Victor Entrialgo De Castro: «En este pais manso»

Victor Entrialgo De Castro: "En este pais manso"

En este pais, manso como un viejo buey, un chulo rufián que en lugar de haber sido inhabilitado está en el Congreso de los Diputados, ahueca estúpidamente la voz y hace una de esas pausas que él cree de Aristóteles y que en realidad son de Cantinflas.

En las televisiones, cómplices de la pretensión del gobierno de volvernos a todos locos, en su búsqueda sin escrúpulos de audiencias, junto al charrán de Rufián al que pagamos todos para que nos ataque, sale el coletas enseñando la patita, no sólo para socavar la Monarquia y violar la soberanía del pueblo, sino para afirmar con venenosa rotundidad que mientras perdure “su régimen” la oposición no se sentará en el Consejo de Ministros.

He ahí la eliminación de la oposición, el comunismo anunciado. Y éste país manso, mangoneado por una panda de provocadores de los que estamos hasta el moño, sigue sin reaccionar. Hasta cuando sea demasiado tarde.

Es un acto inmoral conquistar el poder sin haberse planteado qué se pretende hacer con él. Pero el pueblo, adocenado por el control de los medios, aún no ha salido a pedir explicaciones. Aparte de revelar un día tras otro su nivel de incompetencia. ¿En qué se ha propuesto ésta grey mejorar España?

En el siglo XIX François Guizot, Roger Collard y el llamado liberalismo doctrinario, pretendía conciliar la revolución francesa con la restauración borbónica. O sea, la libertad y la autoridad, -de cuya ausencia se está aprovechando esta chusma que nos rodea-, y que es lo que exige toda organización política.

Para ello pusieron el acento en el principio del gobierno representativo, más aún que en la soberanía popular, sujeta en nuestros días a un proceso de delicuescencia, o sea, que se evapora como la sosa cáustica al contacto con la humedad, y de dramática manipulación, empezando por nuestra legislación electoral que permite a los enemigos de la Nación, bloquear a la Nación misma. El Rey ha sido secuestrado y el pueblo, evidentemente, no es el soberano.

Resultando falso que el pueblo ejerza como soberano y participe en la soberanía, el poder está en manos de unas cuantas camarillas y la consecuencia es el despotismo del número y sus combinaciones, el dominio de las inferioridades frente a las superioridades, de una panda de gaznápiros frente a los elegidos directamente, o sea, la más inicua y violenta de las tiranías. La ilegitimidad radical de todo poder absoluto es el principio del gobierno representativo.

La finalidad del gobierno representativo es impedir justamente lo que han traído Sánchez e Iglesias, la tiranía y la confusión, o sea, todo este cenagal caótico en lo que los españoles vivimos hoy inmersos por obra y gracia de un gobierno social-comunista.

El principio de representatividad se aplica a los intereses generales y al Gobierno de la sociedad, igual que el sentido común se aplica a los intereses individuales y al gobierno de la existencia de cada individuo. Y tiene, como principios fundamentales la verdad y la razón.

El poder de Derecho no debe ser depositado plena y permanentemente en ninguna parte para impedir su abuso. Y pese a lo que digan separatistas y podemitas mientras les damos el dinero con el que nos hacen la guerra, -hace falta ser imbéciles,- allí donde la fuerza pública no existe, las libertades individuales no tienen garantía.

El principio de la soberanía del pueblo, es decir el derecho común de los individuos al ejercicio de la soberanía y a participar en los asuntos públicos, ve el poder legítimo en la multitud. El gobierno representativo solo lo veía en la unidad, es decir en la razón a la que debe tender la multitud.

Ya es hora de que “en éste país manso”, esa unidad de los hombres de bien y el principio representativo, con moción de censura o sin ella, barran la tiranía, la confusión y la basura que han traído unos cuantos majaderos a la política española.

El gobierno representativo, para Guizot y los doctrinarios, procedería de otra forma. Consideraría cuál es el problema para el que habrían de ser llamado los individuos y examinaría cuál es la capacidad necesaria para este acto. Como si los ciudadanos pudiésemos elegir de verdad directamente a nuestros diputados de distrito para que junto con los de las demás comunidades, abordaran lo que se nos viene encima.

El problema de los mentecatos que hoy inundan la política española en éste país protestador pero manso en soberanía, no es tanto el mucho daño que están causando estos demagogos cantinfleros, sino el gravísimo retraso que están ocasionando a la patria, a la tarea que tenemos por delante los españoles de perseguir el conjunto de virtudes que faltan a nuestra patria histórica.

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