A pesar de las reformas educativas, realizadas a lo largo de la historia en casi todos los países, la metodología utilizada hoy en muchas escuelas, es, esencialmente, la tradicional. ¿A qué se debe esto? En mi opinión, se debe a que cada nueva reforma ha provocado la desconfianza y el recelo de muchos docentes por su falta de realismo. Me explico: se añaden nuevas tareas a los profesores sin concederles más tiempo, más medios y más formación específica para realizarlas. Eso sólo lo pueden idear expertos teóricos desde sus despachos, que ni pisan las aulas, ni escuchan a los padres y profesores. Me temo que en la nueva LOMCE ocurra lo mismo, a juzgar por el contenido que se ha filtrado a los medios.
¿Podemos educar para el siglo XXI, que está a la vuelta de la esquina, a nuestros hijos y/o alumnos con los métodos del siglo XVIII ? ¿Podemos seguir con un aprendizaje memorístico cerrado a la lectura comprensiva y crítica?; ¿Podemos seguir aprendiendo exclusivamente en un único espacio –el aula- y a unas horas prefijadas? ; ¿Podemos seguir informando a los alumnos sobre saberes acabados, y no sobre saberes que se construyen en la interacción entre docentes y discentes?.
Los escolares de enseñanza primaria nos están precediendo a algunos adultos en el empleo de las TIC. Así parece testimoniarlo una simpática anécdota: un policía municipal se encontró con un niño pequeño que estaba llorando en la calle porque se le había olvidado el móvil en casa y no acertaba a regresar. Al preguntarle cuál era su dirección, contestó: <[email protected]>
La mencionada relación de conductas docentes desfasadas sigue existiendo en bastantes escuelas, debido en algunos casos al conocido fenómeno de la resistencia al cambio. Hay todavía miedo y prejuicios ante la utilización didáctica de las nuevas tecnologías.
El viejo sistema docente puede servir para que los alumnos aprueben sus exámenes con una evaluación sumativa, pero no para adquieran un aprendizaje significativo e integrador propio de la evaluación formativa. Veamos algunas características que desde la Pedagogía prospectiva se atribuyen a la educación del futuro.
El cambio social acelerado ocasionará un envejecimiento prematuro de los saberes. Gran parte de los conocimientos que los alumnos adquieren hoy en la escuela no les servirán para acceder a su primer trabajo, por obsoletos. Esto aconseja a los docentes de ahora a centrarse en lo que menos envejece y en lo que más sirve para afrontar situaciones inesperadas: el desarrollo de competencias como, por ejemplo, saber pensar, saber aprender, saber informarse, saber comunicar, saber expresarse.
Cuando los estudiantes de hoy se incorporen a la vida profesional verán que no tienen respuesta para muchas cuestiones, pero podrán salir del paso si en su etapa escolar se capacitaron para encontrar la información allí donde se encuentre. Saber aprender será una competencia clave.
Habrá cambio de roles: los profesores serán diseñadores de experiencias de aprendizaje (en vez de proveedores de contenido); los alumnos participarán en la programación de sus itinerarios de aprendizaje.
Se diseñará un nuevo Currículum: flexible, competencial, interdisciplinar, contextualizado, multilingüe, y basado en metodologías activas ligadas al constructivismo, para “aprender haciendo”. Las TIC se utilizarán como herramientas para el aprendizaje.
La actual sociedad del conocimiento será la base de la necesaria transición a la educación del futuro, siempre que no se reduzca a sociedad de la mera información. Lo correcto es captar información dándole un significado, para así transformarla en conocimiento y poder aplicarlo a diferentes situaciones reales.
Habrá ambientes de aprendizaje diversificados, en el que cada alumno aprenda según sus necesidades e intereses.
Debemos aplicar estrategias para formar personas con un carácter innovador y transformador, al servicio de una sociedad dinámica y cambiante y con un futuro incierto. (David Bueno, 2020).
