OPINIÓN

Sin cohesión social nada positivo será posible construir. ¿Vamos a la sociedad de Soylent green?

Mette Fredriksen

Dinamarca ha anunciado, a través de su primera ministra, la socialdemócrata Mette Fredriksen, que no acogerá más refugiados porque quiere “preservar su cohesión social”, el factor sobre el que los países del norte de Europa construyeron el Estado de bienestar. Consideran que una inmigración incontrolada pone en peligro la estricta protección de su socialdemocracia, el gran armazón de su prosperidad y estabilidad.

Y la reacción a esta sorprendente decisión, que no procede de sectores populistas de extrema derecha nazi ó extrema izquierda comunista sino del centro-izquierda político más genuino, ha generado asombro y más preguntas que respuestas. ¿Es posible preservar el Estado de bienestar con la llegada masiva y no selectiva de inmigrantes, más reproductivos que los aborígenes, necesitados de más prestaciones sociales y durante más tiempo, y, por lo general, no tributarios de impuestos indirectos? En la actual globalización, ¿es factible lo que pretende Dinamarca y otras sociedades nativas envejecidas y con un índice de reproducción inferior a la tasa de reposición? Si hasta principios del siglo XX Europa fue el fruto de 87 pueblos distintos, según la monografía alemana Minderheitenrechte in Europa, coeditada por Pan y Pfeil (2002), y una civilización judeocristiana predominante, ¿cabe que siga cohesionada si mediado el Siglo XXI es una sociedad multiétnica, multicultural, multirreligiosa, multilingüe y, por lo general, compartimentada, no integrada y de guetos? Y si llega y no la interrumpe una guerra, ¿cómo será el tránsito: violento y empobrecedor ó pacífico y enriquecedor? ¿Las masas estarán instruidas o serán incultas, apáticas y ociosas, y manejadas a capricho desde las redes sociales? Si en esa sociedad ha desaparecido la cultura y la artesanía, los trabajos menestrales los hacen máquinas, incluida la agricultura y la ganadería, la ocupación es escasa y mal retribuida, la gente vive hacinada y del subsidio social, llámese como se llame la dádiva, y las ciudades han crecido y se han degradado por la desaparición del comercio de proximidad y el concepto mismo de ciudad, y crece en ella la suciedad, la dejadez, las pintadas y, en definitiva, la cutrez, ¿quién gobernara: el más delincuente y ágrafo o el más honrado y preparado? ¿Y el Gobierno será global a través de un organismo internacional ó Estatal según el modelo de dictadura china ó el de democracia liberal? En conclusión, ¿la sociedad será la que guionizó Henry Maxwell Dempsey (Harry Harrison) y predijo el Nobel de Economía Karl Gunnar Myrdal: Estado mundial, planificación universal y pan y circo?

Las preguntas tienen distintas respuestas según el opinante, el lapso de tiempo analizado y el Continente estudiado, aunque el final es compartido por todos: terminaremos siendo una sociedad global, multiétnica, multicultural y multilingüe; subsidiada, ociosa, apática y sometida, con las tres religiones monoteísta prevalentes, en la que el mahometismo será la dominante en Europa y África, el cristianismo en América y el mahometismo, hinduismo y sincretismo en Asia, y con gobiernos alejados de la democracia liberal.

Ciñéndonos a Europa y a la actual Unión Europea (UE), el control de la inmigración es el que más controversia provoca, el que más agujeros tiene, el de más trascendencia socioeconómica y política, y el más difícil de aplicar porque, aunque existe la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) para “ayudar a los Estados miembros y a los asociados a Shengen a proteger las fronteras exteriores del espacio de libre circulación de la UE”, su presencia (1.000 agentes) es testimonial y los Estados no se resignan a perder sus competencias y siguen teniendo el control exclusivo de sus fronteras, aunque la UE esté facultada para establecer las condiciones de entrada y residencia legal de nacionales de terceros países en un Estado miembro y también en lo relativo a la reagrupación familiar, y porque el espacio Schengen permite la libre circulación entre sus ciudadanos y de paso sirve de coladero para los ilegales que han entrado por los límites externos previo pago a las mafias, auxilio posterior y coordinado de los servicios oficiales de rescate marítimo y protección de determinadas ONG. A continuación, los menores de edad no acompañados son puestos a disposición de entidades públicas de protección de menores hasta que cumplen la mayoría de edad y llegada ésta y sin más autoridad que les vigile se unen a los mayores de edad ilegales que, tras haber dejado el Centro de Internamiento de Extranjeros, donde sólo pueden estar 60 días, deambulan en busca de una quimera, mientras viven de ayudas sociales intermitentes o, en ocasiones, caen en la delincuencia y la violencia. Si en esos 60 días se ha averiguado fehacientemente el país de origen del ilegal y no hay razones objetivas para considerarle refugiado o perseguido político, se le intenta deportar si su país de origen lo acepta. Por lo general lo rechaza, a no ser que, previamente, ese país haya firmado un jugoso acuerdo económico con la UE o con el Estado de la UE donde ha sido detenido. Con este último paso, que solo afecta al 30% de los ilegales detenidos en España (en la UE y según Eurostat es también un raquítico 36%), se cierra el círculo y vuelta a empezar porque ese deportado lo intentará otra vez, mientras su corrupto gobierno se lucra de esa ayuda económica y empuja a sus ciudadanos a la emigración para quitarse problemas y recibir “remesas”.

Es esta inmigración ilegal, y en menor medida una minoría de la primera y segunda generación de la legal que se niega a integrarse, la que genera los populismos de uno y otro signo y la que provoca más inestabilidad en la UE, hasta el punto de que esos estatismos propugnan la salida del órgano común y el fin de la UE, a la vista de la violencia y el salvajismo que viven ciudades francesas, belgas, alemanas, danesas, holandesas, austriacas y, en menor medida, españolas e italianas. Y dos últimas preguntas: Los hijos de primera generación de inmigrantes y con derecho a voto ¿tienen conciencia de nación de origen ó pasan ante el independentismo? Para crecer y mantener la cohesión social y el bienestar de los ciudadanos, ¿la UE debe adoptar la misma política que quiere aplicar Dinamarca ó seguir con la del avestruz? Piense y razone.

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Autor

Jorge del Corral

Hijo, hermano y padre de periodistas, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Ha trabajado en cabeceras destacadas como ABC y Ya. Fue uno de los fundadores de Antena 3 TV. Miembro fundador de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y del Grupo Crónica, creador de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) y fundador de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA). Un histórico de la agencia EFE, donde fue subdirector y corresponsal en Roma.

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