Don Pedro Sánchez Pérez-Castejón hay ensuciado tanto el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (CTBG) que ni las más reputadas marcas de limpieza pueden con la mugre.
A petición de Autocontrol, organismo privado e independiente de autorregulación de la industria publicitaria en España, el estribillo “con Cillit Bang la suciedad se va en un bang” ha tenido que silenciarse porque su derrota en limpiar al CTBG es de tal magnitud que empieza a afectar a las ventas de la multinacional. Y lo mismo ocurre con otras reputadas fórmulas como Glassex Multiuso, Opti-Free, Turtlewax, Frosch, Viakal, KH-7, Nextzett, PQS y Karcher. Todas ellas primeras marcas que han fracasado estrepitosamente porque, al parecer, la costra en el CTBG es de tal grosor y dureza que ¡tampoco se va raspando con un cutter!
La autonomía del Consejo de Transparencia, organismo público de originario carácter independiente, creado en mala hora el 12 de diciembre de 2014 por el cenizo de Mariano Rajoy Brey para “lograr una Administración mejor, más abierta y sobre todo más democrática, caracterizada por la transparencia y el gobierno abierto. Una Administración, en suma, donde no haya esferas de oscuridad”, como aún reza en su web, ha durado lo que Sánchez ha tardado en cambiar a su presidente para que éste cese a todos los funcionarios que cumplían con su deber.
Su impertinencia llegaba al punto de reclamar a Moncloa, ¡cómo se atreven!, la filiación de los amigos y parejas con los que la familia Sánchez-Gómez se fue de cuchipanda en sus vacaciones presidenciales a las residencias de Patrimonio del Estado. Al parecer, el pase free a costa del contribuyente que en estas ocasiones hay para el Presidente y su familia se habría extendido a sus amigos del alma. Y claro, tanta transparencia ha terminado por rebasar la santa paciencia de Sánchez, hasta el punto de que su chillido “¡estoy hasta los mismísimos de ese Consejo de Transparencia!, ¡silenciarlo ya!”, lo han oído muchos automovilista que circulaban por la carretera de La Coruña, en las inmediaciones del complejo de La Moncloa, y lo han contado en las redes sociales, esas cotillas impenitentes.
Y es comprensible el enfado de D. Pedro y su reacción visceral. Sánchez ya tiene bastante cruz con que le recuerden sus mentiras diarias grabadas en imágenes y audios. Como para aguantar también a ese fisgón Consejo de Transparencia y Buen Gobierno que, por la vigente ley 19/2013, es el encargado de garantizar el derecho de acceso a la información pública que tienen los ciudadanos. Pobre Sánchez. Es humano que esté hasta los cataplines. Él, que nunca engañó a nadie y siempre reclamó a Rajoy transparencia, verdad y ningún privilegio.
El nuevo presidente del CTBG, el jurista José Luis Rodríguez Álvarez, de corta carrera académica y larga mamandurria pública, nombrado en octubre de 2020 por el Gobierno a propuesta de la ministra Carolina Darias San Sebastián, titular de la cartera de Política Territorial y Función Pública, ha hecho lo que a un personaje de su catadura se le ordena: cesar ipso facto a María Esperanza Zambrano Gómez, subdirectora de reclamaciones, y a Javier Amorós Dorda, director en funciones desde que en 2017 falleció la primera presidenta del organismo, Esther Arizmendi Gutiérrez. Los dos represaliados por Sánchez habían cometido el crimen de lesa patria de cumplir con los fines del organismo, al que se destinan 2,4 millones de euros y 18 funcionarios. Sánchez, que “no sabe” si invitó a sus amigos y parejas para que les acompañaran en sus días de asueto, tampoco quiere que el ciudadano sepa de sus otros tejemanejes. Y es humano. ¡A dónde vamos a llegar!
Aprovechando el revuelo, algunos medios de comunicación se han dirigido al CTBG para conocer la literalidad de la denuncia interpuesta por el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias Turrión y su señora y ministra de Igualdad, Irene Montero Gil, contra el pesado vecino Miguel Frontera que les da la tabarra a diario y al que acusan, entre otros delitos, de “alteración del orden público y contra los recursos naturales y el medio ambiente” del Parque Natural de Galapagar, en cuyo entorno tiene su residencia la pareja.
Y la respuesta del organismo, según las primeras indiscreciones, es que el funcionario no ha podido entrar a la zona porque la marmota sigue sumida en su sueño invernal y hasta que despierte en primavera no se la puede preguntar si el megáfono utilizado por Frontera para sus protestas ha disturbado su descanso y “alterado los recursos naturales y el medio ambiente” en el que habita.
En este caso está más que justificada la demora porque es causa de fuerza mayor, por lo que los medios preguntones tienen que aguantarse y esperar a que la marmota salga, anuncie el fin del invierno y cante la Traviata.