Manuel del Rosal: «La siesta»

Manuel del Rosal: "La siesta"

Camilo José Cela vivió 86 años y, según sus propias palabras, presumía de echarse siestas de “pijama, padre nuestro, orinal…y botijo”. Además, en España el personal está en una perenne siesta sin ver ni querer ver, sin actuar ni querer actuar ante lo que tenemos encima y lo que se nos avecina. Ni siquiera cuando la amenaza de cojones que este gobierno enarbola sobre nosotros, podemos evitar que mientras una España muere, otra bosteza en esa perenne siesta de la que habló Antonio Machado.

Pues bien; ahora llegan los chinos y nos dicen que no, que las siestas, hasta 45 minutos, porque más larga puede afectar negativamente a tu salud. Insisto Cela se echaba unas siestas memorables y murió a los 86 años.

El autor del estudio es el doctor Zhe Pan, de la Universidad Médica de Guangzhou en China. Este hombre se entretuvo en poner a dormir la siesta a 313.651 personas y, tras sesudos estudios, concluyó que las siestas de 60 o más minutos están asociadas a un 30% más de riesgo de muerte por cualquier causa y 34% más de problemas cardiovasculares. Y tras esas conclusiones, se echó a dormir la siesta.

Recuerdo que en mis años de niñez y juventud todo lo que era agradable y satisfactorio, resultaba ser pecado. Era cosa de la iglesia dominante. Y resulta que, desde que somos ateos o aconfesionales, todo lo que nos resulta agradable y satisfactorio, es peligros para nuestra salud. Es cosa de las ciencias, que avanzan una barbaridad. Raro es el día en el que unos estudios avalados por prestigiosas universidades nos amenazan avisándonos de que comer tal o cual alimento disminuye las perspectivas de vida; y generalmente esos alimentos son los más ricos y sabrosos y los que nos hacen disfrutar de la comida. Sin embargo, nos recomiendan alimentos raros, sosos, ligeros, desnatados y procedentes de agricultura ecológica, pero que saben a perros muertos, los que saben a algo. Han demonizado la carne y, en una ocasión, llegaron a afirmar que nuestro jamón de pata negra era perjudicial por no sé qué coño de las grasas.

Seguro que conocen el chiste: “El enfermo le dice al doctor: – Y me asegura que, con esta dieta, no bebiendo alcohol, no fumando y no teniendo relaciones sexuales, viviré más años. – No, no vivirá más años, pero la vida… ¡se le va a hacer de larga!

Uno se pregunta porque siempre hay alguien que se esfuerza en jodernos precisamente en las cosas que ayudan a hacer agradable y llevadera esta vida. El estudio de este doctor chino, así como otros sobre la carne, el pescado, los embutidos, el vino, la cerveza y un sinfín de alimentos, a mí no me dicen nada salvo que no debo hacerles caso. Y eso es así porque mi abuelo – harto de comer cocidos repletos de grasas, gazpachos y huevos fritos acompañados de una barra de pan de aquellas de antes, de las de pan, pan; vivió 90 años. Añadir que mi abuelo nunca se negó a un buen vaso de vino – la cerveza en aquellos años todavía no era popular – con las comidas y a un café y un coñac tras la comida de medio día, para después como complemento, una siesta tipo Cela. Mi padre, que comía de todo lo que le ponían por delante y lo regaba con el tinto o el blanco, para a continuación hacer temblar los cuadros colgados de las paredes donde echaba su inapelable siestorra, vivió 88 años. Yo no sé cuántos viviré, pero puedo asegurarles que, siguiendo el ejemplo de mis antepasados, como y bebo lo que a mi organismo le apetece, sin escuchar a los apóstoles de lo “sano”. Y sé que la diferencia entre un muerto que ha llevado una vida que, eufemísticamente, le llaman “sana” y otro que ha llevado una vida a su gusto y placer, incluidas siestas al estilo Cela; consiste en que el de la vida “sana” es el muerto más sano del cementerio; vamos, que es un espectáculo de muerto saludable.

Yo creí que, al desparecer los dogmas de la iglesia, todo lo que alegra la vida a las personas, lo que es placentero, lo que hace que te sientas feliz durante el tiempo que dura, nunca más sería visto como pecado; pero hete aquí que los dogmas de la iglesia han sido sustituidos por los dogmas de las ciencias y los de la política y, ¡faltaría más! por los dogmas de la moda. Y no sé cuáles son peores, si aquellos revestidos con el oropel eclesiástico, o estos revestidos con la manipulación de las políticas oficiales, los medios de comunicación vendidos y los intereses económicos de las grandes corporaciones.

Les ruego me disculpen, voy a echarme la siesta…de pijama, padre nuestro, orinal y botijo.

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