OPINIÓN

Pedro Manuel Hernández López: «¡Dad al César lo que es del César… y a Dios lo que es de Dios!»

Pedro Manuel Hernández López: "¡Dad al César lo que es del César… y a Dios lo que es de Dios!"

Los máximos responsables de la Conferencia Episcopal Española (CEE) —con el Excelentísimo y Reverendísimo D. Juan José Omella, cardenal y arzobispo de Barcelona, a la cabeza y en calidad de presidente—se han equivocado de todas, todas, al apoyar con su aprobación los indultos a los “sedicionistas” y secesionistas catalanes, esos indeseables “doce del patíbulo” empeñados en romper la unidad de España y convertir la Comunidad Autónoma de Cataluña en una micro república federal independiente del resto de las Comunidades Españolas.

Como un breve preámbulo a este “artículo de opinión”, permítanme que evoque y narre sucintamente el relato evangélico de San Mateo (22:15-21):

“En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?» Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.» Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César.» Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»(sic).
Jesús, en sus respuestas a los interrogadores, nos recuerda que todos somos ciudadanos de dos dominios – el espiritual y el temporal. Tenemos deberes con cada uno. Generalmente, estas lealtades no están en conflicto. Sin embargo, de todos modos hay ocasiones en las que necesitamos denunciar esas frecuentes conductas –negligentes o inequitativas de nuestro gobierno– especialmente en relación a la injusticia social y, a la cada día más habitual y casi institucionalizada persecución, –tanto material como formal– de la religión católica por parte de una gran mayoría del Ejecutivo que nos des-gobierna.

Cuando surge el conflicto entre los poderes espirituales y temporales—muy habitual desde y en los gobiernos más nefastos y oscuros de la Historia de España, el de ZP y el de Pedro Sánchez el “buenismo”—no vendría mal recordar aquella famosa máxima de Santo Tomás Moro (1470, Inglaterra), padre y esposo ejemplar, que fue elegido por Enrique VIII canciller del reino y posteriormente obispo de Rochester. Este, por rechazar desde el principio el reconocimiento de la supremacía espiritual del rey sobre la Iglesia en Inglaterra, fue decapitado en Londres el 6 de julio de 1535, no sin pronunciar, antes de morir: “Muero como buen sirviente del rey, pero Dios es lo primero”. ¡Craso error, repito, y gravísima equivocación, la de los responsables de La Conferencia Episcopal Española! (CEE)

Monseñor, D. Juan José Omella y la mayoría de sus hermanos en la fe y en la jerarquía episcopal, no solo han olvidado las palabras evangélicas de Jesús, “…al César lo que es del César y a Dios…”, sino que, al parecer también, su memoria sobre la “Historia de la Iglesia” –sí hombre sí, esa asignatura que se estudiaba en mis años de Seminario, creo que en tercer curso de Teología—ya no es la que era o puede ser que ese día –cuando explicaron el origen del Protestantismo y la Reforma anglicana–hicieran “pellas” y no asistieran a clase. De ahí su ostensible y notorio olvido junto a su gran metedura de pata al mezclar “churras con merinas” y no “dedicarse a sus zapatos” (como los maestros artesanos) e intentar jugar, no solo a político, sino a mucho más, a “Judge Dredd (Juez Dredd), esa película de ciencia ficción de 1995, dirigida por Danny Cannon y protagonizada por Sylvester Stallone, en el papel estelar de Joseph Dred, uno de los “Jueces callejeros”, de Mega-City en 2139, más responsable y estricto a la hora de perseguir a los malhechores y de aplicar justicia.
Sea una cosa, la otra o las dos cosas juntas a la vez, su Excelencia el arzobispo de Barcelona ha metido a toda la Conferencia Episcopal Española en un callejón sin salida y sus consecuencias no pintan nada bien, a tenor de las críticas que está recibiendo desde todos los frentes y, muy especialmente, por una gran parte de los españoles que profesan la religión católica. Su declaración oficial, ha dejado a la mayoría de obispos diocesanos “con el culo al aire”. Así me lo han confirmado, personal y confidencialmente, más de uno, pues aparte de ser amigos personales desde nuestra más tierna infancia, también son obispos e incluso algunos ocupan algún que otro cargo relevante en la CEE. Esta declaración no deja de ser una grave injerencia en los asuntos de la política nacional y, por ende, en el poder judicial.

Por lo tanto, excelentísimos y reverendísimos señores representantes de la Iglesia en España, si efectivamente el Sr. Junqueras es una persona muy religiosa –cosa que Dios me libre de poner en duda, ya que como solía decir Pedro Crespo en “La vida es sueño”, del gran maestro y dramaturgo Calderón de la Barca: “ Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor (y yo añado el sentimiento religioso) es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios”– me parece acertadísimo que reciba el perdón de sus pecados, en confesión, siempre que asuma “el propósito de la enmienda”, la más importante de las cinco condiciones de una buena confesión que figuran en el famoso Catecismo del aragonés Padre Ripalda (1536).Esto no significa que deba quedar absuelto de sus responsabilidades legales y jurídicas como ciudadano, con el agravante de que no está arrepentido de ello, ni él , ni el resto de sus compañeros, los “doce del patíbulo del prucès”. Si esto ocurriera en el ámbito religioso, dicha absolución le sería denegada. No así en el ámbito civil, como así ha sido.
No solo es inoportuno, sino que también es, a todas luces, improcedente, que una institución religiosa y católica, como lo es la CEE, tome partido en esta cuestión, que tanto daño está ocasionando a la convivencia de los españoles. Además, como ellos mismos saben y muy bien, la concesión de los indultos no va a ayudar en nada, ni va a servir para nada a esta, sino más bien, con su intromisión, lo único que puede ocurrir, es que, esta profunda ruptura social, también se produzca y se agrave en el marco de los creyentes. Esto sería muy aciago y preocupante para los que nos sentimos católicos y practicantes. Si a un a pesar de todas las críticas recibidas siguen teniendo dudas– metafísicas o no—de sí su apoyo manifiesto a los indultos de “los presos del prucès” han sido oportunos, justos convenientes y acertados, no tienen nada más que escuchar los elogios recibidos por Pedro Sánchez en los que resalta y ensalza la “elocuencia” y el “acierto” de la Conferencia Episcopal Española en este serio y transcendental “affaire”, para darse cuenta que sus declaraciones no transcurren por el mejor camino posible.

¿Si no le hubieran “bailado el agua”–quizás involuntaria e inconscientemente– a Sánchez I “el Magnánimo”, creen que este ególatra redomado hubiera descendido a la arena del Congreso para tildar de “valiosas” las reflexiones lanzadas por la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET), en la que expusieron la necesidad de aplicar “medidas de gracia”, acompañadas de un “perdón sincero” y desde “el respeto a la justicia”…? Lo dicho, han metido a la totalidad de la Conferencia Episcopal Española en un callejo sin salida y sin retorno. Ha sido un viaje a ninguna parte en el que han buscado desaforadamente ese fantástico “Puente a Terabithia” que solo existe en un mundo imaginario creado por Jesse y Leslie (los dos protagonistas de la película de aventuras y ficción, “Bridge to Terabithia”, dirigida por Gábor Csupó y estrenada en España el 2 de marzo de 2007). A pesar de los impecables “clérimans”, en esta ocasión, las largas y negras sotanas de algunos destacados miembros de la CET no han evitado –respaldando la concesión de indultos a los políticos presos (¡ojo con confundirlos con “presos políticos, que es lo que ellos desean!) –que esas zonas, donde la espalda suele perder su honroso nombre—y a las que todos y en todos los idiomas denominamos “culos”– hayan quedado al “aire” para befa, escarnio y pitorreo de los críticos a la Iglesia católica y de lo no creyentes.
Monseñor Luís Argüello, secretario general de la CEE, no debe sentirse muy “libre” del todo y en el más estricto sentido evangélico (Juan 8: 31-32) –a tenor de lo que Jesús dijo, por boca de San Juan, el evangelista y el discípulo amado, en aquel pasaje histórico e inalterable al paso del tiempo, a los judíos que habían creído en Él : “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y “la verdad os hará libres”(sic)– ya que cuando, el pasado 26 de junio, se erigió en portavoz de todos los obispos españoles para confirmar que la Iglesia española estaba a favor de los indultos de los “secesionistas golpistas”, lo hizo con un “alambicado” lenguaje eclesiástico, más propio de los primeros “tomistas” y padres de la Iglesia que de un monseñor del siglo XXI acostumbrado a los diálogos rápidos y fluidos de los medios de comunicación. Con este argot reclamaba el abandonar “actitudes inamovibles” para generar “un clima de amistad civil y de fraternidad” (sic). Mintió como un bellaco, pues lo que vendió –como la postura oficial de los obispos—aunque no fue humo, dista mucho de ser la “verdadera” (adj. derivado de verdad) y objetiva opinión de los monseñores, que el pasado martes y miércoles mantuvieron una tremenda discusión y trifulca sobre el tema. Aunque la sangre no llegó al río –poco faltó– ya que toda la polémica se zanjó con el compromiso de no publicar ninguna nota, ni a favor ni en contra, según publicó El Mundo.
El compromiso roto por Argüello –ese monseñor castrense obsesionado constantemente en no molestar al Gobierno socialcomunista de Sánchez—ha provocado una gran sorpresa, un mayúsculo enfado y hasta casi un escándalo de “padre y muy señor mio”, no solo, entre muchos de los líderes católicos territoriales que no han tardado en manifestarle su desacuerdo, sino también en la mayoría de obispos que, además de no compartir la opinión de sus homólogos catalanes, están muy, pero que muy preocupados—y no es para menos—de que las inoportunas declaraciones del “monseñor pro-sanchista” supongan una gran e irremediable merma de la asignación tributaria a la Iglesia católica dejando de marcar la casilla de la X a favor, en la declaración de la Renta de este año tributario.

Monseñores, excelentísimos y reverendísimos príncipes de la Iglesia, no estaría de más que, de vez en cuando y más pronto que tarde, volviesen a releer el Evangelio de San Mateo y el de San Juan(al menos) y, entre la lectura del uno y del otro, repasaran la parte correspondiente a la “Reforma anglicana de Enrique VIII”, dentro del contexto de la Historia de la Iglesia., asignatura que según me han informado –mi buen amigo, ex condiscípulo del Seminario de Murcia, sacerdote y antiguo arcipreste de la comarca de Abarán (Murcia) el Rvdo. D. José Mª Hidalgo Jiménez– aún se sigue estudiando en el penúltimo curso de Teología. Y ya saben: ¡Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!

O si prefieren que se los diga de otro modo, ¡por favor dejen de manipular y de confundir al “pueblo llano de Dios”!, como ya hicieron en su momento a favor de aquel personaje histórico –que aparece citado en el Nuevo Testamento por los cuatro evangelistas—revolucionario, sedicioso, famoso ladrón, insurrecto y homicida, que se había rebelado contra el gobierno de Roma y cuyos violentos actos habían culminado en al menos un homicidio, por el cual él y su grupo se encontraban apresados. Su nombre, ya os lo imagináis, ¡Barrabás! Este fue absuelto de morir crucificado por el prefecto de Judea, Poncio Pilato, entre los años 26 y 36, aunque en realidad, fueron los sumos sacerdotes, los que manipularon a la muchedumbre para que exigieran a grito pelado la liberación de Barrabás y la condena de Jesús a muerte y “muerte de cruz”. Dos mil y pico años después, la historia del primer “político” (¿?) indultado, vuelve a repetirse con el asueto y el beneplácito de los principales ministros religiosos de la Iglesia católica: los excelentísimos y reverendísimos obispos, arzobispos y cardenales de la Conferencia Episcopal Española. ¡Oh témpora, oh mores! (¡Oh tiempos , oh costumbres!)

Pedro Manuel Hernández López es médico jubilado y periodista.

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