OPINIÓN

josé María Nieto Vigil: «Una historia adulterada y tergiversada»

Movimiento Comunero V centenario

Se cumple el V Centenario de la Guerra de las Comunidades (1520-1522) y, como en tantas ocasiones, la manipulación de su historia ha sido políticamente profanada desde posiciones ideológicas sectarias, siempre desde la perspectiva de la izquierda, totalmente ajena a la verdad de los hechos acaecidos durante aquel conflicto.

Castilla y León hoy es menos Castilla que nunca, convertida en periferia económica, social y demográfica del Reino de España. Es verdaderamente lamentable su presencia actual en el malparido estado regional o de las autonomías que padecemos, su protagonismo presente queda reducido a una marginalidad vergonzosa y vergonzante. Ayer, corazón y pulmón de España, hoy víscera sin importancia. Grande en extensión, pequeña en todo lo demás, menos en su rico patrimonio artístico y su excelsa historia particular. Entonces, en el s. XVI, era imposible entender un imperio sin Castilla, hoy la involución es la de no poder entender Castilla sin España. La transformación es verdaderamente lamentable.

Durante el presente año se conmemora el V Centenario de la Batalla de Villalar (23 de abril de 1521), con una intencionada discreción institucional, limitada a una magnífica exposición que se está celebrando en Valladolid, bajo el título “Comuneros : quinientos años”, un Congreso Internacional bajo el epígrafe “Tiempo para la Libertad”-desarrollado en Burgos (Prólogo)-Valladolid (Desarrollo) y Medina del Campo (Epílogo) durante los pasados días 18 al 21 del corriente mes de mayo- y, un concierto a celebrarse en el auditorio Miguel Delibes próximamente. Poca cosa es, dada la difusión y divulgación de tales efemérides. Parece que una pesada obligación imponía tales celebraciones institucionales. A título personal, he tenido la oportunidad de visitar la magna muestra, y de asistir a dicha convención, lo que me permite afirmar que sus contenidos son sumamente interesantes. Espero poder tener ocasión de hablarles de ellos con más detenimiento, en tanto les invito a visitar el vestíbulo de la sede de las Cortes Regionales de Castilla y León, lugar de la exposición de ciento cincuenta piezas únicas, singulares, que ha sido posible gracias al esfuerzo de más de cincuenta instituciones públicas y privadas. Jamás se volverá a reunir una colección de tan fabuloso valor histórico y económico, no en vano, el valor global del conjunto –según la aseguradora contratada- alcanza la nada desdeñable cifra de quince millones de euros. Por cierto, en la fachada del edificio ni en los aledaños, menos aún en la capital castellana, hay cartel, banderolas o similares, anunciado su celebración. Un auténtico despropósito que también ha sido descartado, sin discreción ninguna, en la reciente Feria Internacional de Turismo (FITUR) organizada en Madrid. Me parece un auténtico despropósito y una deserción del Centenario que conmemoramos.

En cuanto a la celebración del Día de la Comunidad, en Villalar de los Comuneros, a consecuencia de las restricciones, tampoco ha habido ocasión de festejar, de manera popular, la efeméride de la batalla centenaria. Todo quedó reducido a una procesión mediática de altos dignatarios regionales recorriendo el camino de retirada de los comuneros, desde el castillo de Torrelobatón hasta el lugar de la derrota de la causa de la Comunidad. Una pamema y una triste pantomima.

La interpretación del movimiento comunero ha sido, de natural, secuestrada por la izquierda radical, especialmente y, con descaro, por los socialistas, haciendo una lectura torticera que desfigura la histórica verdad del levantamiento castellano. A esta desvirtuación de la realidad han contribuido, con empeño y denuedo, la intelectualidad de la progresía filo marxista. Lo acaecido y lo contado han ido por caminos diferentes, sin el rechazo explícito de muchos, de demasiados, que se han ausentado del debate histórico por temor o por desconocimiento. La ética de pensamiento único, excluyente, se impone también en la investigación de la historia.

Movimiento Comunero V centenario

Pero vayamos por partes, por lo que a mí respecta, desde mis formación como historiador, les anuncio que me declaro en abierta rebeldía contra la uniformidad oficial al respecto. Los comuneros no fueron republicanos, menos aún comunistas, como muchos han querido hacernos creer. De eso nada, una cosa es la defensa del bien común, de la comunidad, y otra bien distinta el comunismo colectivista. Por tanto aunque pertenecientes al mismo campo semántico y a la misma familia léxica, comunero no es sinónimo de comunista, comunidad tampoco lo es de comunismo. Quien afirme esto es por ignorancia o por un sectarismo recalcitrante, no ya de la lengua vehicular sino de la historia de Castilla y, por ende, del Reino de España.

La sublevación de la Comunidad no pretendió sustituir a la monarquía por una especie de república sin soberano. Falso. De hecho se reconocía a la reina Juana I de Castilla como legítima soberana, e incluso, simpatizó con Fernando de Habsburgo, hermano del futuro emperador. Las entrevistas celebradas en su palacio-prisión de Tordesillas, donde permanecía recluida por expreso deseo de su padre, Fernando II de Aragón, fueron constantes. Siempre se la ofreció asumir el trono de España, también se la defendió en el campo de batalla ante aquellos que cuestionaron sus capacidades, menos mermadas que lo que se quisieron señalar. Por tanto de república al estilo genovés o florentino, nada de nada. Una vez más falso. Entre septiembre y diciembre de 1520, los líderes de la Comunidad la visitaron en numerosas ocasiones manifestándola su inquebrantable lealtad.

Patriotas sí, traidores no, defensores de mayores libertades frente al absolutismo real, también. Representaron la lucha frente a la invasión extranjera de la corte borgoñona que, de manera impúdica, se dedicó al saqueo de las arcas públicas, a la usurpación de cargos en el gobierno del reino y a un desdén hacia lo castellano de manera humillante, por supuesto que con la aquiescencia del bisoño rey llegado de Gante y la complicidad de los nobles, más dados a la defensa de sus intereses particulares que al deseo de favorecer a sus súbditos.

Revolucionarios tampoco, pues este calificativo es señalado con posterioridad, ellos no eran conscientes de tal presentación. Se revirtió el orden político establecido –eso es incuestionable-, en numerosas ocasiones cometieron excesos, profanaron suelo sagrado, y arrasaron lugares y villas. En todo ello la nobleza castellana les llevaba siglos de ventaja. Lo que sí representaron fue una bocanada de aire fresco en una España todavía medieval, una esperanza y ansia de mayor libertad, sin dejar de ser fieles a Castilla y a su reina. A Carlos no se le negó su legítimo derecho, pero sí su abuso y perjurio en el juramento del respeto a las leyes y las Cortes de Castilla, a su continuada ausencia, a su exclusivo interés por el Sacro Imperio Romano Germánico, a su nulo conocimiento de las costumbres y lengua de sus reinos peninsulares, a su voraz deseo recaudatorio para sufragar su coronación imperial, a su impropio desprecio a su madre, a la cual mantuvo confinada tras la caída de Tordesillas en manos de sus “leales.” Demasiadas cosas en contra para ser acogido, inicialmente, como rey digno de ceñir la corona de tan distinguido reino.

En definitiva, y si me permiten los editores, les seguiré hablando de ello en sucesivos artículos. Hay mucho que explicar y desintoxicar de espurias e interesadas manipulaciones proclamadas y escritas. La izquierda no se puede apropiar de la verdad de la historia. A esto se llama defensa de la verdadera memoria histórica.

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