El 5 de octubre de 1938, Arthur Neville Chamberlain se presentó ante la Cámara de los Comunes en el Parlamento británico para defender el Acuerdo de Múnich en la que se cedía la zona de los Sudetes en Checoslovaquia a la Alemania nazi.
Con esta decisión, pretendía evitar una guerra en Europa a pesar de poner en gran peligro la existencia de la propia Checoslovaquia, política de apaciguamiento se le llamó entonces.
Winston Churchill, que a diferencia de la mayoría de parlamentarios no apoyó el acuerdo, tomó la palabra:
“Esto no es más que el primer sorbo, el primer anticipo de una copa amarga que nos ofrecerán año tras año (…) Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.
Antes de un año, se iniciaba la II Guerra Mundial.
Encontrar un equivalente a Churchill en la política española es misión imposible, pero es sencillo topar con más de un Chamberlain, sobre todo en las filas del Gobierno Sánchez.
Grande-Marlaska, por aquello de no molestar demasiado a los independentistas, se negó en su día a conceder las medallas que merecían los integrantes de la operación Ícaro, el contingente de Policía Nacional enviado a Cataluña para contener el estallido de violencia desatado por los separatistas tras la sentencia del Tribunal Supremo que condenó a los golpistas catalanes.
Marlaska fue tan cicatero en la concesión de las medallas que los sindicatos policiales llevaron el asunto a la Audiencia Nacional, que ahora le ha metido al ministro un meneo judicial de los que hacen época.
Cómo será que la sentencia concluye que «la Administración demandada ha incurrido en la vulneración del derecho que motivó la interposición del recurso», de modo que desde el sindicato policial CEP ya ha pedido que se abra otra convocatoria extraordinaria «para los compañeros que no fueron condecorados en febrero».
Este sindicato decidió llevar la causa a la Audiencia Nacional para denunciar que la Dirección General de Policía (DGP) se había saltado su propio procedimiento de tramitación de medallas, que requiere consulta a los sindicatos, no sólo por transparencia, sino para que los policías que se hubiesen quedado fuera de las propuestas pudieran ser tenidos en cuenta.
La Audiencia Nacional le ha dado la razón y abre la puerta a que el Ministerio tenga que cumplir con los trámites y, por lo tanto, a que se amplíe el número de condecoraciones a los policías integrantes de la Operación Ícaro.
Pero vayamos al momento en que se produjeron los hechos: el separatismo presionó a Marlaska para que rebajara todo lo posible el número de distinciones a los miembros de la Operación Ícaro.
Y Sánchez y Marlaska aceptaron el chantaje independentista concediendo un número limitado de condecoraciones.
Las hubo, sí, pero excluyendo a un gran número de efectivos policiales que desempeñaron un papel heroico en aquellos días en que los independentistas convirtieron las calles de Barcelona en un infierno.
Como subraya Carlos Cuesta en OKdiario, este 1 de agosto de 2020, lo que ha hecho ahora la Audiencia Nacional es sacarle los colores al ministro del Interior, que ha recibido una metafórica medalla de hojalata a la cobardía y el deshonor.