Comienza a resultar insoportable. Las televisiones nos están matando suavemente con su canción, provocando nuestro estrés oxidativo, destrozando a machetazos nuestra economía y volviendo locos a los que aún no han reparado en que se puede cambiar de canal cuando llegan los telediarios.
Los medios que, destinados a ser “los guardianes de la libertad”, se proclaman defensores de los intereses generales, se han convertido exclusivamente en medios de propaganda, en éste caso al servicio del poder. A un poder que representa “La insoportable levedad de su ser”, “La identidad” de separatistas y terroristas; y “La ignorancia”, que los abarca a todos. Tres títulos de Milan
Kundera.
Un gobierno necio, liviano e insustancial de siwanas y pelotas. Un gobierno de Pedro Sánchez que tiene por toda tarea conservar el poder. Que, cuando no lo hace en Mystere, viaja en globo y para coger altura, suelta lastre en los telediarios con sacos terreros de positivos repartidos por pueblos y comunidades, mezclados con memeces como “legislar la memoria” o “resignificar” el Valle de los Caídos haciendo un parque temático.
Éstos incompetentes, al tiempo que nos arruinan, nos van a volver locos, ejecutando en su desidia y necedad un programa de proletarización y voto cautivo mientras, en lugar de animar a la Nación, los partes repiten diariamente algunos versículos del Apocalipsis: “Estamos al límite”, “en situación de precolapso”, tratando de contagiar y expandir el pánico. El precolapso. ¿Qué es el precolapso? Pues coño, si estamos en eso, ¡haced algo para evitarlo!.
Mientras en España nos suministran pánico en vena con un gotero de televisión berlusconiana, en un colegio se arma la Marinonera, se desaloja, se llama a los padres, al 112 e incluso al Vaticano, y resulta ser un catarro.
Con el pueblo angustiado y entretenido Sanchez y sus palmeros aprovechan para retirar del reglamento del Congreso el acatamiento de la Constitución, “por redundante” dicen los que la juran por Judas o Belcebú, a cambio de unos doblones de plata para poder aprobar los presupuestos.
Éste país se está volviendo insufrible. En el panorama político español vivimos una pesadilla de ciencia ficción donde lo más comprensible de todo es el coronavirus. La conjura de los necios sigue adelante y entre los ministros que no caben en el Consejo cobrando por tocarse las narices, no cabe un tonto más.
Asistimos a la insoportable necedad del ser, una odisea estatal y autonómica insoportable ante la desidia del pueblo soberano, que piensa que las libertades las defienden las instituciones o se defienden solas. Pero se equivoca.