OPINIÓN

Anián Berto: «Atresmedia y Mediaset el otro ‘abrazo del oso’ «

Anián Berto: "Atresmedia y Mediaset el otro 'abrazo del oso' "

La gente está bombardeada de noticias, normas y leyes, pero no se les informa. El linchamiento psicológico se juzga en la plaza del pueblo, y los árboles no dejan ver el bosque

Cuando el Gobierno le endiñó un golpe de millones de los españoles a las televisiones privadas ricas y prósperas, fruncimos el ceño y fue cuando nos percatamos que esto de la Covid-19 no iba ser coser y cantar. Claro tampoco hay que saber álgebra. Ante tanto desconcierto, inexperiencia e inepta gestión política, los medios de comunicación y su influencia pública es obligado hacerlos aliados. La televisión cómo arma de destrucción masiva.

Así se pensó y el resultado es este. Hasta ahora, y tras algo más de un año de pandemia, miles de muertos – más de 92.000 fallecidos -, ingente número de infectados, confinamientos, estados de alarma, miedo, pánico, incertidumbre, ruina económica y, lo que es más indignante, la ciudadanía está bombardeada de noticias, pero no estamos informados. Ni los políticos, ni científicos ni la industria farmacéutica, y tampoco las Asociaciones Españolas del Medicamento, aclara con exactitud los perjuicios y contraindicaciones de vacunas y otras actitudes para prevenir la enfermedad. Está claro, hay muchos intereses sobre la mesa. Se necesita menos noticias y más información, pedagogía creíble y transmitir confianza a la gente.

Así que la inversión millonaria a los medios de comunicación afines se ‘invierte’ (e insisten) en hacer la labor de entretenimiento y despiste. La opacidad es absoluta, no se conoce nada de la vacuna ni del virus. Incluso le viene bien como distracción y devaneo a ministros, sobre todo a Irene Montero, responsable de ‘Igual Da’, que se hace juez y parte. Los reality’s show’s televisivos hacen buena labor de relajamiento, hasta el punto que la muchedumbre se preocupa más de Rociíto y Antonio David que de la hecatombe que sufre España.

Las injerencias a un país, a una comunidad, o solo a una persona, pueden llegar desde cualquier ángulo social, político o económico. Esta trilogía la manipulan y manosean las grandes cadenas de televisión a su antojo. El linchamiento público a través de un medio de comunicación, de estas características, puede ser decisivo para transformar una sociedad de 47 millones de personas.

Es innegable que doctores tiene la iglesia, se hace ‘política fina’ y se aplican técnicas que llegan al neuromarketing, o quizá ni eso, solo el folclore que la incultura general precisa. Todo se proyecta bajo la consigna de, ‘nosotros no somos jueces, esto es un programa de televisión’, pero dispone con todos los aditivos del peor juicio que se puede llevar a cabo. Es colocar al reo en la plaza del pueblo, dirigido por malvados, odiadores y opinadores sin conciencia. Sin respeto a la decisión de jueces, juicio y presunción de inocencia. Unos cuantos charlatanes cargados de odio, alguna que otra representante de chiringuitos al uso, que no se defienden ni así mismas, y la película de ciencia ficción está montada.

Pongamos que hablo de España, y de una pareja de antiguos ‘tortolitos’, despechados y con ganas de hacer caja. En este caso, de desamor y odio. Ha roto la paz ella, pero tras las hostilidades de él, de ambos y 25 años después de las desventuras. Cuenta con todos los alicientes públicos en el entorno, desde hijos por medio hasta personajes de relieve artísticos, que ya no están. Lo que hace mucho más dramática la trama y la atención del personal. Es probable, y así es, que ya las guerras no huelen a pólvora, ni a bandos enfrentados. Unos pocos guionistas espabilados, las ansias de dinero y un medio de comunicación de masas, es suficiente poder ‘bélico’ para trastornar a toda una nación cómo España que, incluso, hizo retroceder las intenciones diabólicas de Napoleón.

Es de manejo público que el ‘cuarto poder’ (la prensa) tiene influencia suficiente para derrumbar el más alto estandarte. Y si mencionamos Atresmedia y Mediaset, puedo decir, sin temor a equivocarme, que es la otra coalición adjunta al acuerdo del ‘abrazo del oso’ de Pedro y Pablo. No se pueden ver, pero la tarta se la reparten a porciones iguales. Si a ello le unimos la avaricia humana, la falta de escrúpulos y el desprecio al semejante, los ingredientes son exactos para declarar la peor contienda destructiva que jamás se librara cuerpo a cuerpo.

Sin duda, vivimos un momento crítico en España. Los datos económicos son fríos y espeluznantes. Se salvan, de momento, las farmacéuticas, funcionarios, sector alimentario y, desgraciadamente, las funerarias  o pompas fúnebres. A río revuelto siempre hay ganancias de pescadores.

Sin embargo, costará rehabilitar el estado sensorial y equilibrio mental de un gran porcentaje de la ciudadanía. En el estado social se ha abierto una gran brecha en las emociones y distorsión pública y en las enfermedades psicosomáticas. Y por fin, el virus o el supuesto protagonista de la catástrofe, ya cansino y muy sobado, las olas, ‘olitas’ y el encierro de los españoles. Ni para el verano conseguiremos la inmunidad de rebaño de ese 70 %, ni el virus se marchará. ¡¡ Ha venido para quedarse !!. Claro, puede ser una especulación más de quién suscribe, que también espera noticias fidedignas de quiénes no informan, sino atropellan, niegan la libertad y derriban derechos constitucionales del ciudadano. Mientras tanto, tod@s frente a la tele. Atresmedia seguirá cotizando en la Bolsa de Madrid, mientras el holding de Silvio Berlusconi y su Mediaset continúa extendiéndose por el mundo. Aquí solo nos queda soñar que algún día la población tenga opciones de vivir en paz, que los jóvenes tomen el relevo con ilusiones y España sea, lo que fue, el país envidiado en el mundo. La ingieneria no es fácil, pero quizá habría que comenzar por desbrozar el panorama, es necesario que se visualice el futuro eliminando a muchos de estos infinitos números de ‘gestores politicos’. Los árboles no dejan ver el bosque. Además ya estamos saturados de promesas y zanahorias que terminan en la olla de las fábulas. ‘El arte de dirigir muchedumbres consiste en saber decirles lo que piensan’, que diría el dramaturgo y Premio Nobel de Literatura madrileño Jacinto Benavente.

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