En las últimas páginas de la prensa escrita suele haber una sección dedicada a la televisión. Siempre leo cuales son los programas más vistos y, constantemente, repiten en el ranking aquellos cuyo entretenimiento consiste en el enfrentamiento de unos y otros. Quizás alguien piense que cinco millones de españoles pegados cada día a esos lamentables espectáculos no tenga afectos en los que no los ven. Se equivocan. De hecho, nos hemos acostumbrado a leer en la prensa digital como en la misma sección aparece el ganador de los Premios Príncipe de Asturias junto con la última declaración de Belén Esteban. Yo soy de los que piensan que la calidad de la prensa, al igual que la de la política, son un reflejo de la sociedad, pues no puede ser de otra forma; es esta la que elige como informarse y a quien votar.
Hoy en día, gracias a las redes sociales, se veja y lapida con una rapidez asombrosa. ¿De verdad nos paramos a pensar en lo que leemos o vemos? ¿Nos creemos capaces de juzgar cualquier asunto aún sin haberle dedicado un minuto de lectura en toda nuestra vida? Una cosa es juzgar si un concursante debe abandonar una isla y otra llamar a una persona racista u otros calificativos del estilo.
He manifestado en Instagram mi preocupación por la avalancha de inmigrantes que se han adentrado en territorio español de forma ilegal. En mi publicación, me preguntaba cuántos terroristas podrían haber traspasado las fronteras. Algo bastante lógico, pues, como todos ustedes saben, es a través de Marruecos por donde han conseguido adentrarse en Europa gran parte de ellos. Que un país pierda la potestad de elegir quien lo habita es un riesgo para la seguridad nacional. Todos los países del mundo controlan sus fronteras. Al parecer, decir algo tan evidente como esto es decir que todos los inmigrantes son terroristas. Sin embargo, decir algo tan falso como que toda la Policía Nacional es fascista -con esto se le llama asesina- sí puede decirse, pues me lo han escrito en alguno de esos mensajes recriminatorios que he recibido.
“¡Qué se pare el mundo que yo me bajo!” decía Mafalda. Pues yo no me bajo, que se bajen ellos