OPINIÓN

Anián Berto: «Nunca se puede tratar al fumador/a como a un apestado. La persona merece respeto y ayuda»

Anián Berto: "Nunca se puede tratar al fumador/a como a un apestado. La persona merece respeto y ayuda"

No es lo mismo decir; No me gusta que fumen la gente, que señalar a las personas adictas al consumo de tabaco con la frase; No me gustan la gente que fuman. El verdadero culpable no es el enfermo, sino lo que produce la adicción.

Algo tan simple cómo distinguir los términos dialécticos puede evitarnos un malentendido, o lo que es peor, ser considerado un maleducado y un irrespetuoso. Me explico con un ejemplo vivido en plena calle. Un viandante caminaba aparentemente placentero -motivación ilusoria- fumando su cigarrillo, cuando al cruzarse con una señora irreverente le dijo: ‘No me gusta la gente que fuma’.

Asi, de esta manera, sin más y con desparpajo, la mujer creyó que hizo lo que debía; reprender severamente al apestado, intoxicador y vicioso. Para más inri se trataba de alguien que se identificó como de profesión enfermera. El fumador no reaccionó al instante, intentó seguir su camino, pero algo le decía que tal amonestación pública merecía una respuesta. Y lo hizo de manera contundente y cargado de razones.

Con el fin de escenificar lo ocurrido, reproduzco textualmente las palabras del fumador a la ‘correctora profesional sanitaria’: ‘Señora no seré yo quién le obligue a fumar ni a que le gusten, o no, las personas que fumamos, lo que si le dejo claro, que no es educada. Porque denota usted aversión a las personas, y no al tabaco. ¿No cree que la mayoría de las personas que fumamos somos enfermos – adictos -? ‘.

Los que fuimos testigos de la conversación nos quedamos estupefactos, sorprendidos cuando argumentó a la enfermera: ‘ ¿No considera que confundió sus palabras?. Quizá hubiera sido más justo decirme; ‘No me gusta que la gente fumen, en vez de ‘no me gustan la gente que fuman’.

Una auténtica lección correctiva se llevó la mujer, dejándole claro no tener el más mínimo respeto por los enfermos, sin reparar que precisamente no es admisible excluir a la persona, sino al tabaco. A quiénes permiten, con su inacción, a la industria, la comercialización y venta de un producto cargado de elementos tóxicos, que hace al ser humano dependiente y es protagonista de una enfermedad perfectamente estructurada desde el punto de vista de la Ciencia sanitaria. Se trata, en un inmenso porcentaje, de una adicción, pero no una cualquiera, sino la más intensa de cuántas drogas se conocen, incluyendo las mal llamadas ‘drogas duras’, refiriéndome a narcóticos o alucinógenos deprimentes.

Según datos de 2020 de la Encuesta Europea de Salud en España (EESE), ofrecidos por el Consejo General de Dentistas,
en nuestro país murieron por el consumo de tabaco 50.000 personas, mientras en el mundo se contabilizan 8 millones cada año. Estas cifras frías, no incluyen enfermos crónicos ni los que padecen minusvalías por falta de oxígeno o enganchados constantemente a una máquina respiratoria, mientras se mantienen fumando o después de dejar de hacerlo.

Son simplemente cifras, pero detrás van las personas. Algo que la profesional sanitaria debía conocer y que no demostró ante la reprimenda a aquel consumidor con la peor frase. No es culpable el consumidor, una vez que es enfermo, sino claramente aquellas instituciones sanitarias, industriales y políticas, que ven un claro interés de negocio en hacer enfermos. Cuándo la persona alcanza el nivel de adicto la solución es compleja. No sirve tampoco los cartelitos de ‘fumar mata’, ni los proyectos recientes del Ministerio de Sanidad, por ejemplo; prohibir fumar en las terrazas, que exclusivamente atenta contra el pequeño y mediano empresario, perjudicando nuevamente a la hostelería y al trabajador en definitiva. El fumador, o fumadora, seguirá buscando el lugar donde se le arrincone.

La solución coherente llega con un determinante tratamiento y, sobre todo, en la prevención desde los colegios, con información y concienciación adecuada. Ahí está la clave para evitar nuevas generaciones atadas al tabaco. La corporación médica es consciente, los terapeutas también, sólo falta la conciencia pública y respetar al ser humano, incluso antes que la Agenda 20-30 y el medio ambiente. Con una sociedad enferma de poco nos sirve el verde del campo ni las aguas cristalinas de los ríos.

Anián Berto
Hipnólogo Clínico
Periodista-escritor

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