OPINIÓN

Luis Fernando Garrido: «¿Y la unión del centro-derecha pa’cuando?»

Luis Fernando Garrido: "¿Y la unión del centro-derecha pa’cuando?"

Tras el ¿sorprendente? resultado de las elecciones catalanas (bueno y esperado para unos e inesperado y sorpresivo para otros) se pueden extraer numerosas lecturas del sufragio catalán. Tantas como usted quiera interpretar, porque cuando se trata de analizar los resultados de una consulta electoral, cada quisque arroja una interpretación partidista en función de los réditos obtenidos.

Pero visto el batacazo sufrido por las fuerzas constitucionalistas (léase PP y Cs’), salvo la sorprendente irrupción de VOX en el mapa político catalán, millones de españoles continúan preguntándose: ¿Y la unión del centro derecha pa’cuando?, parafraseando ese popular axioma deportivo que se puso de moda, sobre todo entre la parroquia madridista, reclamando la presencia del brasileño Vinicius en las filas “merengues” y extrapolando ese axioma al campo de la política.

Dadas las circunstancias y constatado el triunfo de la opción independentista en la consulta catalana, sería conveniente y deseable para España que los prebostes del centro derecha se sentaran a dialogar seriamente, dejando al margen cuitas personales e intereses de partido para conformar a nivel nacional una formación política fuerte, sólida y capaz de hacer frente al socialcomunismo que mal gobierna este país, reconquistando así un espacio electoral que con el paso del tiempo se ha ido diluyendo y fragmentando en postulados fotocopia que no difieren mucho en lo esencial entre ellos.

Unas de las notables lecturas del resultado del 14-F ha sido la altísima abstención del pueblo catalán en la cita electoral. Nada menos que casi un 48% de votantes rehusó la cita con las urnas, arrojando así el segundo peor registro de la historia tras las elecciones de 1980. La participación ciudadana se desplomó debido a numerosas razones que van desde el efecto pandemia hasta el hartazgo de la población hacia la política y sus principales actores, los políticos.

Por tanto, los teóricos ganadores de la consulta catalana no deberían cantar victoria con alegría inusitada puesto que casi la mitad de los catalanes con derecho a voto se quedó en casa. Paupérrimo registro para arrogarse la voluntad moral y aquiescencia del pueblo catalán hacia el separatismo, si bien esta vez apostó de forma más nítida por la opción independentista.

La miserable estrategia del inefable Pedro Sánchez de no retrasar las elecciones catalanas en pleno repunte de la pandemia para aprovechar así el efecto Illa, no arrojó los réditos que el inquilino de la Moncloa deseaba. Cierto es que el filósofo exministro de Sanidad resultó ser el vencedor de la quiniela electoral, pero con sólo 39.000 votos más (3 escaños) que el “bailongo” Miquel Iceta cosechó en 2017. La ecuación, por tanto, no requiere apenas dispendio en cohetes y alharacas.

Empero, a pesar de su mayor consenso votante, el efecto Illa de poco le servirá a Sánchez para controlar el Govern, ya que la previsible unión de las fuerzas indepes (ERC, Junts y la CUP) en coalición de gobierno dibujará un paisaje soberanista en el mapa catalán, y de nuevo con la independencia como horizonte político. Esta vez con mando en plaza para los discípulos del presidiario Junqueras, que aportó a la causa un ligero “sorpasso” sobre los delfines del fugado Puigdemont.

La “victoria” de Illa quizá haya servido solo para constatar una extraña aprobación del electorado sobre la gestión de la pandemia. Increíble, a tenor de la nefasta gestión de la crisis sanitaria y económica de un Desgobierno y un ministro intruso que pasarán a la historia con premeditación y alevosía tras su desastroso mandato. Con más de 100.000 muertos (según datos del INE), millones de contagiados del Covid-19 y demasiadas corruptelas a sus espaldas, amén de asolar la economía española, con casi millón y medio de desempleados más, el cierre y ruina de miles y miles de empresas y autónomos que engrosan cada día las colas del hambre y una deuda pública que supera los 1,3 billones de euros, lo que representa el 117,1% del PIB. Unos dígitos para enmarcar en la historia y acreditarlos más adelante ante los tribunales de Justicia.

Descartada una improbable formación de gobierno por parte del candidato Illa, y con la más que verosímil coalición de las fuerzas independentistas -a pesar de sus diferencias entre sí-, el sueño del trolero Sánchez se tornará en insufrible pesadilla ante la difícil papeleta que tendrá que solventar en Cataluña, que bien podría extrapolarse a la política nacional. Los constantes torpedos dirigidos por los indepes catalanes hacia la línea de flotación del sanchismo exigirán urgente negociación para la autodeterminación del “país catalá”, la amnistía inmediata de los políticos presos por el dichoso “procés” y el regreso de los fugados de la Justicia. Sin descartar una nueva autoproclamación de la república catalana, como ya lo intentó sin éxito el fugitivo de Waterloo.

La gravedad de la situación política se perfila en que las exigencias de los indepes catalanes contrasta con los acuerdos de investidura que permiten a Sánchez habitar la Moncloa. Son sus propios socios de gobierno los que incitan a la insurrección mediante apremios que difícilmente pueden integrarse en la directriz constitucional y que bien podrían propiciar, si la aventura se enquista en demasía, dinamitar el amparo a la coalición de gobierno y poner al socialcomunismo “mirando pa’Estepona”, como diría mi viejo amigo Pablo, un jubilado andaluz atónito ante la incierta singladura que viene destrozando la vida social española.

Las divergencias -algunas insalvables por la fobia entre Junqueras y Puchi- entre los indepes catalanes para formar gobierno otorgan al ínclito Sánchez un tiempo extra para la negociación.

Aunque la prórroga puede resultar una explosiva incógnita para la resolución del conflicto catalán. Porque el mentiroso compulsivo que acredita ser el presidente español podría enfrentarse a una enrevesada disyuntiva: ceder ante el independentismo catalán o aplicar el 155, con lo que ambas posturas conllevarían. Esa es la cuestión.

El pacto del centro derecha

Visto el cariz que están tomando los acontecimientos en nuestro país, con un Desgobierno a la deriva inmerso en un clamoroso cisma interno, y con unos socios de investidura que alientan y se solidarizan con el terrorismo callejero y el tiro en la nuca, España camina sin remisión hacia un gobierno antisistema que acabará dinamitando los cimientos democráticos de nuestro país.

Ante esta demencial perspectiva -ahí están las revueltas callejeras que venimos sufriendo estos días en suelo hispano- no cabe otra solución de futuro que la unión del centro derecha político español. Una alternativa de gobierno anhelada y demandada por millones de españoles que no desean ser testigos impasibles de la destrucción de nuestro país.
Insisto. Los varapalos sufridos por las fuerzas constitucionalistas en el sufragio catalán -salvo la sorprendente irrupción de VOX- invitan a una profunda reflexión de los dirigentes de estas formaciones políticas en aras de construir una nueva alternativa de gobierno que trabaje con fe y honestidad para reconquistar el espacio electoral del centro derecha en España.

Para lograrlo, los “mandamás” de cada partido deberán enterrar sus viejas rencillas y cuitas personales, sus ansias de poder, su ambición política y engullirse su ego personal en la búsqueda de una solución pragmática que satisfaga a todas las partes. Tanto Casado, como Arrimadas y Abascal deben desterrar personalismos, protagonismos y demás zarandajas que conduzcan al liderato único, para conformar una formación que contemple la alternancia en el poder con la estrecha colaboración de sus socios de coalición. Difícil ecuación, pero no imposible.

Si tanto amor proclaman siempre por España y su indestructible unidad territorial, este es el momento idóneo para demostrarlo. No cabe otra solución. De lo contrario, este país se verá abocado a sufrir durante lustros la tiranía de una dictadura socialcomunista que destruirá España.

Por tanto, cabe insistir en esta cuestión, crucial para el futuro de España: ¿Y la unión del centro derecha pa’cuando?

Luis Fernando Garrido

(Editor y Periodista)

 

 

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