La Libertad de expresión, según el Artículo 20.1.a de la Constitución española (1978)
“Es el derecho a manifestar y difundir libremente ideas, opiniones o información”.
Aclarando, en su apartado 20.4 “Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, ‘en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen’ y a la protección de la juventud y de la infancia”.
Pues bien, extrapolando esta acepción semántica a las manifestaciones justificadas bajo una falsa ‘libertad de expresión’, vimos con enorme sorpresa e indignación la ‘Explosión’ de violencia que se vivió a raíz de la detención del ‘terrorista urbano’ Pablo Hasél , equívocamente llamado por otros ‘Rapero’, que arrastra un historial delictivo de violencia, de insultos al Rey, a la Monarquía, a empresarios, a expresidentes de gobierno, etc. y…lo que es peor, la ‘justificación y enaltecimiento del terrorismo’ más sangriento que hemos soportado durante decenas de años en España, el terrorismo de ETA, teniendo la desfachatez de llamar ‘presos políticos’ a los etarras que han sido encarcelados.
Pero… ¿Alguien cree que estas violentas manifestaciones obedecieron solo a la petición de excarcelar a este individuo?
¿Quien jaleó y arengó a estos ‘guerrilleros urbanos’ a actuar de aquella forma salvaje y desproporcionada?
Habrá que advertir que ‘aquí no vale todo’ porque ‘ni en prosa ni en verso’ se puede insultar gravemente al Jefe del Estado, se le puede desear la muerte o se puede ‘incitar a la violencia’ en nombre de una inadmisible ‘libertad de expresión’, para imponer de forma camuflada, unas ideas políticas de un claro signo populista,ultra izquierdista, anti globalista y anti sistema, que fue ‘defendido y aplaudido’ por los socios del gobierno y silenciado, con una descarada complicidad, por el Ministro del Interior y por el mismísimo Sánchez.
Nos preguntábamos entonces…
¿En que se diferencian estos actos vandálicos que presenciamos en Barcelona, Madrid, Valencia, Granada, Lérida y Gerona de lo que ‘antes’ se llamó ‘kale borroka’ -lucha en la calle-?
‘Lucha’ que fue protagonizada por los “pacíficos muchachitos vascos de Jarrai”, que ‘se entrenaban’ quemando todo aquello que encontraban a su paso, enfrentándose a la policía en las calles y pueblos de Bilbao, Vitoria y San Sebastián para convertirse más tarde en ‘los cachorros de la banda asesina ETA’.
Pues habrá que tener cuidado con el cariz que puedan tomar este tipo de ‘sucesos’ porque, al final pueden hacer valer el dicho… “De aquellos polvos salieron estos lodos”.
Claro que, si todo esto hubiese ocurrido en un país con un gobierno democrático que no confundiese la ‘libertad’ con el ‘libertinaje’, la reacción de la clase política dirigente tendría que haber sido la condena mayoritaria a esta desmesurada e inasumible ‘kale borroca descontrolada’, cuya justificación por algunos se nos hizo difícil de comprender.
Vergüenza, estupor, indignación e impotencia sentimos una gran mayoría de ciudadanos al ver como se permitieron las agresiones a los policías (genérico) mientras el Ministerio del Interior y su jefe, el ministro Marlaska, guardaron un inaceptable y vergonzoso silencio durante días, ante la indefensión y desproporción de medios con la que, debido a sus órdenes, se vieron obligados a actuar esos agentes que diariamente se jugaban su integridad física e incluso la vida enfrentándose, en lucha cuerpo a cuerpo, contra una ‘turba descerebrada de violentos’ que les duplicaban o triplicaban en número y que con una “organizada guerra de guerrillas” tenían por objetivo herir a los policías, destrozando mobiliario urbano, cajeros, lunas de bancos y escaparates de tiendas para proceder después al saqueo de todas ellas , al más puro estilo de las algarabías, pre-bélicas, que ya presenciamos en varias ‘repúblicas bananeras’.
¡Que le explique Echenique a estos comerciantes, sumidos muchos de ellos en la ruina por la pandemia, la soflama vertida en ‘Twiter’ animando a las ‘hordas antifascistas’ a defender esa, tan particular ‘libertad de expresión’ libertad que, por cierto, Iglesias el líder de su partido y entonces vicepresidente del gobierno, quería hipotecar con los medios de comunicación.
¿Donde estaban los medios adecuados de contención de masas (tanquetas antidisturbios protegidas para evitar la rotura de sus cristales, faros, intermitentes y prioritarios luminosos)
¿Donde estaban los vehículos cisterna para disolver, con chorros de agua a presión, a las turbas violentas, sin causar heridos, pero marcando con agua de color a todos aquellos ‘participantes de primera linea’ y cumpliendo además con la importante función de apagar los fuegos de contenedores y demás material urbano?
¿Como es posible que se viesen imágenes de 8-10 policías (mujeres y hombres) rodeados literalmente por una masa de manifestantes violentos agrediéndoles, haciéndoles retroceder en vergonzosa e infame huída y destrozando sus vehículos?
¿Que instrucciones les dan a sus policías los jefes cumpliendo las órdenes de los Delegados de Gobierno?
En cualquier país democrático del mundo estas imágenes serían suficientes para haber cesado, inmediatamente, a toda la cúpula del Ministerio de Interior, pidiéndoles las responsabilidades pertinentes y obligándoles a proporcionar los medios y a dar órdenes mucho más contundentes a las fuerzas de orden público para repeler los ataques, realizar detenciones y evitar el vandalismo y saqueo que noche tras noche vimos como se producía con una vergonzosa impunidad.
Señores políticos de este ‘gobierno de coalición’, al que yo prefiero llamar ‘gobierno de coacción’, permítanme recordarles la famosa frase pronunciada por el primer ministro británico Winston Churchill (1874 – 1965)
“El que se humilla para evitar la guerra tiene, primero la humillación y después la guerra”
José Manuel García Albarrán
Médico jubilado