OPINIÓN

Javier Cabrerizo Daniel: «En blanco 14»

Javier Cabrerizo Daniel: "En blanco 14"

14 de febrero, como ya sabrán, es el día de los enamorados. Los que no lo estamos no lo celebramos, de hecho, hoy me he enterado ya pasada la mañana de que hoy se celebra el amor con cenas al doble de precio y ositos de peluche profundamente horribles.

No soy provinciano, soy pueblerino. ¡Peor! ¿O quizás mejor?

He pasado por Madrid para visitar a una amiga amiga, pues ya les digo que mi corazón está más seco y solitario que los Monegros.

Los domingos aquí son del Retiro.

Caminando hacía allí desde la Puerta del Sol sentíamos un extraño olor que conforme más andábamos, más de acentuaba en nuestro afinado olfato.

Cada vez más profundo y cada vez más sucio.

De repente se vislumbraba a lo lejos un grupo de jente -con j será como lo escriben ellos) – manifestándose a favor de la libertad de expresión y de prensa.

Podría ser coherente sino fuera porque eran terroristas, es decir, comunistas.

Decían que al alcalde de Madrid -uno de los mejores- no les gustaba que se reunieran allí.

¿A qué alcalde de una ciudad europea -excepto a Ada Colao, claro- le guste tener a un grupo de imbéciles anti democráticos en el centro de su ciudad?

¡Comunistas pidiendo libertad! ¿Cabe mayor osadía?

Me acerco sigilosamente para leer el panfleto, donde además venden libros de asesinatos multitudinarios como Lenin, Fidel Castro (…)

Me miran raro, claro. Voy aseado, bien vestido y además perfumado.

Yo sé dónde sobro y para no contaminar ese ambiente soviezoológico me retiro.

Como el morbo pesa más que la prudencia, quería quedarme un poquito. Mi amiga no, claro ¿cómo va a querer quedarse allí una chica argentina que ha vivido en primera piel la miseria de la izquierda?

Ofrezco una solución para poder permanecer allí sin secuelas. Me acerco a bazar y compro un paquete pinzas para repeler el pestazo. Y es que es esto lo que acaba siendo el comunismo. Al final siempre acaban pagando los que hacen lo que tienen que hacer y son como se debe ser.
He pensando en mandar al PCE la factura de mi repelente olfativo. He supuesto que tendrán dinero, ya que en cualquier país democrático hoy habrían sido multados por apología del terrorismo.

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