OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «El mayor peligro el Estado»

Victor Entrialgo De Castro: "El mayor peligro el Estado"

Los españoles, azorados por un “estado de alarma” de seis meses mientras se columpia el Tribunal Constitucional, siguen metiendo la cabeza debajo del ala, al modo de las avestruces, no queriendo ver lo que está pasando.

Vivimos bajo la bota de un Gobierno endeble surgido de una moción de censura apoyada en rebeldes y sediciosos, en realidad un golpe de estado llevado a cabo por dos partidos en demolición, que aún lo estarán cuando todo esto acabe.

Este Gobierno socio-comunista, sólo en apariencia legítimo, como fingen los partidos comunistas hasta que se convierten en únicos, se está apresurando a subvertir a carreras y aprovechando un estado de alarma, un orden constitucional de cuarenta años.

Y está llevando a cabo tan temeraria pretensión, que nuestra trágica Historia desaconseja a todos, salvo a los mentecatos que estúpidamente quieren conducirnos al mismo abismo, al mismo error. Para lo cual hacen declaraciones provocadoras y altisonantes, y han pergeñado toda una barahúnda legislativa: una Ley de supuesta educación, otra de supuesta igualdad, una supuesta política migratoria que no es tal, una comisión de supuesta verdad para medios y redes, un control de Rtve y del poder judicial, un acoso y arrinconamiento de la Monarquia y del Jefe del Estado, una política de nombramientos de amiguetes, parientas, y ex concubinas para conseguir su silencio cómplice. En fin, una absoluta manipulación de la historia y su memoria, coronada, despues de ochenta años, con la profanación de tumbas y la perturbación de la paz de los caídos y los muertos.

Por fin, para sostenerse, Sánchez y sus palmeros acaban de cruzar la línea Maginot con Pactos presupuestarios con golpistas y terroristas, 850 asesinatos y 300 sin esclarecer en su haber, miles de heridos y estragos, infinidad de daños materiales y económicos empezando por el gasto para combatirlos, junto a su chantaje, coacción e inoculación del miedo a un Estado, una sociedad y 48 millones de personas, objetivo de su espanto y de su horror.

Asesinatos cometidos, no durante una reyerta, un arrebato, una guerra, una batalla, sino premeditada, alevosa y cobardemente a sangre fría, por pistoleros de cuyo peligro ya advirtiera el propio dictador, en vida del cual no gurgutaron, dejando sus brutales asesinatos para la libertad y la democracia que evidentemente no merecían y con los que éste mercachifle afirmó miles de veces que no pactaría. Como diría Poirot sólo un alma fracturada puede asesinar a un semejante. Y como cualquiera puede hoy comprobar, sólo un maniquí sin alma y un gilipollas puede pactar con quienes siguen pretendiendo obtener réditos del terror.

La vergüenza de éste país, que en esto ni aprende ni avanza, es que aquí no pasa nada por mentir “canallamente”, cuando en el resto de Europa una sola mentira habría puesto al traidor que usurpa el Gobierno al Pueblo soberano español de patitas en la calle. Mientras pacta y traslada presos, la ciudad y el campo, la gran urbe y la pequeña, el centro y de la periferia, todos, duermen la siesta.

Mientras tanto, unas pocas camarillas, ignorando absolutamente las protestas aisladas pero numerosas de una gran parte del pueblo soberano, medran, compran propiedades que su vacía retórica vitupera y procuran su inmunidad para cuando se vayan, ante la atónita pasividad de un pueblo acongojado por el virus.

Los comunistas no hacen esto solo por querer imponer una “supuesta verdad” intelectual a los demás sino por esa necesidad de los dictadores, -que en el fondo refleja un manifiesto complejo de inferioridad, como refrenda la Historia,- por la cual no les basta con tratar de convencer, si no que pretenden “imponer” un orden nuevo porque en el anterior, acomplejados por lo que fuere, -y no por lo que dicen,- no se sentían cómodos.

Lo que lleva al tonto de Zapatero o al tontorolo de Sánchez a querer imponer su orden como antes a Calígula, Hitler o Stalin es, en definitiva, un síndrome de miedo y complejo.

Junto al miedo que sienten en el fondo éstos personajes, el mayor motor que mueve las acciones de los hombres, y en particular de los dictadores, -como explicaba Giulielmo Ferrero,- está la personalidad narcisista de una compleja patología de niños que, consentidos o despreciados en su infancia, se vengan del mundo persiguiendo el poder y diciéndole al vecindario, ¡ves como no era tan tonto! cuando, como muestran Zapatero y Sánchez claramente, se puede ser tonto pa siempre y llegar a Presidente de Gobierno.

O a Ministro, como Irene Montero o Pepiño Blanco, el pequeño personaje, paradigma de todo lo expuesto, que ignorado absolutamente por todo su vecindario no llegó a ser nunca, como pretendía, concejal de su pueblo, para vengarse de lo cual conspiró y conspiró para ayudar a hacer presidente a Zapatero.

Aquel que predicaba también la educación pública y llevaba, como Montilla, a sus hijos al colegio alemán mientras se enriquecía, vivía en “otro Villapagar” y se reunía con personajes siniestros en gasolineras. Éstos iletrados ignorantes de la Historia proclaman la educación pública mientras se educan y llevan a sus hijos a la privada y precipitan a sus pueblos soberanos a la crisis, a la hambruna, cuando no al exterminio o la muerte.

En España lo hicieron propiciando la guerra civil. Ahora, no de momento, pero contribuyendo en la medida de sus incompetencias, con su falta de medios, su indolencia, sus negligencias y su necedad a la muertes, que se negaban a contar, de 60.000 españoles por el covid19, sin que desde marzo y estamos en diciembre, hayan hecho apenas nada en aumentar los medios sanitarios, las residencias de mayores y fuera de ellas, más que chapuza tras chapuza, obstaculizando a la ciencia, sin más que darle a la lengua.

Después de ocho meses, con su bamboleo afeminado, el presidente del gobierno va con grima y más miedo que vergüenza al hospital de la Paz con sus sanitarios preparados, esa es su valentía. Mientras, la sanidad la gestiona un filósofo, en lugar de dedicarse a su tarea que podría estar haciendo bien, porque es ustamente eso, una nueva filosofía, lo único que puede salvar España y Europa.

Precisamente porque el mayor peligro, como insistía Ortega, es el Estado. Como demuestra lo que los españoles estamos viviendo. El proceso paradójico de la historia que pone de manifiesto este estatismo que está llevando a cabo el gobierno socio-comunista valiéndose de un Estado de alarma, sin dar cuentas cada 15 días como dice la Constitución, y sin que el Tribunal Constitucional, vergüenza de nuestro Estado, abra la boca.

Ese proceso no es otro que la Sociedad, en su día, para vivir mejor ella, creó como utensilio el Estado y como consecuencia del intervencionismo, la sociedad acaba teniendo que vivir, cada vez más, para el Estado. El pueblo se convierte en carne y “pasta” que alimentan el Estado, cuyo esqueleto se está comiendo la carne en torno.

Ante la pasividad de un pueblo acongojado, los antropófagos y okupas del Estado al mando de un judas, mercachifle, charrán y traidor, se comen el presupuesto y, por si ello fuera poco, se hacen propietarios e inquilinos de la casa.

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