Pablo Casado llega este lluvioso y gris 22 de octubre de 2020 momento decisivo de la moción de censura de VOX contra Pedro Sánchez y flota en el aire la sensación de que se apresta a ordenar a los diputados de su partido que voten «no».
Creemos que sería un error y no sólo porque el PP no puede, en ningún caso, votar lo mismo que Bildu.
La vomitiva actitud del portavoz proetarra, Oskar Matute, calificando de utilización partidista la intervención de Santiago Abascal en la que leyó los nombres de todos los asesinados por ETA, obliga a Casado, por imperativo moral, a no votar contra la moción de censura, más aún después de que el PSOE y Podemos unieran sus fuerzas con los herederos de ETA y los golpistas de ERC en un manifiesto contra la derecha y a favor -manda narices- de los «derechos humanos».
Bildu abogando por el respeto de los derechos humanos es una aberrante demostración de hipocresía.
La llamada mayoría Frankenstein que apoya al Gobierno Sánchez en el Congreso de los Diputados ha hecho público este miércoles un comunicado «contra el odio» que, según dicen, hay tras el discurso con el que Vox ha abierto la moción de censura. Entre los firmantes están los partidos separatistas catalanes y EH Bildu, que condena los «discursos y las actitudes de odio» sin haber condenado nunca ni un sólo atentado de ETA.
El PSOE, junto a Podemos, ERC, Junts per Catalunya, PNV, Compromís, la CUP, BNG y EH Bildu, han firmado un «manifiesto en favor de la democracia» en el que califican el discurso de VOX de «racista, xenófobo y machista», indicando que son «incompatibles con los valores propios de un sistema democrático y suponen un peligro para la convivencia».
Con esos no puede estar el PP.
El electorado de centroderecha en su conjunto ha reaccionado de forma clara en las últimas semanas frente a la tramitación de los indultos a los golpistas anunciada por los socialistas, los ataques continuos al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, los desplantes e insultos a la Corona desarrollados por Moncloa, los gestos con los etarras como el protagonizado por Sánchez al subrayar su pesar por la muerte del terrorista González Sola, y, como último capítulo de los ataques a las instituciones de Pedro Sánchez, a raíz del intento de asalto al Poder Judicial de PSOE y Podemos.
Es comprensible que el PP no se sume a la moción de censura de VOX, pero de ahí a que la rechace sumando su voto al de la coalición socialcomunista de Gobierno, independentistas y proetarras hay un punto medio: la abstención.
Puede, perfectamente, cuestionar la estrategia de VOX y no sumarse a la moción, pero en ningún caso, en las actuales circunstancias, puede sumar su «no» al del Ejecutivo y los enemigos de España.
Puede argumentar, y no le faltaría la razón, que la moción de Vox no buscaba debilitar al Gobierno, sino al PP, situándole en una encrucijada de la que, por cierto, los populares no han sabido salir.
En suma, puede justificar su abstención con el argumento, incluso, de que la moción de Vox refuerza al Gobierno y sus socios, pero sería difícil de entender que el Partido Popular votara lo mismo que Bildu, por mucho que las motivaciones para el «no» fueran radicalmente distintas.
Llegados a este punto, el PP -que está tardado un mundo en salir de un atolladero previsible- tiene que ser consciente de que la abstención es la vía más útil dadas las circunstancias.
Porque la imagen de Pablo Casado y los diputados populares votando «no» junto al Gobierno de Sánchez y sus aliados sería, sencillamente, letal.