Antonio Morales Sánchez: «Cambiar para que todo siga igual»

Antonio Morales Sánchez: "Cambiar para que todo siga igual"

Aunque este lema que encabeza mi reflexión parezca un contrasentido, se ha repetido en multitud de ocasiones a lo largo de la historia de la humanidad, es el engaño habitual de los poderosos, sean de la ideología que sean, es la forma de engatusar al pueblo honesto e ingenuo, manipulado por soflamas populistas, prometiendo a la parroquia lo que quieren oír, lo que suena justo y necesario con palabras irreprochables. Pero el tiempo y los acontecimientos, una y otra vez desvelan la hipocresía, el cinismo y la impostura más abyecta. Es el quítate tú que me pongo yo, y todo aquello que prometí cambiar para regenerar la política, lo guardo en el cajón del olvido, para perpetrar las mismas costumbres y vicios depravados de la casta que criticábamos con diligencia y razón, ahora nosotros la disfrutamos con morbosa fruición.

En la celebérrima novela “El Gatopardo” de Giuseppe Tomassi di Lampedusa, Don Fabrizzio, príncipe de Salina pronuncia la frase que titula esta reseña, entre otras de sus reflexiones emblemáticas. Un fresco histórico sublimado por un lírico acoplamiento de nostalgia y pasión, una extraordinaria digresión sobre la lucha de clases narrada, precisamente, desde la posición privilegiada de un aristócrata que ve cómo se desmorona el mundo que había conocido para dejar paso a otro muy distinto. La conciencia de la pérdida de privilegios de clase, es lo único que les preocupa a nuestros políticos en su mayoría y que no están dispuestos a renunciar. ¿Habéis visto algún gesto generoso y altruista de la clase dirigente que nos representa?, rebajando gastos superfluos, recortándose el sueldo con la que está cayendo para solidarizarse con los desfavorecidos y parados, con los emprendedores arruinados, nada de dar ejemplo, al contrario se han subido el sueldo y cobran dietas que no utilizan porque practican el teletrabajo.

Durante años hemos sufrido el expolio y la corrupción del PSOE Y PP, pero cuando llegó el partido que denunciaba la casta y sus privilegios financiado por Venezuela e Irán, dos «grandes democracias» como todos sabemos, millones de españoles se abrazaron a la causa de unos vendedores de humo y demagogia. Ahora otro partido del lado opuesto en el arco parlamentario comienza a emerger y comienza a dejarse seducir por los mismos vicios y costumbres que sus predecesores, prometieron muchas cosas que han ido incumpliendo entre otras (no admitir subvenciones del estado y financiarse con sus afiliados, como deberían hacer sindicatos y patronal). Pues sólo han comenzado a pisar el Congreso y están haciendo lo contrario de lo que predicaban, es que hace pocos meses pedían a sus afiliados aportaciones voluntarias para los gastos de querellas en los tribunales, y ahora sus prebostes viven en casoplones y nadan en la abundancia económica, incluso comienzan a enchufar en cargos públicos a sus amigos, generalmente ineptos. No existe democracia interna en las bases y no escuchan a sus afiliados de provincias denunciando atropellos flagrantes. Ellos se han convertido también en la casta que criticaban. Y lo peor para colmo, es lo que sentenció el filósofo chino, Confucio: » Cuando alguien pone el dedo en la llaga, sólo los necios piensan que lo importante es el dedo».

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