechosa de ser la principal culpable de su insólita capacidad de contagio y virulencia. Es la principal novedad con respecto a los otros coronavirus. Este fragmento de ARN funciona como un libro de instrucciones para fabricar las proteínas que forman el SARS-Cov-2 (COVID-19); en concreto, su principal arma letal, la proteína de la espícula, la llave con la que los nuevos virus abrirán más y más células, al posibilitar atravesar sus membranas con una afinidad hasta 20 veces mayor que el virus del SARS. Sin embargo los virus necesitan cortar su proteína de la espícula para activarla e iniciar el ataque.

Estas 12 letras extras del virus crean en la proteína de la espícula un punto de corte por otra tijera, la furina, una enzima presente en casi todas las células humanas, lo que explica su alta transmisibilidad y virulencia, a diferencia de la epidemia del coronavirus de 2003, que trabaja con otros enzimas mucho más escasos en nuestras células. Esta epidemia ocasionó un síndrome respiratorio agudo grave (SARS, siglas en inglés), y era causada por otro de los siete coronas descritos. En este caso fue mucho más virulento (grave) dando lugar a cuadros gravísimos mortales hasta en un 10% (la actual no supera el 1%), sin embargo la contención fue mucho más fácil, ya que la mayoría de los enfermos no fueron contagiosos hasta una semana después de la aparición de los síntomas, y éstos eran muy evidentes e intensos (grave síndrome respiratorio). Es decir, se localizaron perfectamente y se aislaron tempranamente. La contención funcionó tan bien que solo hubo 8.980 infectados de SARS en todo el mundo, de los cuales fallecieron 774. Se controló por completo la pandemia, y desde 2004 no ha aparecido ningún otro caso.

En la pandemia que ahora nos ocupa, la COVID-19 o SARS-CoV-2 la contención ha funcionado muy bien en determinados lugares como Hong Kong y Corea del Sur, sin embargo se aplicó demasiado tarde en Europa, especialmente en España, Italia e Inglaterra o Bélgica, y Estados Unidos.

Si dejamos a un lado la pérdida de unos días iniciales de oro para atajar de entrada la Pandemia, hecho que se ha demostrado absolutamente determinante en su evolución ulterior, y la gran incertidumbre que reinó en relación a la necesidad e importancia del uso de las mascarillas (han demostrado ser una medida eficaz, como algunos nunca dudamos); posteriormente, excepto en el manejo de las Residencias, las órdenes y medidas impuestas fueron bastante acertadas, pero es el momento de no bajar la guardia.

Hoy sabemos mucho más que en enero o febrero, en los inicios de la epidemia de Wuhan. Pocas veces se ha avanzado tanto en tan poco tiempo, pero no debemos olvidar que “la ciencia no entiende de atajos”, y hoy debemos tenerlo presente a la hora de buscar la ansiada vacuna que sabremos que no será la definitiva. En estos días, la pandemia ha alcanzado la cifra de 9 millones largos de contagios (9.500.000), y han fallecido a día de hoy más de 480.000 personas (muy por debajo de los 75 millones de éxitus que ocasionó la “gripe española, 1918-1919).

Dentro de los 128 proyectos en marcha de “candidatos a vacuna”, el grupo de Oxford -el proyecto más avanzado- ha reportado que ésta genera respuesta inmune humoral y celular en ratones y cerdos, sin duda una buena noticia.

La Ciencia y el Método Científico funcionan, “Es el momento de la Ciencia y de los científicos” apuntaba hace unas semanas, e instaba a los políticos en este artículo a que dejaran trabajar a los científicos y expertos sin presiones y en libertad… Se están revisando las pruebas diagnósticas más adecuadas y el lugar más idóneo dónde tomar las muestras, epidemiología, tratamientos más adecuados y eficaces, así como la revisión de los resultados día a día.

La población se ha familiarizando con conceptos como reinfección, rebrotes, clúster (similar a rebrote, pero más limitado a una agrupación de casos que se dan en el mismo lugar y tiempo determinado, aunque no admitido unánimemente este matiz por la comunidad científica), oleadas (una vez desaparecidos los casos en un territorio, reaparece la epidemia o pandemia en otoño-invierno, pasados unos meses), inmunidad individual y de rebaño, falsos positivos, falsos negativos… nos bombardean mientras el virus continúa campando entre nosotros.

Por tanto, tenemos que extremar si cabe más que nunca las medidas de higiene, distanciamiento social, lavado de manos, y otras medidas de protección. Para algunos expertos, aunque pueda parecer lo contrario, nos encontramos en el momento más delicado de la pandemia al haberse levantado las medidas más restrictivas. Me explico, en los momentos más álgidos de la pandemia las limitaciones impuestas por el confinamiento fueron eficaces, pero afortunadamente la situación ha cambiado en nuestros días. Sin embargo el virus no descansa, transita entre nosotros, viaja a distancia vehiculizado por individuos que cruzan fronteras, y sabemos de su alta contagiosidad y la capacidad para mutar. Estamos viviendo ciertos rebrotes en nuestro Estado, y esperemos que la situación epidemiológica no alcance la calificación de “oleada”. No debemos olvidar que en estos momentos la principal vacuna somos nosotros.

Tampoco debemos creer que por haber pasado la enfermedad hemos creado la inmunidad de protección suficiente. No sólo aquellos que padecieron una forma leve de COVID-19 no han generado suficientes anticuerpos, sino un grupo considerable de casos que sufrieron una forma agresiva de la enfermedad pueden estar tranquilos ante una potencial re-infección. Por el contrario estamos asistiendo a imágenes en la calle o algunos eventos nada tranquilizadoras. Es responsabilidad de todos: individual social y de las autoridades sanitarias.

Es necesaria una política de control en los aeropuertos consensuada por la UE; debe unificarse la respuesta para facilitar un mejor control en los espacios de tránsito internacional y el espacio Schengen. Las recomendaciones de la OMS y a nivel europeo se están quedando cortas y podemos estar pasando por alto casos asintomáticos pero capaces de propagar nuevamente el virus. Sería un error abrir las fronteras, y la cuarentena el 1 de julio con países que todavía tienen transmisión comunitaria. Por poner varios ejemplos: Estados Unidos, Rusia o Países de América del Sur, en especial Brasil y México.

La clave en estos momentos es establecer un férreo cinturón sanitario que corte la transmisión antes de que ésta se produzca, y más aún una vez declarado un brote. Aislar al individuo responsable, e indagar y rastrear los contactos para lograr contener (contención) la progresión de la enfermedad, y así evitar dar marcha atrás.

Determinadas medidas como el control de temperatura en aeropuertos y establecimientos, así como todo tipo de llamadas de atención son muy útiles desde el punto de vista psicológico, para contrarrestar la inevitable relajación de los comportamientos positivos adquiridos durante esta experiencia.

Vivimos un momento clave para que el virus se pueda erradicar temporalmente de nuestro territorio, aunque nos vuelva a visitar en una nueva o segunda oleada en otoño (esperemos que no se produzca antes). Si tomamos como modelo lo sucedido en la gripe del 1918, y es muy probable un comportamiento similar en el aspecto de los potenciales brotes, entonces se dieron 3 oleadas que se produjeron: en la primavera y el otoño de 1918, y en los primeros meses de 1919 originando una cifra de muertes superior a la provocada por la 1ª GM (entre 50 y 100 millones de personas), y como en la gran contienda, de gente joven entre los 20 y 40 años. El día 26 de junio, la OMS ha declarado que en efecto el coronavirus se comporta como la gripe española, que retornó ferozmente en septiembre y octubre.

Por esta razón, y ya concluyo, si queremos evitar o reducir al máximo estos rebrotes y próximas oleadas continuemos con las medidas de prevención básicas que nos han llevado al momento en el que nos encontramos, mantengamos un férreo control sanitario ante los casos puntuales y brotes que se están presentando, cerremos fronteras con aquellos países que no sean seguros y exigir una respuesta internacional similar. En nuestros días, por razones que ya hemos expuesto, el virus tiene muy fácil su propagación y especialmente nos tiene preocupados su elevadísima contagiosidad (diez veces, al menos, más que los diferentes virus de la gripe).

Los virus nos han hecho despertar de nuestra prepotencia, ante este problema sanitario y económico grave prudencia y cautela. Debemos tener presente que

La principal vacuna hoy somos nosotros, y no olvidemos que la paciencia es la madre de la Ciencia.

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