En situaciones especiales necesitamos políticos especiales. No basta con que sean honrados, que sepan de economía, de gestión, que creen puestos de trabajo o que rebajen impuestos. En este momento crucial de la historia de la humanidad en su tránsito hacia el transhumanismo, necesitamos una clase nueva de políticos. Necesitamos, en primer lugar, políticos con discernimiento, que conozcan las estrategias de los globalizadores, con todos sus entresijos y “letra pequeña” de las actas de sus planes diabólicos. Necesitamos políticos que dejen de mirarse al ombligo y que, por poner un ejemplo, miren a nuestros cielos y nos expliquen qué son las dichosas cuadrículas que forman los misteriosos aviones, que nos digan qué aspergen a la atmósfera que hace que los cultivos se sequen, que las abejas se mueran y que los campesinos recojan “madejas” extrañas de no se sabe qué, aparte de las concentraciones anormales de aluminio en sus terrenos. Necesitamos políticos que estudien toda la información elaborada por científicos independientes –no pagados por las multinacionales de la telefonía—sobre lo que supone y supondrá a medio y largo plazo para la vida y la salud del planeta la implantación de la red 5G. Necesitamos políticos formados en el cambio climático REAL, ocasionado a propósito para utilizar el clima como arma de guerra, más allá de la falacia que nos venden los globalistas con sus Gretas de diseño. Necesitamos políticos que contraten como asesores a científicos éticos que les informen de la verdad de los hechos, y no a amigos oportunistas que les endiosen, les bailen el agua y les regalen el oído. Necesitamos, en definitiva, políticos humanistas con auténtica vocación de servicio. No sé si es pedir demasiado, pero la necesidad obliga a una amplitud de miras y si no nos damos cuenta es que estamos ciegos.
Hasta donde sé, no existe ningún partido político que se haya preocupado por los temas que acabo de citar y otros extremos de importancia, de los cuales no hablan los grandes emporios de noticias, esos que deciden qué hay que publicar y qué no, de los cuales los medios de cada país hacen seguidismo borreguil e interesado. Todos lo contrario, censuran y condenan a quienes se atreven a contradecir sus dogmas científicos o laicistas. Sin embargo, más allá de cualquier ideología política o religiosa, no podemos aborregarnos en nuestra ideíta de supervivencia egoísta y fanática. Nos hemos dormido en los laureles y hemos ejercido la tibieza durante demasiado tiempo, es cierto, pero aún es momento de luchar por los derechos que nos quieren arrebatar definitivamente, con la complicidad de quienes ostentan el poder. Es momento de luchar hasta conseguir sentarlos en el banquillo, por crímenes contra la humanidad. Otro Núremberg es posible, pero, esta vez “de verdad”, sin proyectos Paperclip ad hoc, sin negociaciones por la puerta de atrás, como ocurrió en el anterior proceso, que fue una pantomima. En el nuevo paradigma, tales acciones no pueden tener cabida.
Ahora, después de catorce meses, la sacrosanta Organización Mundial de la Salud (OMS) pide transparencia a las empresas farmacéuticas a través de un documento oficial. Es una obviedad, dirigida al ciudadano inocente y bienintencionado, que aún conserva la fe en las grandes instituciones mundiales en general, y en la OMS en particular, gracias a la cual llevamos catorce meses con nuestras libertades restringidas al máximo, que se sustancia en una sociedad mentalmente enferma, víctima de un trastorno de estrés postraumático colectivo generalizado, aparte de otros síndromes como la androfobia y la agorafobia que, con matices nuevos, ya estamos viendo en el día a día en las consultas. A esto hay que añadir la economía en caída libre y las colas del hambre, con el pretexto de un virus tan maligno que solo se puede detectar haciendo trampa, y ni eso. ¡Menuda estafa! No vamos a volver sobre las PCR y los ciclos porque quien, a estas alturas, con toda la información al respecto, no se haya enterado es un caso perdido de despiste y/o disonancia cognitiva crónica.
Que la OMS pida transparencia a las farmacéuticas, cuando es vox populi que está dirigida por ellas –son sus financiadoras—, siendo la voz de sus deseos, no es más que una operación de maquillaje, siguiendo el patrón de la información de doble vínculo, figura de manipulación que ya expliqué en artículos anteriores, consistente en enunciar una medida o dar una orden, seguida de otra contraria, con el fin de desestabilizar y debilitar al sujeto o, en este caso, a la sociedad. Este modus operandi es el que se viene aplicando por parte de todos los organismos y gobiernos en esta etapa política covidiana.
Por otro lado, hablar de industria farmacéutica transparente es una contradictio in terminis, dado que el fin de los emporios farmacéuticos no es curar nuestros males, sino engrosar sus cuentas corrientes con sus miles de productos superfluos que consiguen introducir a través de papers falsos y la complicidad de los Estados. Llevan desde años cronificando enfermedades para mantener al ciudadano como cliente fijo. Eso lo hacen –aparte de otras vías— a través de la dinámica de los congresos de médicos, celebrados en resorts de lujo con todos los gastos pagados, en los que, como por arte de magia, los valores de la glucosa, el colesterol o la hipertensión a partir de ese momento bajan su rango de peligrosidad. Así, de un día para otro, la mayoría de los ciudadanos se convierten en preenfermos y, por tanto, clientes de por vida, porque la corrupción médico-científica así lo ha decidido. Todo por la pasta, y todos a tomar la pastilla porque somos prehipertensos o prediabéticos. Ante esto, el usuario se encuentra completamente indefenso. ¡Y los políticos no hacen nada al respecto! Esto es solo un ejemplo, pero hay muchos más que ponen al descubierto la corrupción en las altísimas cúpulas de la sanidad mundial, de las que la OMS es la máxima representación, seguida por la mayoría de los gobiernos del mundo.
Otra de las partidas económicas de estos enemigos de la humanidad disfrazados de benefactores, son las vacunas, auténticas protagonistas de la crisis covidiana. No quiero decir, como ya expliqué en otras ocasiones, que estemos en contra de las vacunas per se. Otra cosa es que consideremos, en función de estadísticas y estudios ponderados, que algunas son innecesarias y que otras están causando demasiados efectos secundarios. Por ejemplo, la cada vez más cuestionada de la gripe, y lo digo basándome en opiniones de virólogos, especialistas y en los estudios al respecto. Lo mismo podríamos decir sobre la VPH contra el papiloma humano o la triple vírica, más que sospechosa de causar autismo en los niños. Aunque se acalle en los medios del sistema, ha aumentado la ratio de niños autistas, pero las autoridades sanitarias en lugar de hacer investigaciones rigurosas, se guían por los datos de las multinacionales interesadas y condenan a quien ose llevarles la contraria, como en el caso del doctor Wakefield y otros disidentes. Pero el avance de los niños padeciendo síntomas del espectro autista va en aumento, sin que a los padres se les dé una solución. No estamos en contra de las vacunas como tales, sino contra algunos de sus componentes y, sobre todo, de la escasa transparencia oficial en torno a ellas, máxime si están en fase de estudio o si se trata de experimentos génicos, nunca antes probados en humanos, con efectos secundarios muy dramáticos.
¿Y por qué los políticos acceden a la presión de las farmacéuticas?, podemos preguntarnos. La respuesta es bien clara. La industria farmacéutica mueve más dinero que el narcotráfico, las mafias y todo lo proveniente del mundo del hampa. Y, curiosamente, dedican grandes partidas de estos ingresos no solo a financiar campañas políticas y lobbies, sino a engrosar las cuentas privadas de políticos y funcionarios importantes, así como los Colegios de Médicos. Así se entiende que se opongan a cualquier idea disidente. Reciben órdenes: las del dios Mammón.
A la vista de todo esto, en las próximas elecciones generales –aplicado a todos los países—, deberá importarnos menos lo que los políticos prometan en infraestructuras o prestaciones sociales, y deberemos tener más en cuenta que nos garanticen nuestras libertades individuales y, más en concreto, el derecho a decidir algo tan importante como el tipo de medicina que deseamos recibir, sea esta alopática, homeopatía o sintergética. Asimismo, debe prevalecer nuestro derecho a vacunarnos o no, más allá de imposiciones internacionales interesadas. Aparte de la Constitución, que garantiza nuestros derechos individuales, en España nos ampara la Ley de Autonomía del Paciente que nos protege y otorga la libertad de someternos a un determinado tratamiento o rechazarlo. Pero estos derechos podrían ser secuestrados definitivamente. De todas las libertades, esta es la más importante. Recordemos esto cuando los políticos hablen de LIBERTAD.
En economía y en política las cosas raramente son lo que parecen y las causas hay que buscarlas en oscuros despachos de gente poderosa y oscura que lleva gobernando el mundo, tras bambalinas, desde hace siglos y, de manera más visible, en los últimos años. Creo que los dirigentes políticos honrados desconocen las intenciones de los globalistas del Nuevo Orden Mundial, de someter y apaciguar a la humanidad a través de varias estrategias, una de las cuales, la más atrevida, es la vacuna COVID –la de ARNm, la de la proteína espiga—, que no se tratará de dos dosis, sino de muchas más, quizá una o dos anuales. Al menos, eso reza en sus planes. Esto será un saco sin fondo, una dinámica sin retorno.
Vuelvo a decir que nuestra oposición ante la vacuna no es por el fármaco en sí, sino por sus componentes tóxicos y la nanotecnología empleada en su elaboración, con efectos secundarios irreversibles –de los que ya he hablado ampliamente en otros artículos—, además de ser absolutamente innecesaria, sanitariamente hablando. Les aconsejo que lean a Eric Drexler y sus vaticinios sobre el uso de la nanotecnología si no va aparejado con la ética. ¿Algún político conoce estas cuestiones? ¿Algún partido defenderá la LIBERTAD con mayúscula y se opondrá a una posible vacunación obligatoria? Es la gran incógnita y la gran esperanza.
Con toda la información sobre la mesa, y el discernimiento de mis muchos años en busca de la libertad y la verdad, me atrevo a aconsejar que la única vacuna que debemos ponernos es contra la amnesia, para no olvidar que nuestros manipuladores, aquellos que nos empujaron al precipicio, no pueden ser nuestros salvadores.
NOTA. Si algún youtuber desea reproducir este texto o parte de él para la locución de su vídeo, debe pedir autorización y citar la fuente al principio de la narración.