OPINIÓN

Francisco Iglesias Carreño: «“Día de Viriato” {12 de enero}»

Francisco Iglesias Carreño: "“Día de Viriato” {12 de enero}"

Aconteció que, en la data de fecha del día 12-1-1904, en esta nuestra ciudad, ribereña del río Duero, unos ocasionales visitantes que, a modo y manera de indiciales turistas, en aquel otrora denominabanse viajeros, de principios del Siglo XX, circulando por el trazado urbano, paseaban por el abigarrado, y entonces bastante intrincado, casco histórico (aún más intrincado y desde luego más histórico que ahora) de Zamora, y al llegar frente a lo que fue el antiguo y señorial palacio de los Condes de Alba y de Liste, sorprendidamente se encontraron que, en el centro de la casi cuadrada plaza, en el complejo de un andamiaje y/o tramoya, sobresalía una gran lona que a distancia parecía, por su amplio volumen observante, como que tapaba, y en todo caso ocultaba, lo ignoto de “un algo” de gran contenido.

Ante tal inopinado y expectante interrogante urbano, los visitantes preguntaron e instigaron en su derredor, de forma curiosamente cívica y amigablemente cortés, dando en sus pesquisas con un viandante, un posible lugareño y transeúnte inopinado, que acertaba ocasionalmente a pasar por allí, al que solicitaron, en interrogación querencial, de tal y tan gran bulto y hasta aparatoso y ampuloso volumen, sobre: ¿de qué se trataba?».

A lo cual, y como respuesta la in-querencia, el otro individuo escuchante, al parecer oriundo del lugar zamorano y, a lo que después se columbro, conocedor dúctil/práctico/experimentado del ambiente de la “civitas zamorensis”, que según algunas fuentes, de referencia en la prensa local, era de profesión albañil y por ello ampliamente diestro en el deambular por los andamiajes, entre tablones, escaleras y cabríos, poleas y maromas, y en la felina trepa de las alturas, dotado de una agilidad/habilidad/maestria circense, se encaramó con dinámica soltura y consumada presteza en el andamiaje, equilibro sobre las poleas y cabestrantes, subió arriba, alcanzó la cima, tiro de una soga, desenroscasen las maromas, cayose la lona y así, ante la insólita sorpresa, ojos platineos y estupefacta admiración de los visitantes, quedó visible un diseño impactante, escultura atrayente y gesto extraordinario de impresionante musculamiento anatómico metálico, cuerpo cobrizo, cabeza erguida, larga y alta mirada, brazo al saludo `*con dedos separados*´, al andante dar el paso, con sayo semicapa en caída, puñal defensivo, portando muy escaso ropaje y en sandalias con correas de ataduras.

Allí estaba, en el cenit de una enorme piedra granítica de Torrefrades, con un ariete de ataque en su base incrustado, portando aún una de las argollas de amarre, que llevaba por cabezal una majestuosa, penetrante y atrayente cabeza de carnero, informado todo por una identitaria leyenda heroica, lema patrimonial y disuasoria advertencia que rezaba: “terror romanorum” (atribuida a Osorio), delimitado todo el conjunto por una defensiva, motivada y colosal cerca octogonal [decorada con ocho haces de fasces (el emblema de los antiguos lictores que en la antigüedad escoltaban a los magistrados de Roma), humilladas a la funerala, en expresa certificación de derrota], alojado el entramado,¡ todo ello!, al soporte del realce con una base granítica que lo ensalza y en una sobrepotenciación que lo eleva del ras del suelo.

Con tal impacto, con tal impresión, con tal destello, …, con tal sorpresa, …así aconteció en tal lugar, en tal momento y con tal situación y, cierto es decirlo, con descomunal eclosión, que conformó cuasi alucinantemente, de la forma más inimaginable, inesperada e imprevisible, la “acción social” e integral (histórica, cultural y educativa) en la que sorpresivamente era «inaugurada», de forma pública y “cuasi oficialmente”, en aquel instante presente del día 12-1-1904 y para toda la futura posteridad venidera, la incomparable estatua de Viriato.

La identidad del oficiante inaugurador y arquetipo espontáneo de ceremoniante al uso, ha permanecido a lo largo del tiempo en el más absoluto anonimato, pero de sus innatas cualidades, de su iniciatica habilidad, consumada destreza y más que dinámica movilidad quedó memoria fijada de sí, ¡y por siempre!, para la posteridad. Fue la acción humana de un hijo de Zamora, nada dado al espacaparatismo y/o postureo, la que audaz y celebradamente emergió y dio luz e imagen pública proyectiva, a quien fuera el más celebrado/autorizado/laureado de los estrategas hispánicos, a nuestro inclito héroe Viriato.

La ciudad leonesa de Zamora, la Ocellun Durii de la romanización, la Semuret de los árabes, la de “El día de Zamora”, la de `la Jornada del Foso´, la que “no se ganó en una hora”, la de `El Campo de la Verdad´, la del `Motín de la Trucha, la de la `Batalla de Toro-Peleagonzalo´, la de `El Tercio Viejo´ de Empel, la que fue tomada al asalto el 10-1-1809, después de la heróica Batalla de Villagodio, la del …, seguramente tiene ya, desde aquel entonces fechado del 12-1-1904, un aliciente más, un realce mayor, un mejor atractivo, otra visión sobre sí,… un otro aquel.

Goza ya Zamora de una espectacular, magnífica y extraordinaria obra escultórica, que como como conjunto monumental (estatua, ariete y cerca, amén de la expresividad de la autoctonía granítica que lo acompaña; que fue Medalla de plata de primera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884), está cedido por el Estado Español (de nuestra aún España Nación), y es obra de un extraordinario escultor, nacido en el pueblo zamorano de Moraleja del Vino (en la zamorana Comarca Natural de La Tierra del Vino, de la constitucional Región Reino Leonés), de nombre D. Eduardo Barrón González (discípulo que fue de D. Ramón Álvarez Moretón, como alumno en el Instituto precursor del actual IES Claudio Moyano -.- que, por una casualidad, ha sido `mí Instituto´ una cuarentena de años-.-) y becado por la Diputación Provincial de Zamora en Roma).

El 12-1-2022 volvemos nuevamente y celebramos, en lo que ciudadana y libremente optemos, dada la trágica situación ambiental presente, y buenamente podamos, tras la pandemia que en forma muy grave y cruelmente social nos atosiga a todos por doquier, y lo haremos sin ampulosidades escaparatistas, ni solemnidades posturales y a ejemplo a imitar, en el seguir y en el continuar del “ignoto adalid del evento y apriorístico albañil diligente” del año 1904, lo que instamos ya desde hace décadas, como el “DÍA DE VIRIATO”.

Si acaso posiblemente, y como orientativo aporte y consejo que, ¿tal vez?, pudiera ser imitado, en siendo frugalmente comedidos y como es riguroso invierno en la meseta leonesa, con días de nieves, nieblas, escarchas heladas, carámbanos y cencelladas, y fríos interiores en el tuétano de los huesos que te acompañan durante todo el día, tomaremos unas “sopas de ajo” en cazuela de barro de Pereruela de Sayago, con pan de la tierra de Carbajales de Alba, los ajos de La Guareña, pimentón de Aldeanueva, cocinadas a la mantenca del ibérico y condimentos lugareños, con acaso un pelín de vino de Toro, lo haremos, con pocos allegados y manteniendo la distancia social y el aparataje de las mascarillas y el hidrogel para las manos, tal vez en ese rincón cuasi familiar de Los Pelambres y lo haremos “por VIRIATO” y su histórico e imperecedero ejemplo sobre la libertad individual y grupal, la estimación de lo propio, la querencia de nuestros ambientales entornos y la raíz de nuestros orígenes.

Sea por “las ocho franjas rojas de `La Seña Bermeja´”, las “sí ocho victorias” de Viriato ante los Cónsules romanos, que están ubicadas en el primer cuartel del escudo de la leonesa ciudad de Zamora, junto al Puente de Mérida sobre el río Guadiana que nos otorgó el zamorano y Rex Imperator Legionensis Alfonso IX (el de la “Carta Magna Leonesa”, con los Decreta que ahora son ya “Patrimonio de la Humanidad”).

Sea por ello, y sea en el 12 de enero: ¡gloria y honor!, y por siempre por nuestro mítico héroe Viriato y todas sus gentes de aquel entonces, que redefinieron las formas de combate bélico, ligandolas al conocimiento del medio, la agilidad y rapidez de los desplazamientos, la optimización de los recursos propios, el detenido estudio del adversario, los grupos y/o guerrillas de acción rápida, etc…

Y sea Viriato, en nuestro aquí y en nuestro ahora, como neta acción ciudadana zamorana, clara lección abierta, elemental instrucción básica, rotundo entendimiento presente, completa memoria perpetua y significado voluntario ejemplo para todos a seguir.

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