OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «Sonrisas pintadas»

Victor Entrialgo De Castro: "Sonrisas pintadas"

A diferencia de la sonrisa periódica discontinua del Presidente del Gobierno, la de la vicepresidenta es igualmente falsa, pero continua.

Millones de españoles en pobreza severa y muchos más en peligro de exclusión social contemplan desde sus sillas de quita y pon las sonrisas y monederos falsos de este circo que pagan los que aparecen en él, con el dinero de los que lo ven.

Sonrisas pintadas de un gobierno social- comunista de favores debidos  que, como las de algunos payasos, provocan una mezcla de risa y miedo, mientras reverencian sin voz propia a un líder odiado, confundiendo la lealtad con el servilismo.

La Nación, entretanto, esclava de si misma, sigue atada de pies y manos por la soga de un régimen electoral que nadie quiere desatar. Un régimen tan endeble que pareciera estar en manos de lo que diga el saltimbanqui del Redondo Rasputín mesándose sus turcos cabellos.

«El régimen prostitucional» con mecanismos de control insuficientes o que nadie se atreve a interpretar, contempla impertérrito las virtudes de un Presidente de carambola golpista que como las de ciertos países africanos se alargan ilegítimamente.

Ilegítimo y arrogante, mentiroso compulsivo, poseído de sí mismo y de los enemigos de la Nación, no se soporta a si mismo en su empalagamiento anodino y hace gala diariamente de lo que la verdad y su poder esconden.

Lo que esconden la falsedad esencial y la sonrisa pintada del odiado Presidente son las carencias de su «sinsustancia ilustrada».

Con su traje raquítico y sus zapatos de clown da vueltas por la pista de este circo repartiendo dinero ajeno o se columpia de un lado a otro del trapecio sujeto por una vicepresidenta comunista que hace de Pinito del oro.

Igualmente falsa en su esencia, la «viceincompetente», la payasa buena que no va vestida de rojo sino de Dior, recorre con sonrisa pintada los salones de Palacio. La misma a la que Rasputín, -el que cree que se puede estar en misa y repicando-, pretende ahora vender sus servicios.

Paseando su incongruencia y sus modelitos de «Lenin Dior» la vicesonrisas, envuelta en su capa de ideología comunista de todo a cien,  sujeta del trapecisto para que no se caiga.

Mientras comienza a buscar impostura para las elecciones bajo la falsedad de su sonrisa pintada, la «vicecualo» ensaya un nuevo Salto hacia delante cambiando el estampado mientras le terminan el chalet apoyada en una guardia pretoriana cada vez más menguada que se niega a verla desnuda de artificio y que si se traga el cuento y lo permite es porque, evidentemente, aspira a hacer lo mismo.

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