La aplicación de la ley por parte del Tribunal Supremo es, para el infame Presidente del gobierno, «una venganza y una revancha». Eso es lo que opina este Juan Lanas sobre el estado de derecho y la división de poderes.
La estrategia ad nauseam de Sánchez, su gobierno y los separatistas es más vieja que el cuplé, y mucho peor sonante: introducir arteramente palabras nuevas que nadie ha citado, conceptos que no vienen a cuento, para luego darles la vuelta.
La Constitución no habla en su articulado de concordia, fin deseable sin duda pero concepto jurídico indeterminado “sin valor normativo”, “consustancial por otra parte al mismo estado de derecho violado por los golpistas”. Menos aún ampara manosearlo a demanda, discreción y conveniencia. Éstos botarates ensucian hasta las palabras solemnes. Y además es que justamente no la hay, concordia. Concordia constitucional. Fueron ellos los que la rompieron y llevan décadas minándola como instrumento de coacción y de chantaje.
Y el castigo del que habla su presidente es para el pueblo español, el soberano, que está «hasta los mismísimos de que se usurpe su soberanía». Tampoco hay razones de utilidad pública. Está la Nación después de la pandemia como para monsergas.
El Tribunal Supremo ya lo ha dicho: inaceptable.
«Naturalizar los indultos» ha dicho el ministro de justicia mientras los desnaturaliza y no sé qué otra tontería el m
inistro de los sobres. Y para rematar, “Podemas” decide cuando es tiempo de jueces y cuando no, lo que constituye una auténtica apología de la desobediencia. El fin del Estado de derecho.
Cualquier estudiante de derecho sabe que “aplicar el derecho es una barbaridad”. Y que “el derecho está para adornar las estanterías”. “No está para estas cosas”.
Los condenados insisten en que lo volverán a intentar, siendo requisito sine quae non del indulto el arrepentimiento. Por lo tanto, de concederse el indulto sin cumplirse las condiciones no sólo podría impugnarse en vía contencioso-administrativa sino que podría constituir un ilícito penal en función de los que hechos a que pudiera dar lugar, una ignominia frente al pueblo y la Nación, plagada eso sí, de innumerables antecedentes durante la infausta presidencia de Pedro Sanchez, que pretende otra vuelta de tuerca, “un nuevo fraude de ley”.
La nueva marioneta de la Generalitat Pedro Aragonés, persiste como los condenados, fugados, inhabilitados y procesados en la sedición y sus propósitos delictivos, mientras los nuevos pelotas recién nombrados ya han salido con sus pancartas de “Amnistía y autodeterminación». Borrón y cuenta nueva. Pelillos a la mar, exigen, para volver a hacer lo mismo. Como los futbolistas cuando terminan un ciclo de cuatro tarjetas amarillas. Quedan limpios.
Lo único que demuestran los hechos es que el Tribunal Supremo debió entender el golpe de Estado como Rebelión, y no estaríamos otra vez con esta monserga. La historia enseña. Y al que quiera la respuesta que estudie Historia. Este es el problema de estudiar en una lengua distinta del roman paladino, con la que usa el pueblo para hablar a sus vecinos.
A Sanchez le trae al pairo la ignominia. Como todo. Si es buena o mala para el país. Si el pueblo soberano está o no de acuerdo. Él busca los apoyos para resistir en la cárcel o en el infierno al tiempo que prepara la eventual salida con el de su mujer y otros nombramientos. Una vergüenza. Como el controlador de nubes y el resto.
El infame lo que quiere es reforzar la vía de agua que está abriendo la desintegración de «unidaspodemas», con un salvavidas pinchado independentista.
Pero el pueblo debe salir a la calle frente a los indultos. Una vez más, lo que el pueblo no haga, se quedará sin hacer. El pueblo, que está hasta los mismísimos de la permanente usurpación de su soberanía, tendrá que salir a la calle a hacer valer la Constitución y el estado de derecho frente a los usurpadores.
