Estamos en unas fechas en que la humanidad recuerda y celebra el nacimiento del Niño Dios. Tristemente no toda la humanidad disfruta de esta dicha, unos por tener otras creencias y otros que no tuvieron la fortuna de creer en algo más que lo material.
Observamos que todos los pueblos y ciudades se engalanan para esta importante conmemoración, adornos, luces, actividades de todo tipo, actos religiosos, reuniones familiares, etc. que producen una gran alegría en toda persona espiritualmente sana y cabal. De ahí que sean los niños los que más gozan de este evento y con más alegría. Se adornan muchas casas con un Belén, en el que destaca el pesebre que representa el lugar en el que descansó Jesús tras su alumbramiento. “Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año” (Charles Dickens). En muchas ciudades tienen el acierto de hacer la representación de un Belén viviente que le otorga más solemnidad a esta rememoración.
Los que tenemos la suerte de creer estos misterios, debemos invitar a nuestra mesa de celebración al Homenajeado, sentar a nuestro lado a Jesús y otorgarle el mejor regalo en su cumpleaños: nuestro cariño y confianza; y pedirle la Fe para los que tienen la desgracia de carecer de ella. El mejor sentimiento sobre Navidad es amar a los demás, ¿por qué esperar a estas fechas para hacerlo así?
Hasta aquí la cara de la moneda; hablemos también de la cruz.
Desgraciadamente hay muchos que no participan de esta buena nueva y no se resignan a que otros sí. Abundan estos en el colectivo de los políticos, sin precisar su signo, pues lo que parece propio de la izquierda radical, también existe en gran parte de la derecha. Así como en el desprecio a la vida parte de la derecha que pudo derogar la ley del aborto, se sumó a la ultraizquierda en el sentir anticristiano y participan por acción u omisión en el mismo.
Nuestro gobierno actual, con un objetivo claro y definido de mantenerse en el poder indefinidamente, idea expresada con claridad por algún miembro del mismo, para lo que utilizan los métodos de gobernantes totalitarios: manipulación ideológica de los ciudadanos, intento de romper sus tradiciones y costumbres, ensuciar la mente y el espíritu de los niños para acomodarlos a sus ideas, violencia en las calles, actuación estricta de acciones simples e irrelevantes para un gobierno con intención populista, etc., e intentar romper el espíritu de la Navidad. “Ojalá pudiésemos meter el espíritu de Navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año” (Harland Miller).
Pablo D. Escolar
