Hoy, inicio mi artículo con una nueva expresión relacionada con las cabras, esas grandes amigas del refranero español. ¿Quién no ha oído, leído o dicho, infinidad de veces, el refrán “La cabra, al final, tira siempre al monte”? Este dicho, un tanto agreste, es tan bucólico y tan pastoril que me recuerda a las famosas églogas –las “Bucólicas”– del poeta y escritor romano Virgilio (año 70 a.C.), autor de “La Eneida”. Se supone que el refrán es de origen pastoril, es decir, que viene de los ingenios de los pastores de cabras; otros, sin embargo y quizás para darle una pátina más «interesante y escatológica” han querido ver –en el sentido peyorativo del dicho y en el animal empleado, la cabra– una franca referencia satánica. No creo que sea así, pero ya conocéis todos los mitos y leyendas que circulan en torno al origen y significado de cualquier refrán popular. Y para gustos—ya saben– los colores.
La preferencia de este animal por los lugares accidentados y altos sirve para indicar que cada uno obra con regularidad de acuerdo con su origen o naturaleza y, que aunque hayamos domesticado a una cabra, esta tendrá una tendencia irrefrenable a subirse por las zonas más escarpadas y agrestes del monte. A pesar que, a veces, este aforismo se suele emplear con sentido peyorativo –para calificar negativamente las tendencias, a menudo heredadas, de la conducta de una persona–viene a decirnos que, por más que tratemos de escapar de nuestras raíces, estas siguen ahí (el monte).
Por lo general, todo bicho viviente—los seres humanos y los animales– solemos tener un cariño y afinidad especial a nuestros orígenes. En unos casos, puede ser al lugar en el que nacimos, en otros a nuestra cultura, a nuestras costumbres, a nuestros instintos… o a todos ellos. Pues bien, lo que quiero expresar con el refrán de hoy es que, aunque abandonemos nuestros orígenes, en algún momento de nuestra vida, hay algo –grabado en nuestro cerebro– más fuerte que nuestra propia voluntad que nos impulsa a volver o querer volver a ellos. De ahí lo de que “la cabra, al final, siempre tira al monte”: nuestros ancestrales orígines.
Para quien no lo sepa—y me imagino que será una gran mayoría— la titular del ministerio de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz Pérez (Fene, A Coruña, 1971) es abogada y militante del Partido Comunista de España (PCE), miembro de Unidas Podemos (UP) y fue afiliada de Esquerda Unida (federación gallega de Izquierda Unida), de la que desvinculó en 2019. Hija de Suso Díaz, militante en la clandestinidad del PCE y Secretario General de Comisiones Obreras en Galicia. Su tío, Xosé Díaz, representó al Bloque Nacionalista Galego (BNG) en el Parlamento gallego. Se dice, se lee y se comenta, que allá por el año 1975, Don Santiago Carrillo –más conocido como el “carnicero de Paracuellos del Jarama”— con motivo de una visita al barrio obrero de San Valentín para conocer a los “niños del partido”, la conoció, le besó la mano y vaticinó –cual oráculo de Delfos– que la niña ya “apuntaba maneras” y que a lomos del comunismo podría llegar lejos. No se equivocó Don Santiago en su premonición, ya que su activa, creciente y probada presencia en la izquierda gallega la llevó—tras pasar por varios cargos políticos—al Congreso de los Diputados y de ahí al ministerio de Trabajo y Economía Social.
Margarita Velasco, redactora de “Estilo& Belleza” en la revista “Vanitatis”, al referirse al agiornado cambio de estilo de la ministra, afirma que Yolanda Díaz “tiene inteligencia cromática”, y esto se puede observar en su forma de vestir: el looks monocolor, los tonos muy luminosos o fulares predominan en su fondo de armario. Detrás del cambio de la señora Díaz, hay sin duda, al menos un asesor de imagen, un estilista, un modisto y un peluquero responsables de lograr una evolución paulatina, evitando una brusca metamorfosis. ¡Ah! Y no se preocupen por quién/nes sufragarán los gastos de su cortejo…pues su sueldo le da para eso y más, y si no, para eso están los impuestos que pagamos siempre los mismos: la nominada clase media-baja, pues la media- alta hace ya mucho tiempo que se la cargaron.
Vistos los antecedentes y la ideología comunista mamada desde bien pequeña en el seno de su familia, solo me queda exclamar: ¡De casta le viene al galgo para que no corra! Su significado, en román paladino, viene a decirnos que “los hijos suelen heredar las cualidades de sus progenitores” y en este punto concreto es donde enlazo, a modo de puente, con el “refrán pastoril” que da título a este artículo: “La cabra, al final, siempre tira al monte”. Esto es exactamente lo que le ocurrió el día 8 del pasado mes de abril, a Yolanda Díaz, en la entrevista realizada por Ignacio Escolar y Daniel Basteiro para “elDiario.es” e “infoLibre. Ese día, la ministra sin moverse de Madrid, volvió al “monte” ideológico de su Fene natal, en la ría de Ferrol. No estaría mal que –al “culu moyaú” (gentilicio de gijonés) de Don Santiago Carrillo Solares– aparte del título guerracivilista de “conde de Paracuellos” (en recuerdo de las 2.500 personas allí asesinadas bajo su directo y estricto mandato) se le otorgase el de “pitoniso oficial” del democrático, justo y libre PCE.
Ese día –la fragante ministra galega, la de los variopintos y estilosos vestidos vaporosos y la de los peinados, a lo “Rupert, te necesito”, a los que incorpora reflejos más claros para darle más luminosidad a su rostro y, de paso, rejuvenecerse; ella, la que ha ido cambiando progresivamente de estilo para crear una imagen mucho más sofisticada de sí misma y, de paso, ser más creíble como alta dirigente institucional—volvió al monte ideológico de sus orígines políticos y realizó osadamente estas escandalosas y provocadoras declaraciones:
“Lo que sí, me han enseñado en mi casa, es que el comunismo es la democracia y la igualdad, así que, por favor, no frivolicemos con la libertad. Creo que el país no está para estas cosas. Y esto lo dice una persona que tiene la grandeza de venir de una cultura de gentes (de casta le viene al galgo, para que no corra) de las más heroicas de mi país y que han dejado, nada más y nada menos, que sus vidas en las cárceles españolas luchando a favor de los regímenes comunistas por ser democráticos y libres”.
Como militante activa del Partido Comunista, sus afirmaciones ya no sorprenden a nadie, pese a que –desde que entró en el Gobierno de Pedro Sánchez– ella se ha cuidado, muy mucho, de mentar la palabra “comunismo”, sustituyéndola siempre por expresiones ambiguas como “el bien común”. No en balde, desde su más tierna infancia no ha podido ocultar su pasión por el comunismo puro y duro. Una vez más, la des-Memoria histórica –que siempre les acompaña– le ha jugado una mala pasada y ha obviado (conscientemente?) los 120 millones de muertos que el comunismo ha dejado a su paso, desde Lenin hasta nuestros días. Y por la misma amnesia histórica considera que Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Bolivia y China son auténticos ejemplos de democracia e igualdad, paraísos de libertad y oasis de prosperidad para sus ciudadanos.
En esta ocasión, no ha podido ocultar ante sus colegas la verdadera ideología que sustenta su política, que no es otra que seguir como modelo—para su política en España—el régimen comunista cubano, ese, en el que el Partido Comunista mantiene el monopolio de la libertad, de la justicia, de la democracia y de la economía nacional desde la Revolución Castrista de 1959. De seguir así, nuestra querida y elegante ministra conseguirá esa igualdad que anhela y, que es propia de los gobiernos comunistas, que consiste en “que todos los ciudadanos—todos menos ellos—sean igual de pobres”. Quizás, lo que no le enseñaron en su casa –aunque debería saberlo, pues es licenciada en Derecho—es que, además de la ruina que implica el comunismo cuando se lleva a la práctica y de los peligros de una ideología genocida como la que ella ha heredado y defiende, este es el sistema político que más miseria, muertes y atrocidades ha traído en la historia de la humanidad.
Creo que para convencernos, señora Yolanda Díaz, debería explicarles a las familias de los que huían de Berlín (y morían por eso) lo de que el “comunismo es democracia y libertad”; al igual que las de aquellos heroicos que dejaron sus vidas en el Gulag o las de los más de 85.000 españoles –seglares y religiosos– represaliados y asesinados por las hordas republicanas y comunistas en España, ¡pero eso sí, sin frivolizar, eh! .Y puesto que para Ud. “eso” es el comunismo, no quiero terminar este artículo, sin antes desearle a Ud. y a su familia—y por supuesto sin frivolizar—tres cosas, tres:
Que disfrute Ud. de la misma libertad que un norcoreano.
Que tenga Ud. de la misma seguridad que un venezolano.
Que tenga Ud. de la misma prosperidad que un cubano.
¿Entienden ahora el porqué del refrán elegido para esta ocasión: “La cabra, al final, siempre tira al monte? Aunque, pensándolo bien –como todos suelen encerrar su moraleja– podía haber elegido cualquier otro, pues haberlos, haylos muchos y buenos, como por ejemplo, este: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”; o ese otro, que he citado, a modo de puente, en párrafos anteriores y que nos recuerda que: “De casta le viene al galgo para que no corra.
Lo dicho, señora ministra, pero “sin frivolizar”, que si el horno no está para bollos, el país –nuestra querida España– lo está mucho menos y, más en unos momentos, por cierto, en los que la economía está resquebrajándose y en plena ola de destrucción de empresas y empleo, no solo por la pandemia, sino por esa política tan liberal, justa y democrática, que Ud. y todos los que piensan como Ud. están aplicando en España a golpes de hoz y martillo.
Pedro Manuel Hernández López es médico jubilado y periodista.