OPINIÓN

Juan Pérez de Mungía: «Tierra quemada»

Juan Pérez de Mungía: "Tierra quemada"

Buena parte del pueblo canario vive bajo el volcán. El volcán de la Palma ha sido ahora el peligroso protagonista y ahí están los resultados. La prevención de los riesgos de una potencial erupción debe establecerse a priori mediante una ordenación del territorio que sea racional. No cabe decir que es una catástrofe natural. Por mas natural que pareciera hay culpables. Por mas incertidumbre que pueda haber existen opciones, sobre todo cuando se trataba de una catástrofe anunciada, aunque las fechas exactas de la erupción no se conocieran. No se trata solo de crear una red de alarmas para la población que antes del terremoto experimenta el temblor de la tierra, el aumento de la presión de la cámara magmática anunciada por los científicos. Lo mismo que ocurre con las torrenteras y los cauces secos donde se construyen casas en la península, en La Palma debería ser una norma determinar que «cauces» puede emplear la lava, crear modelos de cómo puede distribuirse y podría incluso disponerse de una política de infraestructuras que permitiera minimizar el riesgo para los habitantes, incluyendo una oferta de vivienda pública alternativa, ¿hasta cuando se mantendrá en hoteles a los desplazados que solo disponen de su documentación para vivir? Tras esta continuada catástrofe, Sanchez ha dispuesto 10,5 millones de euros cuando destina a los famosos menas más de 80 millones.

Los políticos son aves de paso, en el mejor de los casos no planifican sus acciones más allá de cuatro años, la mayoría incluso lo expresa: «Ya no estaré aquí». A fuerza de su manifiesta ignorancia, Reyes Maroto, la inventora de la navaja que le amenazaba, roza el epítome de la estupidez. La erupción es una oportunidad para el turismo, dice. ¿Por qué entonces no ampliar el espectro del turismo de borrachera, para el turismo de la crueldad. Es seguro que una feria del dolor puede resultar una experiencia encantadora para un psicópata, un sádico, o un terrorista yihadista. La política ignora a los científicos que alertan sobre el problema. Así ha sucedido. Ni alerta temprana, ni nada de nada. Ahora algunos voluntariosos han descubierto que parte del daño podría reducirse reconduciendo la lava, por bloques o excavadoras.

No solo los científicos, también los agricultores, los pescadores y el denominado «enjambre sísmico» han avisado con la debida antelación de lo que iba a ocurrir. Es de libro y existe suficiente información para haber realizado un desalojo ordenado, realizado una previsión de las consecuencias devastadoras que está teniendo para toda la población.

La verdad azufrada no sirve, solo la verdad amarga permite anticipar los riesgos y actuar. Un relato mítico substituye a un relato racional. El volcán abre sus bocas para respirar, con voz ronca, saca las lenguas de un monstruo que expulsa sus profundas reliquias. Engulle los tesoros humanos, levantados con tanta sangre, con tanta lágrimas de sus habitantes que se alejan del malpaís. El lenguaje mítico no explica nada, solo esconde la identidad de los benefactores del desastre del gobierno canario y sus sicarios. En lugar de una acción ordenada del Estado, el ejercicio de la caridad privada. Vemos el volcán activo, no vemos a sus víctimas, vemos a tertulianos que se dicen expertos y que no dicen nada.

Vivir no es solo sobrevivir, es también disfrutar del esfuerzo del trabajo para lograr una vivienda, un álbum de fotos, un frigorífico, un recuerdo de los abuelos, el anillo de boda, la cuna del bebé. La memoria no puede desligarse de los lugares que uno habita, sus costumbres, los espacios donde se labora. Los objetos elaboran la memoria.

Todo se ha perdido para muchas personas, familias completas, que han visto como se enterraban sus casas, las propias, las de sus hermanos, las de sus padres, la de sus tíos y hermanos, un barrio, un pueblo, las carreteras, los tendidos eléctricos, el saneamiento. Incluso los cementerios donde reposa el recuerdo de sus muertos. Solo huele a tierra quemada, esta es la metáfora política del partido de la eutanasia. La destrucción natural es más barata que la reconstrucción.

Ahora el terreno vuelve a manos del Estado, nadie recuperará sus posesiones. Casi da igual para estos comerciantes de vida humana que son algunos políticos. Después de todo, el vuelo de los edificios y el subsuelo siempre han sido del Estado y los moradores solo son dueños circunstanciales de la superficie de su vivienda, enterrada por el cataclismo.

Ahora se buscan viviendas inexistentes para alojar a las miles de personas que se han quedado con lo puesto, algunos sin ropa, sin enseres, desnudos por la impericia política y por las mediocres políticas sobre las que descansan nuestras vidas. No han podido retirar ni recoger apenas nada y ahí tienes a la población hacinada, viviendo de la caridad. Como en tantos otros lugares volverá a olvidarse el daño y a ignorarse los recursos racionales que tendríamos que aplicar si estuviéramos en otras manos.

Ahora los afectados han creado una asociación para exigir responsabilidades. Mientras, queda seguir muriendo, de olvido, de pena, de desesperación esperando esa justicia que ha quedado en manos de los sicarios que nos ajustician. No debe existir perdón, ni olvido, ni compasión con los responsables y deberán responder con sus bienes y con la cárcel. Solo así podremos devolver el futuro a nuestros hermanos palmeros. ¿De qué nos servirán los discursos vacíos, las ideologías populistas de quienes quieren hacer espectáculo de la desolación y la miseria?

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