OPINIÓN

Pedro Manuel Hernández López: «Apostillas al “Discurso” (2ª Parte)

Apostillas al “Discurso”

Inicio la segunda parte de este artículo a la que he titulado “Apostillas al Discurso”. “Apostillar” un documento, un libro o un artículo, es añadirle notas, aclaraciones, comentarios, sugerencias o explicaciones para que el lector o los lectores puedan comprenderlo mejor. El “discurso” podría haber sido pronunciado por cualquier filósofo, político, historiador, científico, gobernante o caudillo, con independencia de la época de la Historia de la Humanidad en que haya vivido. Entre los candidatos, podríamos citar a Sócrates, Jenofonte, Tucidides, Leónidas, Demóstenes, Marco Antonio, Cicerón o Tácito, entre otros. Pero no, éstos nos quedan muy atrás y, además, el estilo y el contenido, usados en el “Discurso”, no se corresponden con el de aquellas épocas de la Edad Antigua. Tampoco nos parece que pueda atribuirse a ningún autor y protagonista de la Edad Media, entre los que figurarían: Rodrigo Díaz de Vivar, Gengis Kan, Ricardo I de Inglaterra, Willian Wallace, Don Pelayo, Alfonso X el Sabio, etc., etc., etc.

El problema surge al acercarnos a la Edad Moderna y situarnos en la Contemporánea. Aquí, llegado a este punto, es cuando la autoría puede no estar muy clara, dado la cantidad de discursos famosos pronunciados por numerosos –y no menos famosos– políticos, estrategas y líderes. Entre los pronunciados, en lengua castellana, podríamos citar al Rey Juan Carlos I, al Rey Felipe VI, al general Queipo de Llano, a José Antonio Primo de Rivera, al general Prim y a D. Antonio Maura, entre otros. Ciñéndonos ya a los autores de los diez mejores discursos de la historia, descartaríamos a Sócrates (ya citado), pero tendríamos que contar con Patrick Henry, Frederick Douglas, Abraham Lincoln, Winston Churchill, John F. Kennedy, Martin Luther King, Jr., Lyndon B. Jonhson, Ronald Reagan y Barack Hussein Obama II.

Aunque cualquiera –de los protagonistas de los diez mejores discursos citados– podría ser el autor del “Discurso”, plasmado en el anterior artículo, la verdad es que ninguno de ellos lo pronunció. Si no se atribuye a ninguno de estos, entonces: ¿Quién lo ha pronunciado? ¿Cuándo se pronunció? ¿Sigue teniendo vigencia actual su contenido?
Posiblemente algunos lectores —dados algunos giros gramaticales y expresiones sintácticas—a lo largo de su lectura, han vislumbrado vagamente la posible respuesta a las preguntas formuladas. Verdaderamente, el “Discurso”–según mi modesta opinión—merece figurar entre los diez mejores artículos políticos de la historia y, su autor formar parte del libro de los Guinness de los mejores políticos. Quizás, cuando desvele todo lo referente al mismo, algunos esbocen una agradable sonrisa, otros se lleven las manos a la cabeza en señal de incredulidad y suspicacia y, por último, unos pocos, tal vez, opinen que ya no les parece tan bueno, tan actual, tan vigente y tan convincente, como les pareció cuando lo leyeron, desconociendo a su protagonista.

Este “discurso”, pese al tiempo transcurrido, es una crítica real, profunda, objetiva, dura y actual a los gobernantes del mundo y a los países más poderosos de la tierra: en este caso, los “Verdes” (Estados Unidos y gran parte de Europa) y los “Colorados” (Unión Soviética, China y algunos países sudamericanos). A todos ellos les exhorta a conseguir la paz, la justicia y la libertad para todos los pueblos de la tierra. Este discurso fue hecho o, mejor dicho, expuesto –ni más ni menos, ni menos ni más– por el famoso actor y gran comediante Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes– más y mejor conocido, como “Cantinflas”—en la película mejicana “Su Excelencia” en 1967. ¿A qué ni lo sospechaban, ni lo esperaban? ¿Quién les iba a decir que el protagonista de “Por mis pistolas”, “El Padrecito”, “El bolero de Raquel”, “El Patrullero”, “El Extra” o “La vuelta al mundo en 80 días”, fuera el autor-fantasma de ese gran discurso?

En él, Cantinflas –bajo la piel del funcionario “Lopitos”, y, posteriormente, elevado al rango de “Embajador” –por unos estrafalarios y estrambóticos motivos– nos habla de dos bandos, digámoslo de esa manera, en donde dependiendo del voto de una sola persona (él) o un solo país (el suyo)– en este caso, todos los países deberán basar su gobierno en alguna de esas dos corrientes. Cantinflas, en su personaje como Excelencia (embajador), hace alusión a dos temas que están potencialmente afectando al mundo entero: el capitalismo y el comunismo. Bajo la forma de una satírica diatriba se dirige, tanto a todos aquellos representantes de los países que se encuentran dentro de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), como a los ciudadanos del mundo que deben exigir el debido respeto hacia sus derechos universales.

Podemos ver relacionado la disputa entre corrientes en la actualidad, por ejemplo, la rivalidad existente entre países capitalistas y comunistas, como lo son EEUU y Corea del Norte. Debemos recalcar y no pasar por omiso lo que estaba ocurriendo en el mundo en el año 1967, año en el que fue realizada la película y que parte del discurso tiene bastante que ver con estos hechos: En primer lugar, tenemos a Estados Unidos–combatiendo en contra del régimen comunista en Vietnam del Norte– en donde miles de personas se manifestaron por las calles—gracias al enérgico y valiente discurso de M. Luther King– pidiendo que cesara aquella ineficaz e ineficiente guerra que tantas muertes y despilfarro de millones de dólares trajo consigo. En segundo lugar, y como hecho más notable, debemos mencionar y no olvidarnos de la ultra rápida “Guerra de los Seis Días”, el conflicto bélico que enfrentó al Estado de Israel con una coalición árabe formada por la República árabe Unida—denominación oficial de Egipto y Siria por entonces–, y de Jordania e Irak, entre el 5 y el 10 de junio de 1967. Este conflicto bélico árabe-israelí cambió radicalmente el mapa de Oriente Medio y culminó con la anexión a Israel, de los Altos del Golán, Cisjordania (incluyendo Jerusalén Oriental), la franja de Gaza y la península del Sinaí.

Pero lo que más llama la atención de este discurso, es lo cercano que este está de la realidad y, de cómo, en ese momento—pese a que ya han trascurrido exactamente 55 años—todavía sigue teniendo plena vigencia en la actualidad, en un mundo lleno de divisiones políticas y de luchas económicas, donde tienen mucho más valor las palabras de los políticos de turno que los hechos constatados históricamente. Es increíble, como en un mundo hiperglobalizado siga habiendo países, en donde reina, en general, el menosprecio hacia los derechos de los demás, hacia la cultura, hacia y hacia los pensamientos, que he de pre-suponer que han de ser libres. Países donde no existe la libertad de expresión, ni la justicia, ni la democracia y, donde es más importante quedar bien ante otros gobiernos, mientras el suyo su propio se cae a pedazos y nadie–ningún ciudadano, impedido y oprimido por las leyes– puede hacer nada por remediarlo.

Debemos cambiar la manera de ver las cosas, abrir los ojos y darnos cuenta de todo lo que nos está afectando, sobretodo, en los países comunistas, donde reina el más absoluto y draconiano absolutismo totalitario y, donde deciden por el pueblo–con la excusa de que ayudan al proletariado– cuando realmente solo viven engañando al ciudadano agolpes de “exprópiese” y de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo. En caso de duda, pueden dirigir la mirada hacia Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Bolivia y China y, la respuesta les llegará más rápido que les llega un “WhatsApp” o un “E-mail”, claro está, siempre que no se haya caído la correspondiente “App”.

El mundo nos pide a gritos que reaccionemos y que nuestras verdaderas prioridades sean la libertad, la justicia, la igualdad, la paz y la democracia para todos los pueblos de la tierra. Recordemos lo que nos dejó escrito, al respecto, el polifacético escritor, ensayista y filósofo suizo, Friedrich Durrenmatt (1921) cuando afirmaba que: “Los problemas de toda la humanidad, sólo pueden ser resueltos por toda la humanidad”.

Quiero terminar con un ruego. Y este no es otro, que decirles — si ustedes no tuvieron la oportunidad de ver, en su momento, la película “Su excelencia”, la han olvidado o no han podido verla porque aún no habían nacido– que por favor, no dejen de verla. Solamente, por oír el discurso pronunciado ante la Asamblea General por el embajador “Lopitos” (Cantinflas) y su valioso contenido político, vale la pena visionarla una vez más.

Pedro Manuel Hernández López es médico jubilado y periodista.

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